ESPECTáCULOS

“The Anna Nicole Show”, un paseo por la vida de una bomba humana

Ex conejita de Playboy y viuda millonaria, la regordeta rubia es el centro de un show bizarro, impredecible y ante todo divertido.

 Por Emanuel Respighi

En el show no hay lugar para las sutilezas ni las medias tintas: a ella, una rubia sensual venida a menos y con algunos kilos de más (¿30? ¿40?), se le escapan las exuberantes lolas de su diminuto escote, se sube a camas ajenas improvisando extrañas posiciones sexuales, se ríe a carcajadas cuando su cachorro tiene sexo con un oso de peluche, se tira gases sin reparos y hasta les pide a los camarógrafos un poco de privacidad para masturbarse sin inmutarse ni ruborizarse. Es el show del exceso y el desenfreno: un momento tan bizarro en el que el televidente pasa sin concesiones de la risa a la vergüenza ajena. Es The Anna Nicole Show (jueves a las 22.30 por E! Entertainment), el reality en el que las cámaras siguen la vida cotidiana de Anna Nicole Smith, una ex Playmate de Playboy que en los últimos años saltó a la fama mundial no por la belleza de sus curvas –cada vez más redondeadas– sino tras casarse con Howard Marshall, un petrolero texano multimillonario 62 años mayor que ella. “No entienden que es una cuestión de amor”, dijo ella luego de la boda. Catorce meses después, con la muerte de su esposo, Nicole emprendió una áspera lucha legal por su millonaria herencia. Hoy es estrella de su propio reality y está a punto de alzarse con 88 millones de dólares.
De camarera de comida rápida a stripper, de Playmate a estrella de cine porno, de sensual rubia a regordeta escandalosa, de cazafortunas a la deriva a exitosa viuda de Howard Marshall, del ostracismo a protagonista de reality show. Toda una ajetreada vida vivida en los últimos 12 años. Un meteórico ascenso que la mantuvo siempre en el centro de la escena de los paparazzi estadounidenses, más por su fisonomía y sus problemas de todo tipo (mediáticos, judiciales, gastronómicos) que por algún tipo de virtud artística. Y en E! recogieron el guante: ¿qué mejor baluarte que la chica–escándalo protagonice un reality show en el que exponga su extravagante vida cotidiana a los ojos de millones de personas en el mundo entero? El resultado no podría haber sido mejor: en su primera temporada en EE.UU., The Anna... fue uno de los shows más vistos de la TV por cable, con más de cuatro millones de televidentes por capítulo.
La fórmula es sencilla, y sus consecuencias no se le hubieran ocurrido ni al más astuto de los guionistas: acompañar cada una de las imprevisibles acciones diarias de Nicole es una aventura verdaderamente divertida. La voluptuosa mujer no defrauda: exagera, se muestra hiperactiva y no para de encapricharse con lo primero que se le ocurra (desde comer a cualquier hora hasta realizar un concurso en un restaurante italiano en el que gana quien continúe comiendo sin llegar a vomitar). Pese a que su físico ya no es lo que era, el sexo es la temática permanente, su atracción lúdica. No es casualidad que cada cinco minutos se esté tocando sus enormes pechos, recordados por el mundo entero no sólo por su magnitud sino porque hace unos años se le explotó una prótesis de silicona en pleno vuelo de avión. “¿Querés comer o ir directo al hotel?”, le preguntan luego de ir a la fiesta aniversario de Guess. “Quiero una orgía. Llevo dos años sin sexo”, responde sin ruborizarse. Así es ella: tremendamente frontal, brutal.
Las cámaras siguen cada uno de sus pasos, como a una estrella de Hollywood. La acompañan a esa fiesta aniversario –donde posa como antaño para sus “amigos” los paparazzi–, a comprar su nueva casa –cuya única condición es que posea una bañera en la que entre su voluminoso cuerpo–, a su primera visita al odontólogo después de 14 años –necesita ¡20 coronas!– y a un viaje relámpago a Las Vegas, donde va a un club nocturno y decide contratar a una bailarina para que pase unas horas a solas con ella. Como a toda estrella, a Nicole la sigue un grupo de aduladores que no hacen más que acompañarla en sus caprichos cual sirvientes: Howard Stern (nada que ver con la estrella radial: es su abogado y amigo), Kim Walther (ex masajista, asistente personal de la diva), Daniel (el hijo que Nicole tuvo en su adolescencia) y Sugar Pie (un perro en celo permanente que toma Prozac y visita a un terapeuta). Toda una tribu que hace de la frivolidad un estilo de vida. “¿Para qué pasan noticias?”, se pregunta Nicole mientras observa en su TV de 50 pulgadas, por casualidad, uno de tantos noticieros. “Lo único que hacen es deprimir a la gente”, se queja y, fiel a su estilo, estalla en una nueva carcajada, antes de volver a pedir a los gritos algo para comer. “Cualquier cosa, lo que sea”, subraya.

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Anna Nicole autogestionó su propio espacio en la señal E!.
 
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