ESPECTáCULOS › MUSICALES, MELODRAMAS, ARTES MARCIALES Y FILMS DE AUTOR
Hollywood Made in Hong Kong
Un verdadero breviario para entender el cine hongkonés, en todas sus etapas y estilos, es el ciclo que desde hoy ocupará la sala Leopoldo Lugones, con films inéditos en Argentina.
Por Horacio Bernades
El musical, el melodrama, el cine de espadachines, la película de artes marciales, el pastiche hiperquinético y hasta el más exquisito film de autor. A lo largo de su historia y reinventándose a cada paso, el cine de Hong Kong pasó por todas esas fases, sumando públicos en el camino. Lo que llevó medio siglo construir, aquí habrá ocasión de presenciarlo en quince días. Como si se tratara de un verdadero Breviario para entender el cine hongkonés, desde hoy y hasta el miércoles 11 de mayo la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín expondrá todas esas etapas y estilos, en un ciclo que lleva por título Made in Hong Kong: un paseo histórico por el cine de la península. Y que promete llevar al éxtasis a la cinefilia local, todavía no repuesta del paso del huracán Bafici.
Organizado por el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina, el paseo de la sala Lugones está organizado en 14 películas, que arrancan con los primeros sucesos de fines de los años ’50 y llegan hasta Wong Kar-wai. Entre los musicales de la superstar Grace Chang (homenajeada por Tsai Ming-liang en The Hole) y Mr. WKW, Made in Hong Kong desplegará toda la gama de lo posible. Lo más alto del cine de artes marciales, representado por los maestros King Hu y Chang Cheh; la nouvelle vague hongkonesa de los ’80, encarnada por Ann Hui; Jackie Chan en plena época de oro; la demencia cinematográfica de Tsui Hark y John Woo. O, si se prefiere, música, lágrimas, tiros, patadas e inauditas acrobacias físicas, intelectuales y formales.
Todo empezó con la huida de China y terminó con el regreso a la madre patria. En los primerísimos ’50, poco después de que Mao tomara el poder, buena parte de los más altos capitostes de la industria cinematográfica china emprendieron el camino del exilio, al percibir que en ese momento quedaba clausurado aquello que ambicionaban: hacer plata –mucha plata– con el cine. Se radicaron en Hong Kong, la antigua Cantón, y montaron una industria que rápidamente se convertiría en la Hollywood de Extremo Oriente. Todo se hizo a imitación de lo que los moguls de los estudios habían impuesto al otro lado del Pacífico: sistema de estrellas, fabricación en serie, películas para todos los públicos, una producción basada en el cine de géneros. ¿Qué géneros? Los mismos que en Hollywood: comedias, musicales, melodramas. No policiales (eso vendría más tarde) ni películas de guerra, porque Hong Kong no tenía guerras para librar.
De esa primera horneada son las películas que se verán en la Lugones durante los primeros días de Made in Hong Kong: hoy, Mambo Girl (1957); mañana, La rosa salvaje (1960); el jueves, Amor eterno (1963). Las dos primeras están protagonizadas por la superestrella Grace Chang, actriz y cantante (de ella son los temas que se oyen en The Hole), que en ellas pasa de ser una Silvana Mangano adolescente y de ojos rasgados, a alter ego oriental de Marlene Dietrich. Amor eterno es, a su turno, lo más parecido a Romeo y Julieta que haya dado el cine asiático, con fuertes aportes de la opereta popular china. Los ’60 son la década del wuxia pian, o capa y espada a la china. Suerte de fusión entre el western, el cine de aventuras y el de samurais, fue desarrollado sobre todo por la poderosísima productora Shaw Brothers (a la que homenajea Tarantino en Kill Bill, colocando su logo al comienzo de la película) y refleja ya, en la vastedad del Cinemascope a todo color, la venturosa marcha comercial del cine hongkonés por aquella época.
Tres de los más altos exponentes del wuxia pian podrán verse en la Lugones: el viernes, El gran maestro ebrio, de King Hu (Come Drink with Me, 1966); el sábado, El espadachín manco (The One-Armed Swordsman, 1967) y el lunes 2 de mayo, Golden Swallow (1968), las últimas dos dirigidas por Chang Cheh. King Hu y Chang Cheh elevaron a la categoría de gran arte narrativo, físico y coreográfico este género que empezó siendo meramente explotativo, y las tres películas programadas están entre sus títulosesenciales. La década del ’70 es la de la explosión del kung fu y las artes marciales, propulsado a toda escala por la consagración planetaria de Bruce Lee. De esa línea de producción, Made in Hong Kong presenta, el martes 3, El beso de la muerte (1973), brutal historia de venganza femenina, realizada a la sombra de las blaxplotation con Pam Grier filmadas del otro lado del Pacífico, y el miércoles 4 La casa de té (1974), en la que un humilde inmigrante chino enfrenta a la mafia, a pura patada y dedos magnéticos.
Para presenciar cómo las películas de artes marciales se convierten en gran arte hiperquinético y acrobático, habrá que hacer una pausa hasta el sábado 7, cuando el gran e inimitable Jackie Chan haga su aparición con uno de los picos más altos de su obra: Police Story, de 1985. Pero entre una cosa y otra, a comienzos de los ’80 los grandes estudios hongkoneses cayeron por su propio peso, siendo remplazados por una miríada de productores independientes. Esta reconversión daría lugar a todo el cine posterior de la isla y, en términos estéticos, a lo que se conocería como “nueva ola” del cine de su país. Uno de los nombres claves de esta movida es el de Ann Hui, una de las primeras realizadoras hongkonesas. De ella se presenta, el jueves 5 en la sala Lugones, Amor en una ciudad tomada (1984). Allí, el Cary Grant oriental, Chow Yun-Fat, es un playboy intentando conquistar a una exiliada, en la Hong Kong de los primeros años ’40, a punto de ser ocupada por los japoneses. Del mismo año es el cínico policial El largo brazo de la ley, que ocupará la sala de la calle Corrientes el viernes 6.
De allí hasta el final, el ciclo es tomado por los grandes autores. Los de acción, como Tsui Hark y John Woo, y ese emblema absoluto de refinado artista visual que es Wong Kar-wai. Del acumulativo, desenfrenado Tsui Hark se verá, el domingo 8, una de sus obras mayores, Peking Opera Blues (1986), típico pastiche en el que el género de espías se fusiona con el cine de época, la comedia y la acción. Todo ello, a mil por hora y con varios miles de ideas por plano. Discípulo pleno de Tsui es John Woo, que no necesita presentación, y cuyo frenesí melodramático, adrenalínico y visual se descargará con uno de sus clásicos, A Better Tomorrow (1986). Se exhibirá el martes 10, con el imaginativo título de Los colores verdaderos de un héroe. Cierra el ciclo, el miércoles 11, As Tears Go By (1988), opera prima de Wong Kar-wai, en la que el futuro romántico del cine de la región se las ingenia para injertar una melancólica love story en medio de un film de gangsters.
Faltaban todavía nueve años para que el ex protectorado británico fuera devuelto a manos chinas, y la industria del cine hongkonés volviera al punto en el que estaba en 1950, confirmando que en Asia el tiempo es cíclico. Pero eso ya es parte de otra clase de ciclo.