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En Francia, las pancartas decían “ni putas ni sometidas”, en una marcha donde se reivindicó, por sobre todos los derechos conculcados, el de las mujeres inmigrantes. En Brasil, en cambio, las expresiones tuvieron forma de rezos ante “la patrona de las maltratadas”, que recuerda a una mujer asesinada a golpes por su marido. El Día Internacional de la Mujer fue conmemorado con movilizaciones donde se condenaron la violencia doméstica, la marginación laboral, la pobreza, el racismo y la guerra contra Irak. En Buenos Aires, las actividades fueron desde la realización de consultas ginecológicas gratuitas hasta la presentación de la obra Monólogos de la vagina, a cargo de Emilia Mazer, Valeria Lynch, Fabiana Rey, María Leal y Graciela Dufau. En La Pampa, el grupo denominado Mujeres por la Solidaridad marchó para reclamar que se incorporen en la Ley Provincial de Reproducción Responsable la “ligadura de trompas y la vasectomía”.
“Nosotras, las chicas de los barrios, luchamos simplemente para vivir”, afirmó en París Kahina Benziane, cuya hermana Sohane fue quemada viva por unos jóvenes en octubre pasado. “Es el combate de muchas mujeres que, procedentes de la inmigración, tienen que afrontar el integrismo, esta forma de terrorismo personal que atenta contra la dignidad humana”, opinó sobre el tema el primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin.
En Bolivia y Paraguay, las consignas fueron “una oportunidad para la paz” y “homenaje a las mujeres víctimas de todas las guerras”. El rechazo a la guerra contra Irak fue uno de los puntos centrales en todas las manifestaciones. “Las mujeres y los niños son los más afectados en una guerra”, recordó Candelaria Itza, una anciana guatemalteca que sufrió la experiencia en su propio país. En Nicaragua, la procuradora de la mujer, Patricia Obregón, dijo que “no puede haber celebración en medio de tanta pobreza, cuando la pobreza tiene cara de mujer”. La situación es similar en la Argentina, donde un estudio determinó que a fines del año pasado el 57 por ciento de la población femenina vive en hogares pobres y un 27,7 por ciento en hogares indigentes.