ESPECTáCULOS

Un camino que va de la fantasía a la frustración de la realidad

Balseros, de Carles Bosch y Josep María Domenech, pone el foco en los exiliados de Cuba, sin dejarse llevar por ningún prejuicio.

 Por Luciano Monteagudo

En agosto de 1994, en el marco de la agudización del “Período especial” que atravesó Cuba después del desmoronamiento de los socialismos del Este europeo, se produjo la llamada “Crisis de los balseros”: unas 50.000 personas –emigrantes económicos antes que exiliados políticos– se lanzaron desesperadamente a cruzar en balsas, de la manera más precaria y peligrosa, la estrecha franja de mar que separa la isla de las costas de Miami. Los periodistas catalanes Carles Bosch y Joseph María Domenech, del programa de televisión 30 minuts –habituado a cubrir los principales conflictos internacionales–, estuvieron allí y registraron la partida y las motivaciones de un puñado de esos balseros. Un año después, Bosch y Domenech volvieron a la isla, pero esta vez a la base militar estadounidense de Guantánamo, donde la mayoría de aquellos náufragos terminaron anclando y donde estuvieron virtualmente prisioneros, hasta que finalmente fueron aceptados por los Estados Unidos. Cinco años más tarde, los periodistas catalanes volvieron a reencontrarse con sus personajes –en Miami, Nueva York o Albuquerque– para ver qué había sido de sus vidas y sus sueños. El resultado es el documental Balseros, que tuvo el raro privilegio de ser premiado tanto en el Festival de La Habana como en el de Miami, con una parada intermedia en Hollywood, donde fue candidato al Oscar de la Academia.
“Una casa, un carro, una buena mujer”, parece todo lo que quiere Rafael, allá por 1994. Menciona la palabra “futuro” como un estandarte, mientras Misclaida confiesa que tuvo que “jinetear” para poder mantener a su familia y al mismo tiempo armar su balsa, con neumáticos viejos y tablas arrancadas de los bancos de las plazas. Todos hablan de “una aventura sin final”, salen de La Habana como si fueran deportistas camino al podio de los ganadores y prometen a sus amigos y familiares que lo primero que harán será enviar dólares (“para ropa, zapatos y comida”) e incluso pasajes. La realidad, sin embargo, se revelará muy distinta, a pesar incluso de que varios de ellos dejan atrás hijos y cónyuges.
Una vez en los Estados Unidos, aprenderán lo que es el capitalismo y se lo transmitirán a aquellos que sigan llegando. “Aquí, primero tienes que resolver solo tus propios problemas”, dice pragmáticamente uno de los balseros originales. “Y luego te ocupas de los problemas de los demás. Pero como uno tiene muchos problemas, no tiene tiempo de ocuparse de los otros.” Sin prejuicios ideológicos, escuchando las razones de unos y otros, los realizadores de Balseros tienen de su lado un cómplice ideal: el tiempo. Nunca estigmatizan a nadie y dejan que los años transcurridos hablen por ellos y lo que hicieron de sus vidas. El formato original, televisivo, a veces inclina demasiado el documental hacia el reportaje periodístico, en detrimento de los recursos propios del cine. Pero aun así, Balseros –que ya fue emitida en nuestra región por la señal de cable HBO– logra mantener su interés con una duración que excede en mucho la de un noticiero.

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La cámara sigue atentamente la historia de un puñado de balseros.
 
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