SOCIEDAD › LOS SIGNIFICATIVOS DETALLES QUE SURGEN DE LA DECLARACIóN DE SAETTONE, PRIMO DE MANGERI

La curiosa visita al primo Cecilio

De la declaración de Cecilio Saettone se desprende que el portero imputado por el crimen de Angeles intentaba preparar su huida. El primo policía lo habría inducido a que se presentara. Pero suavizó su situación mencionando un supuesto apriete nunca comprobado.

 Por Raúl Kollmann

La defensa de Jorge Mangeri presentará hoy su apelación –los pedidos de nulidad se entregaron el lunes– y el juez Javier Ríos elevará todo a la Cámara del Crimen entre el viernes y el lunes. Antes que eso, el magistrado ordenará una larga serie de medidas para seguir la investigación y ver, por ejemplo, si alguien más participó en algún aspecto de lo ocurrido o si hubo algún tipo de encubrimiento. Esas medidas –una parte pedida por la fiscal Paula Asaro, otra por el abogado querellante Pablo Lanusse y otra por la defensa que lidera Miguel Angel Pierri– seguramente van a abarcar también la ubicación de los miembros de la familia de Angeles a la hora del crimen. Más allá de los vericuetos y chicanas legales, resulta llamativa la revisión de lo declarado por Cecilio Saettone, primo de la esposa de Mangeri. El encargado es para el juez, como lo escribió en el procesamiento, el protagonista del homicidio.

El viaje de Mangeri a ver al primo de su esposa, policía, deja una pintura muy nítida de lo ocurrido, tal como lo interpretan quienes investigan el caso. Ocurrió el viernes 14 de junio:

- El encargado no fue con su auto, se tomó varios colectivos para ir a la planta de la Ford, en Pacheco, donde Cecilio Saettone presta servicios de seguridad. Que no haya usado su vehículo es todo un dato.

- Cuando le pidieron la tarjeta SUBE para verificar cómo hizo el trayecto, dijo que la perdió.

- Sostuvo que lo llamó a Cecilio desde un celular de una persona a la que le pidió el teléfono prestado y le pagó 20 pesos por la llamada.

- Cuando le preguntaron por qué no llamó de su celular, dijo que no andaba bien. Le pidieron el celular y dijo que lo perdió.

- Otro dato curioso: Mangeri no quiso sentarse a hablar con Saettone en una estación de servicio, porque había cámaras. Hablaron dentro de la camioneta del policía.

¿Cómo se interpreta este viaje tan extraño? Los investigadores judiciales sostienen que Mangeri estaba en fuga y por eso no quiso usar su auto ni dejar rastros ni que lo enfocara ninguna cámara. Había pasado a una precaria clandestinidad después de que la fiscal Paula Asaro lo citó a declarar el miércoles y no concurrió, otra vez el jueves y tampoco apareció y nuevamente fue citado para el mismo día de su periplo a la Ford, el viernes. Cecilio, con su testimonio, dio a entender en forma sutil que Mangeri se iba a Chaco o Corrientes. Incluso el primo usó la palabra “huida” y la frase “quería huir”. Aunque no lo dijo, quedó la sensación de que tras la charla con Cecilio, el encargado resolvió volver.

Pero el oficial de la Bonaerense pintó además un cuadro dramático sobre Mangeri: “Estaba desesperado, decía a cada rato que se iba a pegar un tiro”. Y como transcribió ayer Emilio Ruchansky en Página/12, hubo un diálogo revelador contado por Saettone:

–¿Vos le hiciste algo a Angeles? –preguntó el policía, según el propio policía.

–No, no le hice nada. Y si le hice algo ¿qué me va a pasar? –replicó el encargado

–Vas en cana.

El diálogo pinta como poco real. A simple vista surge que debió haber más pedido de explicaciones, está claro que hablaron más de lo que contó el policía, pero el resultado parece obvio: Saettone dejó la pelota adentro del arco de Mangeri.

El apriete

La historia de la visita al primo termina empantanada como empezó.

- Al regreso de su frustrada fuga, Mangeri argumentó que se bajó un par de paradas antes de la esquina del edificio de Ravignani para tomar una gaseosa. Y allí lo secuestraron en un patrullero viejo. Primero dijo que lo picanearon, luego cambió la versión y aseguró que lo quemaron con cigarrillos. Los médicos que revisaron las heridas desmintieron que fueran producto de picanas o cigarrillos.

- El y su esposa dieron versiones distintas. El dijo que después del secuestro lo dejaron sobre la avenida Bullrich, frente al supermercado Jumbo. La esposa dijo que Mangeri no sabe dónde lo dejaron.

El primo Cecilio, tratando de tirarle un endeble salvavidas, mezcló un poco las cosas cuando identificó los motivos de angustia del encargado. El policía dejó entrever que la angustia de Mangeri también se originaba en que lo habían “apretado”, aunque el episodio del supuesto patrullero y las supuestas torturas habría ocurrido después de que se vieron, a las 20 de ese mismo viernes.

Quienes estuvieron en la audiencia con el capitán Saettone se llevaron una pobre impresión del tramo en que el policía habló sobre el apriete. El le habría dicho al encargado que hiciera la denuncia, Mangeri contestó que eso era complejo, pero no le quiso contar ni quién lo amenazaba ni por qué era complejo. Y, según el primo policía, la cosa quedó ahí, sin más explicaciones. Fue un momento tenso: ni el juez ni la fiscal Asaro ni el abogado querellante, Pablo Lanusse, se creyeron esa parte del relato: es obvio que hablaron más.

Pero, por otra parte, lo cierto es que a esa hora del viernes 14, un poco después del mediodía, Mangeri sólo había sufrido un incidente: según él contó ante la fiscal, frente al edificio de la calle Ravignani, los tripulantes de un Polo de color oscuro lo cruzaron y, sin bajarse del vehículo, le mostraron un arma y un cuchillo tramontina, al grito de “te conviene ir a declarar”. Primero Mangeri dijo que ocurrió el miércoles, mientras baldeaba, después –en la misma declaración– cambió y dijo que fue el jueves 13. A esa hora, dos días después del hallazgo del cuerpo, el frente de la calle Ravignani estaba ocupado por una multitud de periodistas y camarógrafos: nadie vio nada. Como está dicho, Mangeri no hizo la denuncia.

A esto habría que agregar que el episodio no parece de envergadura como para que el encargado se quisiera suicidar, como después se supone que le dijo a su primo.

Cecilio pasó el lunes por el juzgado de Javier Ríos con la experiencia para declarar que tiene cualquier policía. Sin embargo lo sorprendió que, a pedido de Lanusse, el magistrado dispusiera secuestrarle su celular. Ahí la cara se le transformó. Como es obvio, la Justicia no necesita el aparato para determinar qué llamadas hizo o recibió, algo que pueden determinar pidiéndole el listado a las empresas de celulares. Lo que sí queda en el aparato son los mensajes de texto y eso es lo que mandarán a peritar.

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A la hora en que Mangeri sostuvo que fue amenazado, el frente del edificio estaba cubierto de periodistas.
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