ESPECTáCULOS › 40.000 PERSONAS EN LA GRAN NOCHE DEL TRIO

La Renga tuvo su coronación

Un concierto impecable de rock duro, mensajes políticos y una escenografía oscura y generosa hicieron que el concierto de anoche en River del grupo de Mataderos fuera su acceso definitivo al Olimpo del rock argentino.

Por Javier Aguirre

La historia de una banda de rock and roll de barrio que se convierte en un fenómeno de masas contestatario, rabioso y –encima– artísticamente arriesgado, es digna de una Cenicienta nacida en Mataderos, cuyo reloj nunca parece llegar a la medianoche. Su llegada a River, consagratoria en cuanto a números (en el rock argentino sólo habían alcanzado esa marca Soda Stereo, Seru Giran, Fito Páez y Los Redonditos de Ricota), merece también el status de una coronación musical.
Es cierto, la ya aguada frase “es sólo rock and roll” se ajusta ferozmente a la obra de La Renga. Pero sería injusto no subrayar su sonido cada vez más filoso (y menos complaciente, o en todo caso, supuestamente menos accesible a las grandes masas); sus escenografías grandilocuentes, generosas y seguramente nada austeras; ni su creciente compromiso (no sólo a nivel solidario, a través de presentaciones con fines benéficos, sino ahora también con expresiones nítidamente políticas, como la fusión en las pantallas gigantes de River de imágenes de excrementos rodeados de moscas con los rostros de Menem, De la Rúa, Cavallo, Alfonsín, María Julia Alsogaray y otros). La Renga ha construido, a su manera, un imperio rockero dignísimo y acaso mucho más meritorio que otros imperios similares, por provenir del lugar del mundo más alejado del ombligo.
“Chau, desde acá arriba no se puede creer, loco”, fue la honesta frase del bajista Tete al término de “Tripa y corazón”, segundo tema del show. Esa incredulidad no sonó en absoluto a falsa modestia, sino a la auténtica admiración que despierta la mil veces mencionada liturgia rockera de las grandes bandas argentinas: las infinitas banderas –probas tanto en conciertos como en partidos de fútbol–, las infinitas bengalas –portadas cual orgullosas llamas olímpicas por pibes que se abren paso entre la gente hacia el escenario, en una involuntaria coreografía popular–, los infinitos cantos aglutinantes –desde el llamado a vengar la muerte de Walter Bulacio al directo “¡Argentina, Argentina!”–, y la sensación de idilios cruzados –cada uno de los 40.000 espectadores con cada músico, con cada tema, con cada ícono musical o no musical, el Che, los dibujos de Rocambole, la hoja de marihuana; todos protagonistas mudos de toda clase de remeras–.
La apertura había sido con “Detonador de sueños”, uno de los tres nuevos temas –junto con “Hielasangre” y “Dementes en el espacio”, durante el cual el hasta ayer pelilargo cantante Chizzo fue rapado en el escenario por dos peluqueras sexies– incluidos en el flamante simple del grupo “Documento único”, editado en forma independiente. Y el show no sólo contó con hits (“El rebelde”, “La balada del diablo y la muerte”, “Voy a bailar a la nave del olvido”, “El final es donde partí” –notablemente cantado por el vocalista de Las Pelotas Alejandro Sokol–, “Blues de Bolivia”, “Lo frágil de la locura”) sino también con temas de la periferia de los repertorios habituales del grupo, como la rescatada “Vende patria clown”, de la cual Chizzo rescató su actualidad, o como la versión de “Veneno”, original de la banda La Negra.
La apuesta escenográfica, más allá de su impacto visual (el escenario estaba envuelto por dos manos gigantes, con un rostro asfixiado en el telón de fondo), tuvo mensaje político. Las pantallas mostraron imágenes de Kosteki y Santillán, los jóvenes asesinados el 20 de diciembre, y fragmentos del documental “El Argentinazo” realizado por el Polo Obrero; además de las conocidas explosiones en las Torres Gemelas para ilustrar “Estalla”. Quizá poniendo en duda el verso madre de su gran hit “Elrebelde” (“no me importa ningún tipo de política”), La Renga aprovechó la gran noche de su carrera para demostrar que sabe en qué país vive.



Músicos: Gustavo “Chizzo” Nápoli (voz, guitarra), Gabriel “Tete” Iglesias (bajo), Jorge “Tanque” Iglesias (batería), Gabriel “Chiflo” Sánchez (saxo, trompeta), Manuel “Manu” Varela (armónica).
Lugar: Estadio River Plate, 30 de noviembre.

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