ESPECTáCULOS › ENTREVISTA CON THIERRY FREMAUX,
DIRECTOR ARTISTICO DEL FESTIVAL DE CANNES

“Tengo que decir más de 750 veces que no”

El responsable de la selección oficial del festival más influyente del mundo tiene que elegir 50 títulos entre 800.

 Por Luciano Monteagudo

Llegó el martes y mañana viernes es su último día en Buenos Aires, donde vino a interiorizarse del estado de la producción del cine argentino y relacionarse de manera directa con sus hacedores. Así de apretada es la agenda de Thierry Frémaux, el director artístico del Festival de Cannes, la máxima cita del cine mundial, diez días en mayo que pueden determinar la suerte (o la desgracia) de una película y el futuro de su realizador. Designado por el legendario patron de la muestra, Gilles Jacob, como su sucesor, Frémaux ya tiene cuatro ediciones a sus espaldas y, a pesar de su edad (44 años), una vastísima experiencia como historiador y cinéfilo, una pasión que cultiva desde su primera juventud en el Institut Lumière, de Lyon, un museo-cinemateca del cual actualmente es presidente y que, a diferencia de Cannes, le permite llevar “una vida normal”, según sus propias palabras. En diálogo con Página/12, Frémaux –que guarda absoluta reserva respecto de los films argentinos que podrían estar en el festival– habla de la significación de Cannes, de Jean-Luc Godard, de Michael Moore, de la diversidad del cine y de su futuro.
–Cannes ya lleva realizadas 57 ediciones y sigue siendo el festival más importante del mundo. ¿Por qué, cuál es la fórmula?
–Creo que sigue siendo el festival más importante porque nació así, con esa idea, con esa ambición. Pero hay dos cosas que decir. Es verdad que Cannes ocupa ese lugar central, como espacio para el arte del cine y también para el mercado. Pero también sabemos que ese lugar no se gana así como así para siempre, que cada año hay que revalidar ese título, conseguir las mejores películas del mundo, invitar a las estrellas, ocuparse de los directores. El trabajo más difícil, sin embargo, es lograr estar en sintonía con el cine de hoy. Si Cannes está a la altura de su propia leyenda es porque ha sabido cambiar acompañando los cambios del cine, e incluso anticipándose a ellos.
–Hace cuatro años que usted está a cargo de la dirección artística del festival y ya está preparando una quinta edición, ¿qué tradiciones ha decidido respetar y qué novedades está introduciendo?
–Creo que la mejor tradición de Cannes tiene que ver con la certeza de que es el festival de los autores, de los grandes directores, de aquellos que son capaces de hacer películas distintivas, diferentes, que pueden repensar el cine. Este es el linaje de Cannes, desde los años ‘50, con películas como La aventura, de Michelangelo Antonioni, o La dolce vita, de Fellini. Cuando La dolce vita ganó la Palma de Oro. Las opiniones de la época estaban divididas, no todos pensaban que se trataba de una gran película. Pero el tiempo le dio la razón a Cannes. Hoy la película es un clásico y nadie discute la estatura de Fellini como director. Es por eso que digo que Cannes siempre tiene que estar unos pasos más adelante, anticiparse al juicio del tiempo. Y justamente por eso también tenemos que estar abiertos a los nuevos directores, a las nuevas tendencias, a los nuevos modos de producción, en una palabra al futuro, porque el cine está en movimiento perpetuo, cambia constantemente. Y debemos considerar nuevos territorios, o volver sobre algunos, como es el caso de América latina. El cine latinoamericano, a fines de los años ‘60 y comienzos de los ‘70, estaba muy bien, tenía mucha fuerza, que luego perdió. Pero ahora la está recuperando y por eso estuvo tan bien representado en nuestra última edición, en mayo pasado, con las películas de Walter Salles y Lucrecia Martel en la competencia, además de las que participaron en la sección Una Cierta Mirada, no competitiva. En cuanto a las novedades, hemos decidido prestarles atención al cine documental, al cine de animación y al cine digital, es decir a todo el espectro del cine, también aquel que va dirigido al gran público.
–En ese sentido, la programación de este año fue más ecléctica, hubo films de autor, como los del tailandés Apichatpong Weerasethakul y el coreano Hong Sang-soo, pero también superproducciones de Hollywood como Troya. ¿Por qué?
–Bueno, Troya fue una manera de decir que Cannes también es el lugar de las estrellas. Es Brad Pitt en Cannes, pero también Cannes que recibe a Brad Pitt. Y a su vez tenemos que proteger las pequeñas películas que se ven al lado de los blockbusters. A mí no me gusta la palabra ecléctica, porque en Francia, al menos, tiene un carácter despectivo. No creo que la definición sea correcta. A mí me gusta mezclar películas populares con películas de arte. Y algunas sintetizan esa mezcla, como la coreana Old Boy, de Park Chan-wok, que ganó el Gran Premio Especial del Jurado. Es una película de acción y al mismo tiempo una película de autor.
–Esa combinación se da hoy particularmente en el cine coreano, ¿no?
–Sí, Corea es el país más interesante en este sentido. Por ejemplo, en nuestra competencia tuvimos este año dos películas, una claramente de autor, como La mujer es el futuro del hombre, de Hong Sang-soo, un film muy delicado, muy frágil. Y también tuvimos Old Boy, que es muy diferente. Pero a su manera los dos son autores. Es como hablar de las diferencias de estilo entre Flaubert y Proust.
–¿No hay un peligro de que las películas más “frágiles” puedan sufrir en la consideración de la prensa y de los medios masivos frente a las superproducciones, que con sus campañas de difusión cada vez más se llevan la atención pública?
–Tiene razón y ésa es una de nuestras misiones: cuidar esas películas “frágiles”. Tenemos que conseguir este equilibrio. Yo puedo poner en la competencia veinte películas de directores top, de autores, pero poco a poco la gente diría: “Cannes ya no es Cannes”. Tenemos que hacer esta mezcla. Y hay películas como Tropical Malady, de Apichatpong, a la que le fue muy bien en Cannes, sacó incluso un premio.
–¿Por qué Notre musique, la última película de Jean-Luc Godard, no estuvo en la competencia?
–El no quería participar de la competencia, simplemente quería mostrar su film. Pero también cada año debe demostrar que la competencia no está abierta solamente para los directores famosos, sino también para los nuevos. Por otra parte, mi trabajo como director artístico es también demostrar que no sólo existe la competencia, que se pueden encontrar muy buenas películas en la sección Una Cierta Mirada. Y lo mejor que puede suceder es que las películas de esta sección sean destacadas por la prensa y digan que hubiera sido bueno que estuvieran en la competencia.
–¿Cómo es el proceso de selección?
–Ahora está empezando. Vamos a ver unas 800 películas y no tengo idea realmente con qué nos vamos a encontrar. Yo diría que son las películas mismas, es el estado del cine el que finalmente hace la programación. Por supuesto, manejamos listas con las próximas películas de los directores consagrados, pero la parte más interesante del trabajo son las sorpresas, los descubrimientos. De alguna manera, la selección de Cannes es como preparar una gran cena: hay que poner platos diferentes, unos salados, otros dulces... Pero es también un trabajo duro. ¿Cuántas películas uno finalmente selecciona? Cincuenta o sesenta. Y tengo que decir 750 veces “no”. Por supuesto que hay más de cincuenta películas que me gustan, pero es la selección que cuenta para Cannes. A veces a una película se la ayuda rechazándola, porque puede ganar en otro festival. En cualquier caso, no trabajo solo sino con dos comités, uno para el cine internacional y otro para el cine francés. Y también escucho algunas opiniones de amigos periodistas.
–¿Qué piensa de la Palma de Oro a Fahrenheit 9/11? ¿No cree que, a diferencia de otras Palmas, que se perpetuaron en el tiempo, el premio a la película de Michael Moore ya quedó desactualizado?
–Hay que esperar más tiempo para decirlo. Habrá que ver si dentro de veinte años esta película todavía tiene algo para decir sobre su época. Creo que las películas de Andrzej Wajda sobre Solidaridad, como El hombre de hierro, por ejemplo, que en 1981 ganó la Palma de Oro, todavía están vigentes, porque ahora son parte de esa historia, se han convertido en un documento. Creo que tiene razón, que la película de Michael Moore trabaja sobre la actualidad, pero también es una manera de tomar el cine para decir algo sobre el estado del mundo. Pienso que, en este sentido, en unos años Fahrenheit 9/11 va a ser una pieza de historia sobre la era de George Bush.

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Para Frémaux, “son las películas mismas, el estado del cine el que finalmente hace la programación”.
 
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