ESPECTáCULOS › LOS SOBREVIVIENTES DE LA SHOAH CON LUIS PUENZO

“Es conmovedor; cada frase, cada relato, vale una vida”

Por pedido de Steven Spielberg, el realizador de “La historia oficial” se encargó de registrar el testimonio de diez supervivientes del Holocausto que luego emigraron a la Argentina. El resultado es el film documental “Algunos que vivieron”, que el 24 de abril se verá aquí por televisión.

 Por Mariano Blejman

Son tan sólo unos rostros que miran frente a una cámara encendida. Relatan historias corales sobre el horror en carne propia. Sus recuerdos afloran a más de cincuenta años de haberse terminado la Segunda Guerra Mundial y son todavía vigentes porque son los suyos propios. Steven Spielberg, director de La lista de Schindler, tuvo la ocurrencia a mediados de los 90 de registrar los testimonios de aquellos que sobrevivieron al Holocausto. Así creó la Fundación Shoah, a través de la cual se tomaron 51.000 testimonios audiovisuales. De esos relatos estremecedores, 730 fueron filmados en la Argentina y diez podrán verse en el documental Algunos que vivieron, dirigido por Luis Puenzo, también realizador de La historia oficial en 1985, ganadora del Oscar. Es la primera vez que Spielberg delega imágenes en directores extranjeros, bajo Broken Silence (Silencio roto), una serie de documentales realizados por directores de cinco países distintos con la intención de relatar aquellos días de guerra. Se le suman al quinteto internacional Ojos del Holocausto por Janos Szasz de Hungría, Hijos del abismo por Pavel Chukhraj de Rusia, Infierno en la Tierra por Vojtech Jansy de la República Checa y Yo recuerdo por el polaco Andrzej Wajda de Polonia, el recordado director de El hombre de hierro. El 24 de abril Telefé transmitirá el documental argentino y Luis Puenzo reconstruye para Página/12 esos meses de trabajo en que la tragedia ajena se le hizo cotidiana.
–Usted nunca había hecho un documental, ¿cómo se sintió con este proyecto?
–Cuando se me planteó este trabajo nunca pensé en ser objetivo. Descreo de la objetividad en el cine en general y el documental en particular. Algunos que vivieron es un film tremendamente subjetivo, aunque no le agregué nada. Fue muy desgarrador. Hubo momentos en que teníamos que parar de trabajar porque estábamos todos llorando y no aguantábamos los relatos. Compartimos y convivimos con las víctimas durante meses enteros. Todas las historias son violentas y están contadas en primera persona. Nosotros no vivimos esa realidad, pero sí vivimos otras similares como la época del Proceso. Por eso, se remite indefectiblemente a cuestiones que uno conoce.
–¿Puede contar la génesis del proyecto?
–La Fundación Shoah viene testimoniando víctimas desde el ‘95, antes de que los sobrevivientes mueran. Spielberg hizo un primer documental llamado Survivers of the Holocaust, y luego James Moll (ahora director ejecutivo de la serie Broken Silence) hizo Los últimos días, que ganó un Oscar con historias de húngaros. Luego se decidió ampliar el programa a otros países. A los cinco directores nos dieron vía libre para hacer lo que quisiéramos. Se partió del mismo tipo de material, pero hicimos cosas muy diferentes. Yo quise poner en pantalla los rostros sólo con montaje. No quise filmar aparte, ni poner voces en off, ni comentarios. Sólo hay imágenes de inserts que también pertenecen a la fundación. Recién conocí sus instalaciones después de haber terminado. Fuimos a Los Angeles para encontrarnos con Spielberg en marzo del año pasado.
–¿Cómo estaba el material en crudo?
–Los testimonios son muy simples. Se trata de gente hablando a cámara, filmados de manera bastante irregular. Dentro de ciertas normas, algunos están mejor fotografiados que otros. Había algunos de cuatro horas y otros de tres. En Estados Unidos se están desgrabando y ordenando temáticamente el crudo. Ya que en los relatos hay experiencias que se cuentan donde aparecen nombres o apellidos, que pueden ofrecer trazos de memoria. El trabajo de reconstrucción es minucioso. Por otro lado se están pasando en los museos y hay un programa para ponerlos en Internet.
–¿Cómo eligió a los protagonistas?
–Era imposible ver los 700. Propuse algunos ejes temáticos a la fundación y me hicieron una selección inicial de 30 testimonios. Con eso trabajamos cinco personas: Hugo Primero, el compaginador; Esteban, mi hijo; Carlos Abate, el sonidista; los músicos, que fueron nominados a los premios Gardel, y nadie más. Los diez testimonios son sobrecogedores. Cada relato, cada frase, vale una vida.
–Les cortaba un pedazo de vida...
–O directamente una persona. El cine es un proceso de selección. Pero cuando monto imágenes mías el descarte es sobre mi propio trabajo. En este caso no había grabado los testimonios y no cortaba fílmico: sacaba vida. Se me produjo un paralelo muy fuerte con la actitud nazi, con el nazismo y la arrogancia fascista. Todo el tiempo en los propios testimonios surgía el tema de la fila derecha y la fila izquierda. Unos van a vivir; otros van a morir. Era la elección casi cotidiana nazi de arrogarse el derecho de decidir quién merece algo y quién no. Para nosotros era dificilísimo hacer casi lo mismo, salvando las inmensas distancias que hay: este testimonio sí y éste no. Entonces articulamos relato coral con lo que cada uno decía, lo sumamos a recuerdos de uno u otro, aunque fueran de países distintos. Y fue claro que no se necesitaba nada más.
–¿Qué le impactó de cada uno?
–Cada testimonio tiene una mirada diferente. Uno podría decir que es una experiencia común a todos y de cuestiones similares. Sin embargo, cada discurso es distinto. En algunos casos hay aproximaciones filosóficas; en otros, sentimentales o recuerdos concretos. Es diferente como se construye el relato, pero todos tienen esa mirada desde adentro del asunto. Se trata simplemente de gente contando lo que pasó.
–¿Encuentra paralelos en la decisión de emigrar a la Argentina?
–Llegaron aleatoriamente porque tenían parientes, porque tenían que irse a algún lado o porque un familiar les enviaba el pasaje. Hay una larga etapa desde que terminó la guerra hasta que se organizaron. La guerra se fue terminando de a poco. Después de finalizada, muchos quedaron en lugares lejanos; no tenían idea de qué pasaba con sus familias. Hubo un deambular entre campos de refugiados y ciudades. Fue un proceso complejo y después vino la etapa emigratoria. Llegaron muchos polacos, pero muchos otros volvieron a su tierra, como muestra el documental de Wajda.
–¿Cuándo conoció a los sobrevivientes?
–No los conocí –ni quise– hasta después de concluido el documental. Los vi en la primera y única presentación pública que hicimos. Aparecieron con sus familiares, nietos, hijos. Y fue muy emotivo. El más joven bordea los 60 años, es uno que nació durante la guerra y que vivió su primera infancia en esa época. Otros eran adolescentes, pero ninguno era muy grande. Nosotros estuvimos trabajando varios meses con sus testimonios y fue muy fuerte verlos.
–¿Cuál era su intención?
–Se hizo para televisión abierta. Para contarlo en términos masivos. Nos lo planteamos en su momento con La historia oficial. Porque cuando se reflexiona con el cine lo que está enmarcado en un rubro no cumple su función. Está hecho, visto y destinado para aquellos que no lo necesitan. Ven cine político aquellos que ya saben lo que les van a decir. Entonces es un círculo cerrado. Esa fue la perspectiva de La historia oficial y también de este documental. Quiero que la vean los que menos saben.
–¿Encontró paralelos con las víctimas de la dictadura argentina?
–Bueno, me habían dicho que había un hombre que sobrevivió a un campo de concentración nazi y que estaba en la AMIA cuando volaron el edificio. Nunca supe si esa historia era real. Pero la situación posterior al Holocausto, más el ataque a la Embajada de Israel y la AMIA, tiene una conexión que ellos mismos establecen en sus testimonios. Este documental sobre el Holocausto aporta para entender la dinámica cotidiana de la metodología fascista. Ayuda a comprender cómo se articula con lo que le pasa a la gente día a día: que una mañana ocurre una cosa, a los dos meses sucede otra. Y cuando no hay una perspectiva de lo que está pasando es difícil relacionar aspectos aislados. Muchos se preguntan por qué no se fueron si veían venir lo que sucedía; es lo mismo que se preguntaba aquí en el Proceso. Porque se repitió aquí una forma similar. Y es interesante comprender cómo se articula la metodología fascista desde lo cotidiano.

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“Nosotros no vivimos esa
realidad, pero sí vivimos otras similares como la época del Proceso”, evalúa Puenzo.
 
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