ESPECTáCULOS › FATBOY SLIM, EL DJ QUE CAMBIO LA HISTORIA DEL DANCE

“Lo único que debo hacer es poner discos y payasear”

Será la estrella de la fiesta del 29 de enero en Mar del Plata, en un entorno playero donde sus instintos se liberan mejor. Norman Cook, alias Fatboy Slim, afila las bandejas y analiza pasado, presente y futuro de su oficio.

 Por Roque Casciero

¡Danger! La alarma está encendida. ¿Será cierto que el tipo antes conocido como “el mejor entrevistado del mundo” se ha convertido en un amargo que cuida cada una de sus palabras? Al menos eso es lo que indican los últimos reportajes que se le hicieron a Norman Cook, alias Fatboy Slim, el hombre que fue (semi) oscuro bajista de los Housemartins y luego se convirtió en luminosa estrella global detrás de las bandejas. Pero la alarma se diluye apenas Cook levanta el teléfono de su casa en la playa inglesa de Brighton: el que habla es Mister Simpatía en persona, el mismo que sonreía cancherísimo mientras el mundo caía rendido ante The Rockafeller skank y Praise you, los hitazos de You’ve come a long way, baby (1998).
Claro que él mismo reconoce que ha cambiado. En los años que pasaron entre Halfway between the gutter and the stars (2000) y Palookaville (2004), el maravilloso mundo de Norman se sacudió más que Christopher Walken en el impresionante video de la canción Weapon of choice. Por un lado, estuvo a punto de irse al demonio el matrimonio de Cook con Zoe Ball, famosa presentadora de la BBC, quien durante un par de meses lo dejó con el hijito de ambos y se fue con otro DJ. La pareja se reconstruyó, pero durante un tiempo sus integrantes fueron centro de atención de los tabloides amarillistas, que llegaron a pincharles los teléfonos. Además, Norman/Fatboy ya no puede hacer fiestas en la playa de Brighton porque la segunda se le fue de las manos: esperaba 100 mil personas y fueron 250 mil, faltaron transporte y baños (la ciudad olió a pis durante una semana) y murió una turista australiana (ver aparte). “Eso hizo que me diera un poco de miedo hacer fechas en la playa en Inglaterra”, reconoce. “Entonces pensamos que si en el resto del mundo hay montones de playas hermosas, ¿por qué no tocar ahí?”. En ese plan, Fatboy Slim (y sus camisas hawaianas y su botella de vodka y sus discos electrizantes) regresarán a la Argentina: si en su visita anterior sólo pudieron verlo algunos VIP en Pacha, esta vez cambiará a música para las masas de vacaciones, porque su set será en el punto más alto de la fiesta Nokia Trends (junto a Layo & Bushwacka! y Aldo Haydar) el sábado 29 en Mar del Plata.
–¿Qué es lo que le atrae de tocar en la playa?
–No sé. Vivo en la playa y siempre tuve mi hogar en playas. Cuando era chico vivía tierra adentro y cada vez que nos aburríamos un sábado a la noche, decíamos: “Hagamos una fiesta en la playa”. Nos juntábamos unos veinte y nos íbamos para allá. Nos sentábamos alrededor del fuego y tocábamos la guitarra. No sé, siempre me gustó la idea de la fiesta en la playa. Y después, cuando hicimos la primera en Brighton, había algo especial en ver los barcos que se acercaban y hacían fiestas privadas mientras miraban la fiesta en la playa... No estoy seguro de qué es, pero lo cierto es que hay algo romántico en una playa hermosa. Todos lo pasan bien, la gente sonríe mucho.
–¿Cuál es la diferencia entre hacer un show en la playa o en una disco?
–En la playa no podés disminuir la tensión, todo tiene que ser a lo grande, así que hay que trabajar más duro. Siempre hay una vibración distinta cuando el lugar no tiene techo. No hay lugar para la sutileza, tiene que ser bang, bang, bang, grande, grande, grande.
–A usted se lo conoce por hacer esa clase de sets en todas partes.
–Es probable que sea por eso que me va bien en la playa (risas). Nunca fui muy bueno en eso de ser sutil.
Otro cambio importante en la vida de Norman Cook es que, si bien él todavía mantiene su status de estrella, en Europa la escena de música electrónica, de los DJ trotamundos y las raves multitudinarias, perdió casi todo su terreno a manos de la ola retro rock. “El dance está en caída libre”, dijo Cook en una entrevista y sonó como si él le tirara encima la última palada de tierra. Pero no. “Básicamente, dejó de ser moda y la gente tuvo ganas de escuchar a los White Stripes y a las bandas de rock”, explica. “Pero es sano, porque el dance se había puesto un poco complaciente, no avanzaba. La escena todavía está muy bien, sólo que no somos la moda de este mes. Ya volveremos. La gente joven quiere bailar, emborracharse y coger, y nosotros siempre les daremos la banda sonora para eso, así que nunca perderemos nuestro trabajo. Puede que no estemos en los rankings, pero seguiremos teniendo trabajo.”
–El hecho de que el dance ya no apareciera en los rankings, ¿fue una presión para tomar otro camino en Palookaville?
–No, fue un incentivo. Al ser el cuarto álbum, no quería repetirme, así que quería probar cosas nuevas. Y también parecía el momento adecuado para probar nuevos terrenos.
–En el disco volvió a tocar su viejo bajo, el que usaba en Housemartins.
–Sí, está viejo y oxidado. No había tocado un bajo hasta que trabajé en el disco de Blur. Igual, más o menos me acordaba de cómo era tocar. Más o menos...
–¿Haber producido a Blur le sirvió como inspiración para volver a trabajar con músicos en sus propios discos?
–Sí, me había olvidado de que podía ser divertido. Había tenido algunas malas experiencias trabajando en bandas y pensaba: “Dios, si estuviera solo no me tomaría tanto tiempo”. Casi había jurado no volver a hacerlo. Pero cuando me ofrecieron trabajar con Blur me sentí muy honrado y decidí ver cómo resultaba. Si estás en un estudio con gente tan talentosa, tan divertida y tan abierta a nuevas ideas, entonces es un placer. Y yo me había olvidado de eso. Con los años me había cansado y me había puesto cínico. Pero si trabajás con la gente adecuada... Nos fuimos al desierto en Marruecos sin nada más para hacer, así que teníamos que llevarnos bien. Y realmente lo pasamos muy bien: terminamos amigos e hicimos buena música.
–Pero ellos no lo estaban pasando tan bien con la partida del guitarrista Graham Coxon...
–Claro, pero él ya se había ido cuando llegué, así que no vi la parte mala. Ellos se sentían liberados porque ya no había quilombos.
–Usted dijo que Palookaville es más para escuchar en casa o en el auto. ¿Por eso es que no pone los temas en tus sets?
–(Piensa.) Sí, puede ser. No fue concebido como un disco para las pistas. Obviamente, está basado en la música dance porque es lo que siempre hice, pero no es un disco bailable. Lo testeamos viajando en auto hacia el festival de Glastonbury y funcionó bien. Después lo pusimos en un par de asados en el verano y funcionó bien, entonces dije que era un disco para manejar y hacer asados. Es para cuando volvés de la discoteca, en todo caso. Y no pongo los temas en mis sets porque muchos son un poquito lentos.
–¿Tenía planeado que el disco resultara así?
–No, el plan era ver qué onda, sin reglas. Y eso incluía que no fuera obligatorio que los temas funcionaran en la pista de baile.
–El año pasado, en una playa de Río de Janeiro no puso ningún tema suyo. ¿Ya se aburrió de hits como Praise you o The Rockafeller skank?
–Estoy aburrido de esos temas, pero ésa no es la razón por la que no los pongo. Sucede que no encajan con la clase de set que estoy haciendo. Rockafeller... es muy rápida, como un disco pop, y Praise you es lenta... Quizá la ponga como último tema de la tarde, pero no durante el set porque el ritmo es completamente diferente. Igual, mejor no la pongo, todo el mundo debe estar harto de escuchar The Rockafeller skank o Praise you, nadie debe querer escucharlas otra vez...
–Vamos, usted sabe que no es así...
–Bueno, quizá ponga Praise you. Si la pongo, puede poner que fue quien me lo sugirió. Puede impresionar a las chicas diciéndoles “fue mi idea”.
–“Es que somos amigos desde hace mucho tiempo...”
–Claro (risas).
–Bueno, usted hará lo mismo sobre Paul McCartney, su vecino en Brighton.
–Justo iba a decir eso, porque fui a ver a McCartney en Glastonbury y sus dos primeras canciones no funcionaron muy bien. Entonces yo, que estaba bastante borracho, agarré mi celular y en broma empecé a decir: “¡Paul!¡Paul! Que la próxima sea Live and let die”. A mi alrededor todos se reían, pero Paul tocó Live and let die. Entonces todos los borrachos decían: “Man, está hablando con Paul McCartney” (risas), porque saben que lo conozco. ¡Y empezaron a pedirme los temas a mí para que hablara con Paul! Pero lo mejor fue que también pegué la siguiente, así que todos estaban convencidos de que estaba hablando por mi celular con Paul mientras tocaba en Glastonbury. Usted puede hacer lo mismo: agarre su celular: “Norman, Norman, tocá Praise you”. ¡Y todos van a creer que tiene línea directa conmigo!
–Y cuando habla de verdad con McCartney, ¿le pregunta sobre Los Beatles o qué?
–No, nunca hablé de eso porque sé que está harto de que le pregunten sobre Los Beatles. Yo soy demasiado fan y los primeros meses me costó mucho verlo como Paul el vecino y no como Paul el Beatle. Pero si lo veo como Paul el Beatle no puedo ni hablarle, así que me acostumbré a que sea Paul el vecino y trato de olvidarme de que fue parte de The Beatles. Y sobre nuestras conversaciones... Hablamos sobre bebés, porque él fue papá hace poco, y mucho sobre la prensa, porque ambos tuvimos problemas con los tabloides y los paparazzi.
–¿Los tabloides y los paparazzi son lo peor que trae la fama?
–Diría que sí. Eso y enfrentarte a acosadores que quieren matarte, por supuesto (se ríe), pero todavía no tuve ningún problema así. Lo de los paparazzi es el peor precio que hay que pagar, pero tampoco es demasiado alto. Sólo hay que ser cuidadoso. No se puede andar vagando por ahí sin remera y si dormís con la persona equivocada, no dejes que lo descubran (risas).
–Bueno, pero a usted le intervinieron el teléfono para escuchar sus conversaciones, por ejemplo.
–Sí, es que mi esposa es tan famosa como yo en Inglaterra y estuvimos separados durante un par de meses. Y durante ese tiempo me sentí como un zorro durante la cacería. Fue molesto, pero no es un precio demasiado alto en comparación con los buenos momentos. Nunca me quejo.
–¿Es distinto ser DJ después de los 40?
–Sí, me lo tomo con mucho más calma. La conjunción de viajes y quedarse levantado todas las noches es agotadora. En algunos países la gente baila hasta las 8 de la mañana. En Ibiza, por ejemplo, el horario top es de 6 a 8. Después de eso das vueltas hasta las 10 y si tenés que volar al mediodía, apenas dormís un par de horas. En los viejos tiempos eso me gustaba mucho, pero ahora casi siempre me voy a casa desde el show. Tomo mucho antes y durante el show, me divierto mucho, y a lo sumo me tomo un trago más antes de irme a casa, excepto la última noche del tour, cuando puedo enloquecer. Hace cinco años enloquecía todas las noches, pero ya no puedo. Al día siguiente duele demasiado.
–Usted habló muy abiertamente sobre los problemas que ese estilo de vida le había traído a su familia.
–Sí. Antes no tenía responsabilidades y si alguien me decía: “Así vas a morirte”, le respondía: “¿Y qué?”. Pero ahora tengo esposa y un hijo, así que dejé de fumar, voy al gimnasio... Trato de limitar el daño que me hago a mí mismo. Salvo que sea la última noche del tour, como dije, porque puedo dormir en el avión que me lleva a casa.
–Limitar el daño no es lo mismo que detenerlo, claro.
–Sí. No puedo abandonar del todo. Es un gran estilo de vida: lo único que tengo que hacer es poner discos y payasear. No voy a abandonar eso, si encima me pagan (risas). Sólo me aseguro de volver entero a casa.

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Fatboy pasó de tocar el bajo en The Housemartins a ser una estrella mundial de las bandejas.
 
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