PSICOLOGíA › MODALIDADES DE LA EXPERIENCIA AMOROSA

En el “sueño sin dormir”

Por Cintia Dafond *

La modalidad con que un sujeto atraviese la experiencia amorosa nos puede dar la pista sobre los recursos de los que dispone para solventar las vicisitudes que impone el encuentro con el otro. Como todos sabemos, la fase inicial del lazo amoroso, el enamoramiento, es un tiempo de fascinación impregnado por la proyección del narcisismo en el objeto; este tiempo, inevitablemente, será escandido por la aparición de lo diferente, eso del otro que no es completante.Roland Barthes, en Fragmentos de un discurso amoroso, permite contextuar la dimensión fusional del abrazo amoroso y su poder de captación: “Hay ese otro abrazo que es un enlazamiento inmóvil: estamos encantados, hechizados. Estamos en el sueño sin dormir, estamos en la voluptuosidad infantil del adormecimiento, es el momento de las historias contadas, el momento de la voz, que viene a fijarme, a dejarme atónito, es el retorno a la madre... nada se agota, nada se quiere: todos los deseos son abolidos, porque parecen definitivamente colmados”.
El enamoramiento produce efectos en la identidad en dos perspectivas: en la identidad como sentimiento de sí y en el impacto que puede causar en el sostén simbólico de la subjetividad, por el poder de captación que genera en el capital deseante del sujeto. Esto podrá constituirse en observable por los efectos perturbadores que imprima en el placer hallable en los quehaceres que ligan al sujeto con la comunidad humana, como lo señaló Freud en El malestar en la cultura, y de los que devienen fuentes sublimatorias del orden de la investigación científica, la solución de problemas y la creación.
El sentimiento de sí queda expuesto a la exaltación por el logro narcisista que implica el amor correspondido; sabemos también de los sentimientos de humillación cuando esto no ocurre.
Podríamos conceptualizar la identidad como el recurso del que dispone un sujeto para solventar el pasaje de la ilusión fusional a un lazo de amor que admita el registro de una zona de discontinuidad, de separación; de una zona que por estructura marca la diferencia que impulsa a cada uno a posicionarse respecto del deseo que lo habita.
Digo entonces que la experiencia amorosa comporta un riesgo, por su carácter regresivo, a la vez que una oportunidad de tramitación de lo que implica la posibilidad de sostener un lazo profundo con otro. Y es un estado donde el psiquismo permeabiliza al máximo sus fronteras.
Distingamos al menos dos posiciones subjetivas en relación al amor. Una quedaría enunciada en la expresión inglesa “fall in love”, que remite a caer en el amor, enamorarse. Estado en el que se pondría de relieve la pérdida de la identidad, al vaciamiento de lo propio por quedar absolutamente depositado en el otro. Punto de detención del movimiento del deseo al caer cautivo en el objeto amado. Estado tan bien descripto por Barthes y que se podría condensar en la idea de la identidad del enamorado como identidad fatal. Tolstoi presenta en Ana Karenina el ejemplo de esta posición.
En una modalidad menos trágica, esta estética aparece relatada en un pasaje de la pieza teatral Variaciones enigmáticas. Un amor inconfesable de Eric E. Smith: Abel Znorko, escritor, interrumpe la relación amorosa con Helena al darse cuenta de que ha caído fatalmente enamorado, solo piensa y vive para ella y ha dejado de escribir: la separación física y geográfica que efectúa respecto de su amada propicia el intercambio epistolar entre ellos. Para Znorko el objeto amoroso perdido hace de causa y reabre el ejercicio de la escritura, que precipita en la producción de un texto literario. Sólo así logra resituarse, estar enamorado sin caer.
Desde este recorte podemos ir a la conceptualización de otra posición respecto del amor, la que se expresa en “being in love”, estar enamorado, al siendo enamorado. Estado de apertura del psiquismo, de una movilidad sostenida con relación, no ya a un objeto que se torne denso sino al deseo mismo. En esta posición subjetiva habría un reconocimiento de que aquello que falta no podrá ser colmado por un objeto, sino que la falta es condición de la movilidad del deseo por diversas vías de satisfacción.

* Texto extractado del trabajo “Identidad y lazo amoroso. Variaciones de una estética”, cuya versión completa se halla en www.reunionesdelabibliote ca.com.

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