ESPECTáCULOS

Un paso adelante de la cámara

Con la llegada de Carlos Sorín, el director de El perro, la vida de Walter Donado comenzó a cambiar. Se conocieron en un comercial de La Serenísima donde aparecía un tucán en el hombro de una persona. Donado fue a visitarlo y el director lo increpó: “Sorín me miraba un rato y después preguntaba: ‘¿Actuaste alguna vez?’ Le decía que no, y después me iba con mis animales”. Mientras hacía relación con Sorín –quien dejaría definitivamente su agencia publicitaria con Historias mínimas– seguía su carrera en el cine. En la película Che, de Juan Carlos Desanzo, aparecía un inmenso soldado diciendo: “Mi general, mire lo que conseguí para comer”. Era Donado con una boa en sus manos; ningún otro se animaba.
Pero un día Sorín lo llamó por teléfono. “Tengo que hablar con vos. Venite para mi oficina.” Cuando llegó estaba también Oscar Kramer, el productor. Sorín miró a los demás y preguntó: “¿Y, qué les parece?”. Los demás asintieron. “¿Querés trabajar en mi próxima película?”, preguntó Sorín. “La última vez que actué fue de Belgrano en el colegio”, contestó. “Tenés que hacer de vos”, contestó Sorín. Después conoció a su par Juan Villegas, que tenía el curioso rol de estacionar la camioneta de Sorín y un día antes de viajar a Trelew para rodar El perro se sintió inseguro. “¿Y el libro?”, le preguntó a Sorín. “No te lo doy”, contestó. “Si tenés que hacer de vos, ¿qué pretendés?, ¿ensayar?” Pero claro, Donado también se puso al cuidado del perro Bombón. Después del film, muchos actores a los que había asistido durante tantos años con sus animales lo felicitaron: “Pero no me subo al caballo de la fama”, dice en una precisa metáfora animal.

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