SOCIEDAD › UNA MULTITUD EN EL ACTO DESL PASTOR ELECTRÓNICO LUIS PALAU

Los evangelistas coparon Palermo

Pese al calor, unas 250 mil personas llenaron la zona para oír al predicador Luis Palau y al músico Juan Luis Guerra.

Por A.D.

Aquí nadie dice buenas tardes a secas. La gente habla, levanta las palmas, agradece al cielo, se pone a charlar y antes de despedirse, agrega como pieza final aquel Dios te bendiga, el mismo que desde hace un rato se oye sobre el escenario central desde donde un estrepitoso trueno de voces anunciaiaaaa el comiezzoooooo del festivallll Buenos Aires 2003. Un festival de rock donde los músicos son religiosos, los conductores son pastores y los asistentes logran estados de éxtasis extrahumanos sólo levantado las manos. Luis Palau, el dueño de la convocatoria logró lo que buscaba: hizo rebalsar los bosques de Palermo, seguramente habrá aumentado su bastión de militantes y con una instalación para la trasmisión satelital del festival aumentó el rating de audiencia. El Buenos Aires 2003 pentecostal salió en directo, en vivo para 50 naciones.
“¿Y cómo no íbamos a venir? Si el calor es una creación de Dios”. Alentado por este supuesto, Hugo Chamorro cargó temprano a su mujer, a sus dos hijos, una heladera con aguas y gaseosas refrigeradas y se trasladó hacia Palermo. Llegó en uno de los colectivos evangelistas que salió muy temprano desde La Plata. Chamorro es un caso paradigmáticos entre los seguidores de Palau. Se encolumnó a los evangelistas después de trece años de carrera militar. Formó parte de una división de estrategia del Ejército hasta que, un día, una de las bombas de los primeros meses del Golpe lo dejó hemipléjico, con compresión de médula y paralítico durante catorce años. Tuvo tres intervenciones quirúrgicas. “Y ahí me levantó Dios”, dice ahora que no está parado sino sentado en una de las cientos de reposeras que esperan debajo de los árboles la apertura de este festival.
Ni Chamorro ni buena parte de los que lo rodean conocen a ese hombrecillo que a las diez en punto, subirá al escenario. Muchos han oído nombrar a Palau por primera vez durante estos meses cuando comenzaron a prepararse para montar este espectáculo que entre ayer y hoy reunirá -dicen, aseguran, exclaman y ruegan sus promotores– a unas 700 mil personas. Por lo pronto, la policía calculó ayer que había unas 250 mil personas, mientras que el propio Palau subió la cifra a 350 mil.
De eso hablaba un pastor de nombre Juan Pazuelo, uno de los más ovacionados sobre el escenario. “Acá están River, Boca, Independiente y Racing juntos –grita ahora–: a todos ellos juntos acá les ganamos”.
Mientras Pazuelo agradecía a los cielos por las condiciones del tiempo, porque a pesar del calor “es mejor que si estuviese lloviendo”, alguien en los alrededores ponía en duda aquellas razones. En este caso, se trataba de Carmen Rodríguez que a esa hora buscaba algún aliento de aire bajo los árboles, con una botella de agua y no delante del escenario, en medio de las columnas que ya entraban en éxtasis estremecidas por la potencia de los parlantes. “¿Si es la primera vez que vengo? –preguntaba Carmen aturdida por los ruidos– Si, en la Capital es la primera vez”. Primera vez en la Capital, primera vista a distancia de Garín, la ciudad desde donde ha llegado y primera aproximación en vivo a un mega show montado con la tecnología de las presentaciones internacionales.
Ahí cerca estaban los datos: ocho parlantes con la potencia para romper un edifico, columnas de milicianos vestidos con pecheras verdes, naranjas y amarillas de acuerdo al mérito o tarea encomendada. “¿Qué es un voluntario?”, preguntaba María Díaz González, de pechera naranja, 37 años, dueña de un Plan Trabajar, oriunda de Catán. “Cuando Luis Palau hable, me pongo al lado de una persona preguntándole cuál es el motivo por el qué necesita al señor”. De eso se trata su trabajo de voluntaria. “Cuando me lo diga, les contamos cómo es llegar a Cristo”. Pero por ahora, María tiene que esperar, falta mucho para que Palau empiece a hablar y se genere ese efecto de trance contagioso con el que, suponen, van a encontrarse.
En tanto, quienes no esperan demasiado son los otros, los habitantes eternos de los bosques, los dueños de los helados, de los gorritos que hoy dicen Cristo te Salva y los de ese puesto de gaseosa cuyos dueños, haceuna semana se preparan para el festival, para la gran convocatoria y la gran venta. “Y sí –dice Alberto Illenao, vendedor titular de los bosques– nos adelantamos, en lugar de venir sólo el fin de semana, vinimos un día antes.”
Los cálculos no le funcionaron demasiado bien a Javier Brai, religioso, llegado en uno de los colectivos de Quilmes y dueño de dos canastas repletas de facturas, en total 480. “Hoy fui a la fábrica y pedí 60 docenas pero sólo tenían 40, y me dije: `El señor quiere que sean 40, así que eso es lo que hay que traer”. Y punto, no dijo más. “Pero mañana –aclara–, mañana me vengo de vuelta, y no traigo 40 me traigo 70.”

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La avenida se llenó, en una zona que se convirtió en la pesadilla de los automovilistas
Palau, un predicador argentino radicado en Estados Unidos, transmitió para todo el continente.
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