ESPECTáCULOS

Amanda y Alberta

Sus mujeres de la TV son más parecidas de lo que ella misma querría: carismáticas y solas. Una, la del 2004, quedó soltera y con hijo a cargo, dispuesta a no negar ni huir del retraso mental del vástago; la segunda, Alberta, quedó viuda y dio el paso al frente que desestructura, por estos días, al sistema mafioso. ¿Más coincidencias? Dispuestas al romance por fuera del canon de normalidad: Amanda se travestía, participaba de tríos, se atrevía a las relaciones ocasionales sin papeles ni promesas, prometía el carácter de un ama sadomaso... Alberta tiene un hijo extramatrimonial, coquetea aun siendo viuda reciente, le llegará la hora del affaire con un tipo menor. A las dos las interpreta algo susurradas, muy moduladas, calmas, pero con una mirada que se clava en el otro y delata la furia interior. Porque si algo comparten Alberta y Amanda es su condición de furiosas, levemente rencorosas, aunque no asumidas con su entorno de opresión, no conformadas con el rol de sometimiento que se les reserva a las mujeres de su tiempo (los años ’40 y ’50), feministas y algo masculinizadas a conciencia de la sensualidad que eso implica, indecisas entre cargar el arma o dedicar la caricia materna, adelantadas a una época (en tiras de época) que les reserva el mote de raras.

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