ESPECTáCULOS › GERMAN DAFFUNCHIO Y ALEJANDRO SOKOL ANALIZAN EL PRESENTE DE LAS PELOTAS

“Ahora la gente descubre los discos viejos”

El hit “Será” saltó el cerco de los canales habituales de difusión, aunque las razones de sus cuatro shows en Obras pasan por una cuestión de persistencia y trabajo. En esta charla, los ex Sumo afirman que el éxito comercial “no nos apabulla en lo más mínimo”.

 Por Pablo Plotkin

En las catacumbas de una esquina de Colegiales, el estertor de las cañerías y el humo de la hierba quemada propician una atmósfera más de madriguera que de camarín. Germán Daffunchio y Alejandro Sokol –guitarrista y cantante, el manubrio de Las Pelotas– eligieron este recoveco subterráneo de El Teatro para hablar de ciertos asuntos pendientes (y aparentemente irresolubles) del rock argentino y, por extensión, de la sociedad del espectáculo. “Este tema del éxito”, musita Daffunchio, rapado y con una colita de mongol emplumándole la nuca. “Es medio raro. Todo el mundo cree que nosotros ahora... No sé, es una estupidez”, titubea. En la penumbra, Sokol luce como un boxeador retirado, algo inquieto en este interregno entre la prueba de sonido y el show que darán escaleras arriba. Luego de quince años de existencia, la banda más desesperanzada surgida de las cenizas de Sumo vive su primavera popular, que incluye cuatro funciones en Obras Sanitarias en lo que va del año. Pero a ellos no les importa mucho.
“Será”, el hit incluido en Esperando el milagro (su octavo disco), saltó el cerco del rock y llegó a los programas de chimentos, la FM Hit y la alta rotación en canales de videos. A partir del pequeño fenómeno, mucha gente empezó a interesarse en este grupo que escenificó como pocos la especie del rockero argentino alienado que va a buscar algo de redención fuera de la ciudad (en este caso, a las sierras cordobesas). Y que no la encuentra, por supuesto. Daffunchio se quedó en Nono, donde también está el estudio de grabación. Sokol, que hasta hace poco vivía a un par de riscos de su compañero, se mudó a Chivilcoy, una ciudad cuya sonoridad cautivó alguna vez a Luca Prodan (la incluyó en la letra de “Cinco magníficos”). ¿Cómo van las cosas ahora, separados por cientos de kilómetros? “Ese es un tema muy conflictivo”, repone Sokol. “Tiene que ver con las personalidades, la familia... Cambiemos de tema.”
–Bueno, ¿cuánto hace que no escriben una canción juntos?
Alejandro Sokol: –Hace mucho. Ya nos vamos a juntar.
Germán Daffunchio: –¿En serio? ¡Primicia!
A. S.: –¿Sabés cuántas veces este hijo de puta me dijo “vamos a tocar juntos, bla, bla...”? Y después arruga.
–¿Qué creen que habría pasado si el éxito los hubiera sorprendido de novatos?
G. D.: –Podríamos agregar otra pregunta: ¿qué hubiese pasado si teníamos éxito de novatos y en Inglaterra?
–Serían millonarios.
G. D.: –Exactamente.
–Más allá de eso, algún efecto debe tener que una canción de Las Pelotas llegue a todo público.
G. D.: –Siempre creímos que todos nuestros temas podían llegar a un público masivo. Hicimos todos nuestros discos creyendo profundamente en ellos, más allá de que técnicamente se los pueda criticar. Creo que Las Pelotas tienen un montón de hits. No sé por qué mierda pasó ahora, con este tema. Fue un milagro, de alguna manera. Algunos nos preguntan: “¿Llegó el milagro para ustedes?”. Puede que haya sido una especie de milagro, pero creemos en cada canción que grabamos. No es que de golpe dijimos “che, hagamos una canción para que nos den bola”. Parece que alguien decidió que éste era el momento, qué sé yo. Lo único bueno que produjo la canción es que ahora la gente está descubriendo los discos viejos.
–Siempre tuvieron cierto perfil de banda maldita, incómoda con el éxito industrial.
G. D.: –Una cosa que me asombra es que, cuando empezás a tener un poco de éxito, hay toda una parte que empieza a decirte “eh, ustedes transaron, ahora son ricos...”. Y el éxito en Argentina no significa nada. A lo sumo podés tocar más, pero es una boludez increíble. El setenta por ciento de los discos que se venden son truchos. Lo curioso es la explosión mediática. Eso es extraño. A mí también me parece raro que aparezca “Será” en “Intrusos” o en el programa de Canosa. Pero todo eso nos pasa por afuera. Después de quince años de estar tocando con Las Pelotas, te dicen “ah, ustedes transaron”. ¡¿Por qué no se van a la mierda?!
–¿Quién dice eso?
G. D.: –No sé, hay toda una mentalidad en esa dirección. A las bandas que son exitosas desde el comienzo nunca se las cuestiona. A los grupos que hacen resistencia se los está fiscalizando todo el tiempo, a ver cómo se comportan... Es una estupidez, porque la resistencia, la rebeldía está dentro de cada uno, en la actitud que tenés en la vida.
A. S.: –Lo que pasa ahora, a mi entender, es una consecuencia de lo que hicimos estos años. Y, si me preguntan, me parece justo que nos esté pasando ahora, humildemente. No nos apabulla en lo más mínimo, lo tomamos con una tranquilidad terrible. No empezamos a hacer esto ayer. Nos toma con una calma... ¡Nos chupa un huevo! (carcajadas).
–Ese lugar “de resistencia”, ¿fue una posición que asumieron premeditadamente?
A. S.: –Ya estamos hechos así.
G. D.: –Somos así. Nacimos rebeldes y vamos a morir rebeldes. Tiene que ver con los principios. Para ser músico de rock en Argentina hay que tener una ideología muy sólida para bancártela, mucha fuerza de adentro.
–¿Están de acuerdo con su fama de nihilistas?
G. D.: –Realistas, siempre fuimos realistas. Cuando hicimos “Solito vas”, del disco ¿Para qué? (‘98), era el momento en que empezaba a gobernar De la Rúa. Nos decían que éramos unos agretas, que veíamos todo oscuro. Y mirá cómo terminó todo.
–¿Y ahora creen que es un momento similar, de un optimismo engañoso?
A. S.: –No sé si es similar, pero no hay fe de nuestro lado. Yo ya no quiero ni opinar de eso. Es algo que no lo puede manejar uno.
G. D.: –Cuando crearon el periodismo, se convirtió en una especie de fiscal del poder. En este mundo globalizado, todos los medios pertenecen a empresas y a conglomerados con fuertes intereses económicos. Toda la información, entonces... Es muy fácil hacerle creer a la gente que está todo bien cuando en realidad está todo mal. Lo manejan ellos. La caída de De la Rúa, por ejemplo... Bueno, esto ya es política.
A. S.: –Sí, no sigas porque me voy.
G. D.: –Nos preguntan si creemos, pero yo ya no creo nada de lo que veo ni leo. Sé que nada de eso existe. ¿Cuál es nuestra realidad? Que estamos muertos, seguimos muertos y vamos a estar así...
–Hablando específicamente de su trabajo, parece haber más consumo de rock.
G. D.: –Es notable. Creo que coincide con que hay más radios que pasan rock argentino.
A. S.: –Y con que ya no pueden venir tantas bandas de afuera.
G. D.: –Vivimos un período parecido al de Malvinas. Ahora redescubrieron el rock argentino. Y todos los grupos que se fueron a tocar afuera, a ganar guita afuera, se quedaron afuera (risas).
–¿Hubo recambio generacional de público?
G. D.: –En los últimos dos años veo gran cantidad de gente nueva. Muchísimos pibes. Me encanta verlos. A esta altura tengo claro que nuestra labor es salir y tocar, y que la gente disfrute lo más que pueda. El video de “Será” refleja eso, porque termina con la salida al mundo real. Los shows, en definitiva, son dos horas, como un partido de fútbol, en las que la gente canta, baila, salta y se olvida de la realidad que le toca vivir. Ninguno de nosotros está mirando quién viene, qué tipo de público tenemos,a quién apuntamos... A veces nos asombramos de ver tantas chicas lindas, o tanto olor a huevo. Nunca se sabe.
–En el “Quilmes Rock” dijeron que ahora los cholulean más.
G. D.: –Nos re-cholulean, es un asco. El éxito comercial no es algo bonito. Me imagino a los tipos que verdaderamente viven alimentándose de éxito, que hacen de eso la razón de su vida. Deben vivir en un pequeño infierno.
–Debe tener su parte buena, ¿no?
G. D.: –¿Cuál?
A. S.: –Es muy personal el tema. Andá a tener éxito y después hablamos, negro. Es así, tenés que vivirla. Todo depende dónde uno se para. En mi caso, lo interpreto como una consecuencia lógica de que un día, cuando era chico, agarré la guitarrita. Entonces le doy el lugar que corresponde.
G. D.: –A través de los años, aprendimos a disfrutar de lo que somos. Nuestra vida es estar arriba de un micro, viajando, tocando. El resto ya se sabe cómo es: subís, bajás, subís, bajás, bajás, bajás y te entierran, listo. Es así. Es nuestro mundo, la locura que nos gustó siempre. Como diría un amigo, peor sería estar trabajando.

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Daffunchio y Sokol, timoneles de una banda que huyó de Capital y sentó su base de operaciones en Córdoba.
 
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