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Julieta Venegas era un secreto bien guardado en el medio musical argentino, al menos hasta la reciente edición de su último disco, titulado enfáticamente Sí y convertido en un fenómeno de ventas en su país de origen. El conocimiento de la mexicana Venegas en Argentina, hasta ahora, tenía que ver con una ya lejana participación en Tijuana No, una banda de rock alternativo de los noventa que llegó vía MTV a la difusión continental, y por su vinculación artística con Gustavo Santaolalla (quien produjo su notable debut Aquí, en 1998). Pero sus dos primeros discos –aquel y Bueninvento, de 2000– no habían sido editados aquí y, por tanto, poco se sabía de sus canciones, aunque ella misma declaró (y declara) su admiración por el rock argentino y por Charly García, especialmente. El próximo jueves en La Trastienda llegará para Julieta Venegas el momento de tocar y cantar esas canciones en Buenos Aires.
–¿Tiene un significado especial la edición del disco y poder presentarlo en Buenos Aires?
–Sí. Para mí es como cerrar un círculo: siempre admiré el rock argentino y, por distintas razones, no se habían editado mis discos aquí. La verdad, se me hace increíble que un momento tan esperado por mí haya llegado. Me gustan mucho las canciones de varios artistas argentinos, no sólo Charly García, también Andrés Calamaro, Vicentico...
En México su nombre resulta familiar desde hace una década: era la chica “rara” del rock de allí, suerte de Polly Jean Harvey azteca, compositora e intérprete (además toca el piano y el acordeón, habilidades que la distinguieron inmediatamente). Vestía de oscuro y sus canciones, puede decirse, tenían cierta impronta dark. Con Sí, ya desde el nombre, ella elige mostrarse más positiva: viste pícaramente de novia en la tapa del disco, habla de amor y sensaciones placenteras en las 11 canciones del CD, tiene un hit continental en la bellísima balada Andar conmigo. Sí, además, tiene mucho que ver con Argentina: fue casi enteramente grabado en Buenos Aires, producido por Cachorro López, y en casi todas las canciones quien comparte créditos de composición es Coti Sorokin (autor del superéxito Color esperanza, popularizado por Diego Torres). El instinto pop de López detrás de la consola y de Sorokin en las canciones se hace notar en Sí. Un sonido que alumbra en la nueva década para la música pop hecha en América latina. Y del cual, por ejemplo, los casos de Diego Torres y Juanes resultan emblemáticos.
–¿Cómo resultó la experiencia de componer junto con otro músico?
–Tenía ganas de otra cosa, y tenía curiosidad por saber qué pasaba si es que me sentaba a componer con otra persona, qué salía de esa combinación. Coti viene de otro mundo, de otra escuela, pero inmediatamente me dio buena onda al conocerlo: me tomé un avión a Madrid para ir a escribir con él. Tenía mucha confianza y así resultó.
–¿Cuál es su mirada sobre las canciones que finalmente salieron?
–Para mí fue como crear un diálogo con alguien. Siempre fui muy intuitiva, pero esta vez con Coti tomamos una forma más clásica de darle forma a una canción. Eso se nota, porque los dos aportamos nuestra mirada.
Los medios mexicanos, a partir de la explosión de ventas del disco (más de 100.000 copias vendidas) y de la inevitable relación entre la situación personal y el carácter “luminoso” de las nuevas canciones, hurgaron en la vida sentimental de la cantante: ella apenas concedió que su novio es argentino y... punto. Pero sobre el tema hay una explicación para dar. Durante los noventa, Julieta Venegas estuvo en pareja con el músico chileno Alvaro Enriquez –líder de Los Tres, grupo clave del rock chileno e inspirador de un disco homenaje por parte de Café Tacuba, Vale Callampa– y su separación dio de comer a la prensa del corazón.
–¿Sigue provocándole incomodidad el seguimiento de los medios sobre su vida privada?
–Me volví más cuidadosa. No me place hablar de eso porque viví un divorcio en la prensa y no es algo lindo. Yo cuento mi historia en mis discos y, después, que cada uno interprete lo que quiera.