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El mito de la profecía autocumplida

Las profecías autocumplidas miradas desde dos ángulos diferentes pero complementarios.

 Por Eric Calcagno *

La crisis ha disparado en estos días los pronósticos devastadores acerca del futuro del sistema financiero internacional y de su impacto en la Argentina. Parece el momento propicio para que resurja uno de los mecanismos míticos que suelen acompañar las épocas de incertidumbre: la profecía autocumplida.

Por este mecanismo y en proporción con las amenazas percibidas –que pueden ser tan variadas como la inestabilidad del mundo, el fin de la prosperidad, o la vida después de la muerte– sobre las que se tiene poca o interesada información, personas, organizaciones y sociedades actúan a veces para precaverse de la peor hipótesis posible. Crean las condiciones para cumplir con la profecía, en este caso nefasta, producto más de sus limitaciones y de sus miedos que de la realidad.

Señala Robert K. Merton que “la profecía que se cumple a sí misma es, en el origen, una definición falsa de la situación, que suscita una conducta nueva, lo cual convierte en verdadero el concepto originariamente falso” (Teoría y estructuras sociales, Fondo de Cultura Económica, México, 1970). En esas circunstancias, todos los actores adoptan medidas para precaverse de un peligro que en realidad no existe; pero al proceder en cantidad y calidad como si existiera... al final sucede.

Habrá que dejar la explicación en términos de fobias individuales a los especialistas del campo psicoanalítico; pero en materia política, económica y social podemos observar la eficiencia de este mecanismo, muchas veces interesada.

Así, es ya un clásico de la manipulación mediática el caso de la insulina en Chile, durante la época de Allende. El diario El Mercurio publicó que faltaba insulina en las droguerías, lo cual era falso; pero ante esa noticia todos los diabéticos se abalanzaron sobre las farmacias, con la intención de hacerse un stock preventivo, lo que provocó efectivamente la escasez de insulina. La combinación de miedo con medios suele ser fantásticamente autorrealizadora, como en la perspectiva destituyente del golpe de 1973.

Así, para que la profecía autocumplida funcione, es necesario que se reúnan varios requisitos. Ante todo, la falsa apreciación de la realidad debe expandirse, para lo cual son esenciales los medios de comunicación. Otra condición que señala Merton es que para que los temores se transformen en realidades, deben estar ausentes los controles institucionales adecuados. ¿Cómo se combate este falso encadenamiento de los hechos? Primero, cuestionando el supuesto originario y redefiniendo la situación; de tal modo, la creencia deja de engendrar a la realidad; segundo, con un control institucional de la situación; tercero, y fundamental, no cometiendo la insensatez de dar por válida la falsa profecía.

La actual situación de crisis financiera internacional es propicia al surgimiento de profecías autocumplidas, no por una percepción ingenua y errónea de la realidad, sino con el propósito de generar una verdadera crisis: gerenciar la salida de la crisis es un acto de poder estructurante. De allí que deban analizarse con rigor técnico las diferentes situaciones, tanto para conocer las verdaderas causas de los problemas, como para prever las soluciones que eviten el desencadenamiento de crisis. Por ejemplo, tenemos las crisis nacionales que son el rebote de un estallido internacional (como las de 1929 y 2008) y las que resultan de errores locales de política económica (como las de 1890 y 2001).

La crisis de 1929 (la Gran Depresión) provocó una brutal deflación, con restricciones monetarias y financieras, caída de precios y de salarios, disminución de la producción y quiebra del sistema multilateral de comercio y pagos; además cayó la demanda internacional de materias primas, tanto en volumen como en precios.

Esta no fue una falsa profecía, sino el rebote en la Argentina de una tremenda crisis internacional, cuando el país estaba en una situación débil, ya que era un país agrícola que dependía de Inglaterra. Al caer los ingresos de exportaciones y el valor de las importaciones, también sufrió el sistema fiscal, que se basaba en los impuestos al comercio exterior.

Ahora estamos en plena crisis de 2008, y en la Argentina se producen los primeros rumores tendientes a la “profecía autocumplida” del momento. La situación económica y financiera es sólida, como lo prueban los principales indicadores económicos y sociales: el PIB creció cerca del 9 por ciento durante seis años, la desocupación disminuyó del 22 al 7,8 por ciento, mejoró la distribución del ingreso, existen sustanciales superávit fiscal y de comercio exterior, el Banco Central tiene 50.000 millones de dólares de reservas, los bancos están sometidos al control del Banco Central y tienen una posición sólida (no entraron en la “timba” financiera estadounidense), está asegurado el financiamiento externo para 2008 y 2009. Objetivamente, no existe ninguna causa de recesión. Sin embargo, el establi-shment comenzó a profetizar. Sobre todo esgrimen dos argumentos: el primero es que las exportaciones van a caer; el segundo, que la situación de Brasil nos perjudicará. Sostienen entonces que todo ello llevará a una recesión.

Se afirma que China sufrirá la crisis de Estados Unidos, de tal modo que disminuirá el volumen y los precios de la soja que nos compra. Hasta el momento no parece probable, puesto que la desaceleración de China llevará el crecimiento de su PIB de 11,9 a 10,1 por ciento, según las proyecciones de los organismos internacionales. Además, se mantendrá la demanda de la India y los países del sudeste de Asia, cuya población se está incorporando al mayor consumo de alimentos.

En segundo lugar, nuestras relaciones comerciales con Brasil pueden ser complejas, pero no salirse de control. Existe la fuerte voluntad política de solucionar los problemas –lo que les conviene a ambos países– y hay un contacto permanente entre ambos gobiernos. Además, existen los instrumentos de política necesarios. En primer lugar, tanto los bancos centrales de Argentina (50.000 millones de dólares de reserva) y de Brasil (208.000 millones de dólares) tienen las reservas como para controlar el precio del dólar. En segundo término, los acuerdos del Mercosur y de la OMC dan margen para una protección de ciertas producciones nacionales. Un tercer instrumento es el Mecanismo de Adaptación Competitiva, que actúa de modo automático cuando existen desajustes de precios relativos entre el peso y el real.

En conclusión, la profecía autocumplida es peligrosa no sólo porque es falsa, sino porque induce políticas recesivas inconvenientes. Esconde, bajo el hálito del pánico, un combate por el poder: frente al peligro, la salvación... ¿Para quiénes? ¿De qué modo? ¿Con qué costos? Por cierto, no se trata de ignorar la crisis mundial, sino de no ser contagiado por un pánico interesado. Por ello, es desaconsejable practicar políticas contractivas; no hay que disminuir el consumo popular ni contraer gastos del Estado y continuar con las obras de infraestructura relacionadas con energía, transportes, gasoductos. Existe el control institucional necesario para alejarnos de falsas profecías y mantener el rumbo del modelo argentino.

* Senador nacional.

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