LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Cómo comunicar

Julián Maradeo presenta el desarrollo de una estrategia de comunicación generada en un pueblo cordobés a partir de la problemática de la fumigación. Dos miradas para ayudar a comprender la complejidad de la comunicación actual.

 Por Julián Maradeo *

A fines de marzo, junto a Juan Alfaro y Luciano Lahiteau, realicé una serie de entrevistas en Córdoba a distintos colectivos que, a raíz de las mortales consecuencias de la sojización, se oponen a este cultivo transgénico, el cual, entre la cosecha de 1996/97 y la de 2008/09, pasó de ocupar 1.818.700 has a 5.128.458 has en la provincia mediterránea.

Uno de los pasos iniciales de estos colectivos fue organizarse para poder reclamar con razonables posibilidades de éxito. No obstante, ante la petición de control estatal, el común denominador ha sido el silencio.

Como cualquier demanda de un sector de la sociedad que es deliberadamente ignorada, lo siguiente es procurar visibilizarla. En ese proceso de visibilización, cuyo objetivo es mantener latente la demanda, es clave cómo se comunica el motivo por el que se ocupa el espacio público con una finalidad muy otra que la de transitar. El diseño de cómo comunicar posibilita forjar alianzas, lo que conducirá, en un momento dialógico, a expandir la demanda inicial con el objeto de integrar a otros actores de la comunidad.

Nos centraremos, como caso testimonial, en la estrategia desarrollada en Oncativo por la cooperativa de trabajo La Minga para no sólo dirigir la atención de los oncativenses hacia la problemática de la fumigación en el pueblo, y a partir de ahí debatir el modelo productivo, sino también para crear las condiciones que permitan transformar su realidad.

En un contexto de polarización, cuyo origen fue la Resolución 125, en 2008, los mingueros resolvieron dar forma a su estrategia comunicacional para no ser considerados ni parte del “campo” ni del gobierno nacional, puesto que “el problema de fondo, que era la soja como problema ambiental, como modelo productivo, no se veía en ninguno de los dos lados”.

Se plantearon dos objetivos. Uno inmediato: “reinstalar el problema ambiental con el apoyo de un consenso con otros actores de la comunidad”. Y otro mediato: ayudar a crear las condiciones para presentar con apoyo popular un proyecto de ordenanza, sobre la base del aprobado en la vecina San Francisco en 2006, para que no se fumigue en la zona periurbana. Hay que tener en cuenta que el centro de Oncativo está atestado de silos y que la ciudad está ceñida por plantaciones de soja.

En los barrios y las escuelas, como espacios primordiales, desplegaron y combinaron distintos tipos de acción: a través de cadenas de mail o la radio difundieron comunicados; reprodujeron videos en las escuelas primarias (por ej. “El Cuento de la Buena Soja”); realizaron talleres para estudiantes secundarios sobre el tipo de consumo como factor creado por el modelo de producción y distribuyeron volantes en los barrios, en los cuales se explicaba cómo actuar cuando “los” fumigan.

Simultáneamente, iniciaron un relevamiento de casos de personas afectadas. Como es usual, cuando un problema velado sale a la luz, no hubo más que esperar para que casos semejantes rompieran la coraza que los mantenía silenciados.

Articularon dos etapas: la primera, de baja intensidad, tuvo como objeto “no confrontar” ni con el intendente ni con los productores, para lo cual, entre otras cosas, evitaron usar términos cuyo sentido contuviese una carga negativa, como, por ejemplo, sojización. A su vez, ante la sociedad, se presentaron como vecinos afectados. En cambio, en los espacios políticos se sirvieron de fundamentos técnicos y de la información recabada. Paralelamente, con el asesoramiento de la cátedra Agroecológica de la Universidad de Córdoba, elaboraron una propuesta de alternativas productivas sin fumigaciones.

La segunda, de alta intensidad, fue desarrollada a partir de la sordera del intendente, los principales productores y los agentes del INTA. Por ello, convocaron a otras organizaciones, como Cafeto y Fundaic. Así se formó el colectivo Vecinos Autoconvocados (VA), que implicó una estrategia “desde abajo”. Esta se materializó en la junta de firmas (diciembre de 2009) en contra de la fumigación: en un breve lapso, reunieron 1350.

Conscientes del capital simbólico acumulado, presentaron un proyecto de ordenanza por iniciativa popular con el irrefutable lema que decía: “Que ya no se fumigue frente a ningún niño, ni ninguna niña”.

Finalmente, el proyecto se presentó en el Concejo Deliberante en marzo de este año al calor de una multitudinaria concurrencia en cada sesión. Gradualmente, se habían ido creando las condiciones en las cuales la demanda se convirtió en prioridad entre los oncativenses. Cómo fue el tratamiento es motivo de otra nota, pero no cabe duda que ganaron una batalla clave en pos de la acción transformadora: la comunicacional.

* Periodista de El Mensajero de la Costa.

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