ESPECTáCULOS › “BOOGEYMAN, EL HOMBRE DE LA BOLSA”

Devuélvanlo al placard

Por M. P.

Al papá de Tim se lo llevó el cuco, una noche en que su padre pretendía asegurarle que no debía temerles a las sombras escondidas en el placard de su cuarto de infante. Por eso es que Tim creció hasta hacerse hombre víctima de un irracional pero contundente miedo a la oscuridad y a los placares. Pero el paso por más de un establecimiento mental logró convencerlo de que en el mundo racional no existe el cuco, y que lo más probable es que su padre los haya abandonado a él y a su madre, y lo demás sea un producto de su imaginación. Sin embargo, con la muerte de su madre, Tim decide abandonar un presente con casamiento inminente y una novia pulposa para visitar los restos de su pasado, donde aún le queda por pasar un susto solo y definitivo. Así como en el mundo de las películas pornográficas lo único que no se puede fingir es la eyaculación masculina, en las películas de terror lo que importa es el monstruo. Confusa, enrevesada e incoherente, Boogeyman es una película dedicada sólo a demorar la aparición de su monstruo. Como un semental con una sola bala, la película de Stephen Kay retrasa el momento de la verdad con gritos, susurros y toda clase de clichés narrativos y de los otros, pero cuando tiene que hacer lo suyo, queda claro que no hay allí gran cosa. Sólo un gran vacío ocupado por un sustito inconducente, de esos que no dejan nada, ni siquiera el recuerdo de lo que no fue.

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