ESPECTáCULOS

Una ventana para espiar las obsesiones de Mr. King

La ventana secreta parece una canibalización de varias obras del escritor estadounidense, pero se las arregla para mantener la tensión y renovar el crédito a su especial sentido del humor.

 Por Horacio Bernades

Desde hace rato, el arte de Stephen King consiste en la regurgitación y el autorreciclado. Basada en su relato Secret Window, Secret Garden, La ventana secreta no es la excepción. Suerte de fusión de El resplandor, Misery y La mitad siniestra, hete aquí nuevamente al autor de It explorando sus propios terrores o culpas, en la figura de un escritor de novelas populares a quien un buen día se le aparece su doble o mitad siniestra, exigiéndole el pago de un oneroso tributo por sus pecados literarios. Que sea repetido no quiere decir que sea malo: si se hace abstracción de su carácter multiderivativo, La ventana ... entretiene y sienta bien.
Como en Doble de cuerpo, el trauma de origen es aquí uno de los grandes terrores masculinos: Mort Rainey (un autoirónico Johnny Depp) encuentra a su esposa (la rubia lavada Maria Bello) en la cama con otro tipo. El hecho de que a éste lo encarne Timothy Hutton, que había sido el protagonista de La mitad siniestra, sirve como autocita. O, si se prefiere, como deschave de lo que vendrá, a partir del momento en que a la puerta de Rainey se presente un tipo que, como todos los monstruos marca King, es una caricatura hecha y derecha. Interpretado por un John Turturro tan sacado como de costumbre, el extraño dice llamarse Shooter, lleva sombrero de cuáquero y tiene un pesado acento sureño. Según dice, Rainey le copió un relato. Para cobrarse el presunto robo, está dispuesto a cometer toda clase de desmadres, empezando por ese clásico que es asesinar a una mascota adorable.
La sospecha despertada por cierto travelling inicial que encuadra la figura de Rainey en un espejo y pasa luego del otro lado –así como el hecho de que en la primera escena al protagonista se lo ve hablando consigo mismo– no hace más que reforzarse cuando el demente de Shooter empieza a amenazar justamente a aquellos a quienes Rainey quisiera ver muertos. De allí que resulte innecesario, sobreexplicativo y redundante que, sobre el final, la esquizofrenia del escritor termine cobrando cuerpo, literalmente. A pesar de ello y gracias a que para el realizador David Koepp lo pulp no tiene por qué ser sinónimo de berreta, La ventana secreta mantiene, a lo largo de casi todo su recorrido, tensión, intriga e interés. Sin olvidar ese humor macabro que King domina tan bien, y que encuentra un remate final tan negro, siniestro y concluyente –tan perfecto, en suma– como el que todo buen cuento se merece.

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Johnny Depp es aquí Mort Rainey, escritor de novelas populares.
 
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