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Luces y sombras de un género importado

 Por Emanuel Respighi

Amparadas en el plus extra que en Argentina se le otorga a todo lo extranjero, las adaptaciones locales de varias sitcoms traían, a priori, un aire renovador a la pantalla chica. Tras el éxito de audiencia de La niñera, la televisión decidió –fiel a su estilo– echar mano a un género desconocido para la industria local. Con Casados con hijos, ¿Quién es el jefe? y la local Amor mío, Telefé vio el filón e inauguró una nueva era en la TV, de la mano de Sony. Claro que no por tratarse de un formato novedoso, con técnicas, ritmo y lenguaje particulares, las series lograron refrescar el tipo de comedia con el que la televisión vernácula tenía acostumbrado a los televidentes. De hecho, las tres comedias –aún con sus singularidades– basan su trama en el esquema archirreconocido de los típicos enredos familiares, echando mano a una serie de recursos muy revisitados (malos entendidos, confusiones, choque de opuestos y una larga lista de etcéteras).
Con un tiempo prudencial de emisión, hay algo que queda claro entre las comedias de situaciones: la forma en que el género tomó tintes locales llevó a que la novedad no pase tanto por el contenido, sino más bien por la etiqueta en inglés que da status (sitcom). Aun cuando se les reconoce una manifiesta intención de hacer reír permanentemente, la ininterrumpida sucesión de gags que maneja el género puede convertirse en un recurso desgastante si la calidad de los chistes, bromas o comentarios no logran despertar al menos una sonrisa del otro lado de la pantalla. Por más esfuerzos y mohínes que hagan los protagonistas para lograr el efecto deseado.
En Casados con hijos, por ejemplo, ningún espectador se daría cuenta de que se trata de una serie extranjera si no fuera por el tono elevado de las actuaciones de Guillermo Francella, Florencia Peña y compañía. La adaptación local, realizada por Axel Kustchevazky y Diego Alarcón, los mismos guionistas de La niñera, peca de ambiciosa: en su afán de ajustarla a las costumbres locales, Casados con hijos perdió absolutamente la esencia transgresora de la original. Así como una de las virtudes de la versión Telefé de La niñera fue que la adaptación mantuvo el humor algo naïf e ingenuo de la original, en Casados con hijos el humor negro y corrosivo de la versión estadounidense desapareció por completo. De hecho, los momentos más graciosos de la adaptación surgen a partir de los mohínes de Francella y Peña, quienes –deliberados o no– despliegan los mejores recursos de sus repertorios. Aun en un género que basa su gracia en la composición del guión y no en el histrionismo de los actores.
Diferente es el caso, en cambio, de ¿Quién es el jefe?, la otra adaptación de Sony. La historia de un empleado doméstico que trabaja en la casa de una publicista soltera y con un hijo a cuestas es tan inocua en la original como en la versión local protagonizada por Nicolás Vázquez y Gianella Neyra. Intentando acaparar al público infantil que tanto rédito le dio con La niñera, Telefé apostó al mismo argumento a la Cenicienta, sólo que aquí el patrón es mujer y el mucamo hombre. Claro que entre una y otra serie hay una diferencia vital: la conformación del elenco. Mientras en La niñera Peña era la protagonista, aquí lo es Neyra (que no puede despegarse del todo de la actuación telenovelesca); ni tampoco Carmen Barbieri es Mirtha Busnelli. Ni existe un mayordomo como el que interpretó Roberto Carnaghi...
En tanto, la ¿primera? sitcom local no es otra cosa que una suma de clichés del género. El típico esquema de dos-que-se-odian-y-al-mismo tiempo-se-aman-en-una-convivencia-forzada es el motor vital de Amor mío, sólo que llevada al extremo: no pasa un capítulo en el que los gritos entre los protagonistas no se hagan oír por varios minutos. Es la sitcom de la histeria, con un agregado que completa el plato: la presencia de Romina Yan como protagonista. Pero al menos Amor mío tiene un consuelo: no haber gastado una millonaria cifra en dólares en la compra de derechos.

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