EL PAíS › ANDREW GRAHAM YOOLL*.

Voceros se buscan

Entre la noche del 19 de diciembre y el 3 de enero, los medios de habla inglesa (desde CNN a BBC Escocia, desde ABA de Australia a Radio Nueva Zelanda, pasando por una variedad de diarios) llamaron a casa, y al Buenos Aires Herald, a las horas más incómodas, para saber qué sucedía en la Argentina. Al margen de tratar de contestar la pregunta que ya se hizo Carlos Fuentes (cómo un país tan bien dotado como la Argentina puede pegarse tiros en las bolas tantas veces), el pedido más reiterado era hallar a alguien (cualquiera, decían) que pudiera “hablar por Argentina”. Sugerí un filósofo, un escritor premiado, una autora a quien admiro, un millonario coleccionista de arte, pero fueron rechazados ya que el pedido fue: “Alguien de relevancia que pueda hablar en términos de país, sociedad, o como simpatizante de alguno de los partidos mayoritarios”. No había cómo satisfacer a esos medios.
La anécdota viene a cuento porque al interrogante de esos extranjeros siguió la conversación sobre la importancia de figuras que pudieran explicar el país, más allá de Maradona, el tango, el polo y minas rubias. El discurso intelectual y cultural es imprescindible para salir de la confusión, no sólo para consumidores de programas extranjeros sino para nosotros mismos. ¿Por qué no tenemos un debate sensato entre economistas, donde las opiniones se puedan escuchar y entender? Por ahora, nuestro único vocero económico es Marcelo Bonelli, porque en los programas que respetamos, como el de Nelson Castro, todos hablan al mismo tiempo y nadie escucha, y lo que se retiene es solamente una serie de fantasías y alegatos xenófobos de sindicalistas millonarios. Y cuando toda búsqueda de ideas fracasa, se lo saca de la naftalina a Roberto Alemann, muy respetado como veterano actor, pero hombre de la última dictadura, etapa que no nos enorgullece ante el mundo.
Nuestro Congreso Nacional está poblado de tullidos intelectuales, cuya mayor preocupación es cobrar diez mil dólares al mes y emplear a una o varias amantes. Nuestro gobierno, hoy, está ocupado por personajes que hicieron de la política un objetivo empresario personal. ¿Cómo se explica que un profesional de la política que fue concejal en 1974 hoy declare una fortuna personal, poco creíble, de 400 mil dólares, mientras que la provincia que gobernó adeuda 1.700 millones de dólares? Y cómo explicaremos a un canciller, que fuera secretario de Trabajo de María Estela Perón, se desentienda de su gobernación y se embarque en una política neonacionalista que nos va a llevar a hacer el ridículo del mundo. Al que vote a Carlos Ruckauf en el 2003 que lo parta un rayo.
Más allá de que Alberto Kohan me dijo, cuando regresé al país en 1994, que el peronismo tiene una deuda pendiente con la cultura (y nos dejaron a Jorge Telerman como venganza o para que la deuda nunca se pague), no tenemos cultura, y al margen de los partidos y la actividad política, la clase media argentina tiene el deber de desarrollar su cultura, una cultura, cualquiera, pero algo. Esa es la base del cambio que necesitamos.

* Periodista, novelista e historiador. Su último libro es “La colonia olvidada”.

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