ESPECTáCULOS › EL CHAQUEÑO PALAVECINO COPO LA PLAZA PROSPERO MOLINA

Un criollazo superstar

Por K. M.
Desde Cosquin

Los buenos pronósticos de este Cosquín con plaza remodelada y más expectativas que otros años depositadas terminaron de cumplirse con la actuación del Chaqueño Palavecino. Unas once mil personas coparon la plaza Próspero Molina en lo que fue el mayor lleno en la historia de Cosquín (la remodelación implicó una ampliación de la capacidad de la plaza que la llevó a 10.800 butacas). Queda claro que el Chaqueño es hoy el artista más convocante del folklore, un podio que años anteriores ocuparon Los Nocheros o Soledad. ¿Qué tiene este hombre de chambergo grande y sonrisa gardeliana para generar tanto revuelo cada vez que aparece?
Los números que maneja son desproporcionados para el folklore actual, que ya no se nutre del “boom” comercial que marcó la moda folklórica de mediados de los noventa. Su último CD, Juan de la calle, ya es disco de oro a sólo dos meses de salir a la venta. Entre los nueve discos de su carrera lleva vendidas nada menos que 600.000 unidades. Cobra los cachets más caros del folklore (en esta edición de Cosquín actuó por 40.000 pesos, y vendió entradas por unos 180 mil) y no para de actuar. Entre enero y febrero acumulará 39 shows, entre ellos, todos los festivales más importantes del verano (estará también en Tunuyán, Villa María, la Serenata de Cafayate, La Chaya y Baradero, entre muchos otros). Para recorrer los 25.000 kilómetros que acumulará sólo en estas giras de verano, adaptó un micro de dos pisos que cuenta con sala de juego y dormitorio en suite.
El Chaqueño llegó a Cosquín como toda una celebridad, entre gritos de señoras que lo esperaron largo rato en la entrada de artistas de la plaza. “Era fija que se iba a amontonar todo este bicherío”, aceptaba resignado Gustavo, encargado de seguridad, con la esperanza puesta en repuntar la puntería con las fans con Los Nocheros. El show de más de dos horas que montó incluyó una puesta escenográfica que intentaba recrear una escena campera en la que se mezclaban fardos de alfalfa, aljibe, carreta, tranquera y un costillar asándose a las brasas, que repartió entre un par de afortunados. “El Chaqueño podría venir, cantar como siempre y romperla igual. Pero queremos nivelar para arriba con una puesta integral”, explica su manager, Fernando Issa, respecto de este show que ya llevó al Luna Park y a Mar del Plata.
Con un repertorio más matizado entre lo folklórico tradicional y lo folklórico del cachondeo romántico, el Chaqueño sabe mostrar todo lo que hay que mostrar para gustar a la mayoría. Alaba el festival y gasta a sus críticos (“en diciembre le daban con un palo, hoy están calladitos la boca”), charla con la popular, se muestra como un hombre de tierra adentro y facón en la cintura, corta el asado y entrega costillita, pan y vaso de vino al camarógrafo, al técnico, a los de la primera fila. Toma vino con los locutores, los carga por copiar a Mahárbiz, grita el “Aquí Cosquín”. Pasa videos con indígenas del Chaco salteño, con la Virgen de Tartagal, y otros de estética más gauchita, bailando chacarera en patios de tierra con chinas de trenzas. Su imagen se construye recalcando que es un hombre que viene de abajo y que no lo olvida, un igual. Alguien que podría seguir manejando un colectivo, o quizás haberse quedado cuidando cabras en el monte de Rancho Ñato donde nació, en el límite con Paraguay y Bolivia. Un héroe folk que torció su destino.

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