SOCIEDAD › UN SECUESTRADOR DE ECHARRI CAPTURADO AL IR A VOTAR

Un detenido en boca de urna

Aunque estaba prófugo de la Justicia, prefirió cumplir con la ley. Está acusado de hacer la inteligencia previa al secuestro y por el crimen de Ezequiel Di Cugno, otro integrante de la banda.

Uno de los prófugos del caso Echarri, Julio Leonardo Metica, fue detenido cuando inocentemente se presentó a votar en una escuela de Burzaco. Metica tenía pedido de captura, acusado del secuestro de Antonio Echarri y del crimen de Ezequiel Di Cugno, quien había custodiado al padre del actor durante su cautiverio y había huido del lugar en forma increíble cuando la policía tocaba a la puerta de su casa, donde se encontraba el rehén. Según sostienen los investigadores, apenas huyó, Di Cugno se refugió en la casa de Metica, en Isla Maciel. Y desde un teléfono público que se encuentra a unos metros, llamó a su suegro, para decirle que se iba a entregar. Su cuerpo fue hallado en un canal de Sarandí, el 10 de noviembre pasado, 11 días después de aquel llamado. Otros dos prófugos, Pablo Metica y el uruguayo Juan “Chuky” Torres Maciel, cierran el círculo, según los investigadores. Página/12 sostuvo desde el inicio que se trata de una banda con cobertura policial, y que el crimen de Di Cugno podría ser una señal mafiosa. El comisario de la DDI de Lomas de Zamora, José Hernández, detenido por otro secuestro, es una pieza clave: fue a él a quien se le escapó Di Cugno.
Será difícil entender a Julio Metica en su convicción de cumplir con la responsabilidad cívica. Especialmente cuando sobre él pesaba un pedido de captura por el secuestro de Antonio Echarri y ya se habían realizado una serie de allanamientos, empezando por la casa de su madre, una docente que vive nada menos que a cuatro cuadras del kiosco del padre del actor, en Avellaneda. Y más aún si se tiene en cuenta que los hermanos Metica tienen historial delictivo y su consecuente experiencia: uno de sus hermanos se habría tirado de un sexto piso para no entregarse a la policía. Otro hermano, Pablo, tiene pedido de captura por el mismo caso Echarri y es buscado por la Federal por otros casos. Pero tanto Julio como Pablo no tienen antecedentes de secuestro. “Salen a robar de caño”, reveló un investigador a Página/12.
Lo cierto es que Julio Metica, al mediodía y de la mano de su esposa, se presentó en la mesa 20 de la escuela San José, Espora 3355 de Burzaco, para colocar su voto. No imaginó que lo esperaba otro cuarto oscuro. Un grupo de la DDI de La Plata lo detuvo, pese a los gritos y forcejeos. La acusación del juez federal platense Manuel Blanco es por participar en el secuestro de Echarri y por el crimen de Di Cugno. Según la investigación, Julio Metica fue quien hizo la inteligencia previa. Antonio Echarri había señalado que uno de sus secuestradores había comprado un diario en su kiosco durante el mes previo al secuestro. Los investigadores sostienen que se trataría del recién detenido y agregan que junto a él participaron en el golpe su hermano Pablo Martín y el uruguayo Juan Esteban “Chuky” Torres Maciel, ambos prófugos y con pedido de captura.
Echarri fue oculto en la casa de Sarcione 792, en el barrio Corimayo, de Burzaco, que era la vivienda de uno de sus custodios, Ezequiel Di Cugno, uno de los encargados de vigilarlo durante el cautiverio. El otro, el mecánico Fabián Monza, detenido el 4 de abril pasado en Parque Lezama, había puesto su propio Renault 19 para realizar el secuestro.
El 31 de octubre Echarri fue liberado. El rescate fue una historia presentada por la Bonaerense con moño: según esa versión, José Di Cugno, sargento retirado de la Federal y padre de Ezequiel, se enteró por vecinos que su hijo tenía secuestrado a Echarri, mientras la policía de medio país lo buscaba. Entonces, según dijeron, se presentó en la comisaría e hizo la denuncia. ¿Quién concurrió al frente del operativo para rescatar al padre del actor? Nada menos que el comisario José Hernández, por entonces jefe de la DDI de Lomas de Zamora, encargada de la investigación del secuestro, además del de Diego Peralta, cuyo cuerpo apareció flotando en una tosquera de Quilmes. Hernández hoy está detenido por el secuestro de un ladrón de poca monta, que había sido secuestrado por su grupo y trasladado a su propio despacho para exigirle 48 mil pesos y un auto. Previamente, elmismo comisario fue procesado por extorsionar a un comerciante de El Jagüel.
El allanamiento de la casa donde estaba Echarri fue un caso desusado de cumplimiento de las normas por parte de la Bonaerense: antes de entrar, Hernández tocó el timbre. La manzana no había sido rodeada: Di Cugno saltó el muro y desapareció. En julio pasado, el camarista platense Alberto Durán sostuvo que Hernández “está sospechado directamente”. “Era imposible, irreal, que pueda la policía permitir que se escapara una persona de sus propias narices, y en la forma en que esto había acontecido”, dijo el camarista. “Si a Di Cugno no lo hubieran dejado escapar, no estaría muerto.” Di Cugno se refugió en la casa de Julio Metica. Al día siguiente, llamó a su suegro desde un teléfono público ubicado frente a la puerta de esa vivienda, en la Isla Maciel. “Habla Ezequiel”, le dijo. “Ya sé, hijo de puta, te vi en la tele. ¿Dónde estás?”, le preguntó el suegro. “No te puedo decir. ¿Qué hago?” “No la embarres más, entregate”, le dijo el suegro, y Ezequiel le confesó su intención de entregarse. No pudo. El 10 de noviembre su cuerpo apareció en el canal Santo Domingo, de Sarandí, tajeado por una navaja, con dos tiros en el rostro, un golpe en la nuca, atado a un bloque de cemento y empalado. Una cruda señal mafiosa. El cadáver recién fue reconocido en marzo. Pero el 2 de diciembre, el juez Blanco recibió un anónimo (al más clásico estilo de la mafia) en el que señalaba que a Di Cugno lo mataron porque se quería entregar, y mencionaba a dos hermanos, Julio y Pablo, hijos de una docente mencionada con nombre y apellido. Se realizaron allanamientos. En una de las viviendas descubrieron la cédula de Di Cugno.
Ayer, ingenuamente (¿o creía que tenía cobertura?), Metica fue a colocar su voto, para cumplir con la ley.

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Antonio Echarri dijo que uno de sus secuestradores compró el diario en su kiosco durante un mes.
 
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