EL PAíS › OPINIóN

¿Qué es defender intereses universales?

 Por Roberto Follari *

Algunos creen que defender lo universal es llevarse bien con todos. Es decir, lo entienden exactamente al revés de cómo es. Jesucristo en el Evangelio: “El que no está conmigo, está contra mí”. Claro, ¿verdad? “A los tibios los vomitaré de mi boca.” Muy claro, también. Ser recto y hacer el bien no es sonreír a todos, no es ser transigente con el mal, no es poner cara de bobalicón y quedar bien hipócritamente con tirios y troyanos.

Un poco de filosofía viene a cuento. No existe modo, en la vida, de ser todo a la vez. Cada uno de nosotros tiene una posición específica ante las cosas; no existe un no-lugar, todos vemos el mundo desde un lugar determinado y asumimos un punto de vista singular. No podemos percibir nada sin la singularidad de ese punto de vista que es personal, aunque está construido desde nuestras experiencias sociales.

Por ello, el que niegue su singularidad diciendo que “representa a todos por igual”, es un ignorante o un cínico. Nuestras opiniones, nuestros proyectos éticos, nuestra ideología, nunca son “los de todos”. Implican necesariamente una posición que deja fuera a otras. Los que sonríen a todos es porque no son nada. No tienen proyecto, no quieren ir a ninguna parte, sólo quieren quedar bien. Cuando están en política no la hacen en serio, no mueven la historia. Son los campeones del titubeo, la indefinición, el yo-no-sé, el “soy simpático porque caigo bien a cualquiera”. Un Don Nadie, un sujeto sin definición ni perfil; abundan en la política actual, y muchos creen que se trata de sujetos maravillosos justamente porque son campeones de la ambigüedad, del voto no-positivo y la opinión no-negativa.

Por ello, y como la filosofía de G. Lukács ha mostrado bien, lo universal se sostiene siempre desde lo singular. Es decir: hay que tomar partido, hay que asumir un proyecto que entrará en colisión con otros. Para el sentido común discutir con otros es malo, es ir contra lo universal, es no llevarse bien con los demás. Pero, en verdad, para sostener un proyecto que sea lo mejor para todos ha de ser un proyecto definido, diferente de otros que estén expuestos a la sociedad. Un proyecto que valga la pena discutir y defender. Y que ha de mostrar que es el que mejor incluye al conjunto de la sociedad, el que ofrece mejores condiciones de democracia, libertad y promoción social al conjunto.

Naturalmente que hay diferencias y de-sigualdades sociales, y que por lo tanto mejorar las condiciones de las clases populares y medias, implica que los de arriba repartan algo de sus beneficios. Habrá colisión con ellos, pues lo universal no es lo que deja a todos contentos sino lo que mejora la situación mayoritaria y, con ello, mejora la convivencia y la seguridad para todos, incluso –aunque no sea en lo inmediato– para los que más tienen.

Lo universal se sostiene siempre desde un singular. Hay posiciones singulares, ideologías determinadas, que postulan un proyecto de sociedad; otras, que plantean otros modelos. Como se ve, de lo que se trata es de ideologías singulares que proponen nociones diferentes de qué es lo universal. Pero lo cierto es que no podemos escapar de tener posiciones singulares, diferentes a las de otros, que entran en conflicto con algunos. Siempre es así: el que no tiene conflictos es porque no tiene proyecto, y el que no tiene proyecto no hace nada por valores socialmente universales: trabaja sólo para su propio sitial y/o su propio bolsillo.

Ojalá hayamos sido claros: nadie menos útil a la sociedad que el político que esconde su propio proyecto y su propia ideología, o que pretende que él se lleva bien con todos a la vez. Es un hipócrita que oculta su propia posición o un ignorante que ni siquiera sabe qué es lo que piensa hacer si es que gobierna.

Por eso, al pan pan y al vino vino. Las cosas claras, las posturas definidas, la capacidad para sostener posiciones y confrontarlas con otros son lo que configura la seriedad de un proyecto que pretenda mejorar un país. La tibieza, las sonrisas edulcoradas, las caras de “soy bueno y me llevo bien con todos” son la negación más absoluta de los valores universales de la política, cuando no la renuncia lisa y llana a la realización de proyectos de Nación, que es lo que la política conlleva como modo de organización de la convivencia social y la dirección de la vida pública.

* Doctor en Filosofía, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.

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