SOCIEDAD › LOS MAESTROS PIDEN MENOS TEXTOS Y LOS PADRES TRATAN DE AHORRAR

Los libros escolares, más lejos del aula

En la Argentina, los chicos leen en promedio menos de un libro por año mientras que en los países desarrollados la media supera los diez. Esta carencia se agudizará este año como consecuencia de la crisis económica. Los libreros calculan que las ventas cayeron un 40 por ciento.

“Plantear hoy desde mi escuela la compra de materiales didácticos sería estar fuera de la realidad”, dice Claudio Altamirano, maestro de cuarto grado de la Escuela Número 13 del barrio porteño de Bajo Flores, apenas se le pregunta por los libros escolares, y sentencia: “Los manuales están hechos para chicos de clase media”. Sin embargo, los sectores medios tampoco están fuera del alcance de la crisis. En la Escuela 9 del barrio de Liniers por primera vez este año no se pidió ningún libro en especial. Esequiel Kremer, presidente de la Cámara Argentina de Librerías, Papelerías y Afines (CAPLA) corrobora desde el otro lado del mostrador la realidad que pintan los maestros: “En esta primera semana de clases ya se está vendiendo menos que el año pasado, y durante estos meses hubo una caída de ventas de libros en general de un 40 por ciento”, precisa.
La escuela del Bajo Flores recibe a los chicos de la villa 1.11.14. En su mayoría son familias que están desocupados, entonces a los maestros no les queda otra que recurrir a bibliotecas populares, diarios, revistas y todo tipo de material escrito de donde se pueda sacar información. También mandan cartas a las editoriales para que les entreguen libros. Todo recurso parece válido. “Se valoriza mucho la solidaridad, no ponemos exigencias en la compra de material. Los chicos van sin guardapolvo ni zapatillas, la mayoría de las veces faltan porque están enfermos y no pueden comprar los medicamentos.” No obstante, este panorama no parece desalentarlos. Esta comunidad compuesta por los maestros, los chicos y los padres pobres tiene un proyecto para que a través del trueque se pueda conseguir la mayor cantidad de libros posible. “Vamos a hacer un mangueo conjunto” explica Altamirano.
La técnica de buscar información en la prensa escrita ya es habitual. En la Escuela 9 de Liniers los recortes de las revistas son utilizados desde hace años. “El año pasado habían pedido dos manuales para cada alumno, pero esta vez es bienvenido cualquier manual que se tenga a mano”, cuenta Mabel Banfi, mamá de Camila , alumna de quinto grado.
Sin embargo, los manuales no se compran no sólo por la devaluación y el encarecimiento que trae como consecuencia, sino que la falta de trabajo de los padres es el factor que más pesa. “Desde el 98 que se vende cada vez menos”, señaló Kremer. Según los datos de CAPLA hay un grupo de editoriales argentinas, como Colihüe y Estrada, que no aumentaron sus precios. “Dentro de las posibilidades comerciales se puede elegir trabajar a pérdida o considerar disminuir el margen de ganancia”, explicó el presidente de la Cámara. Además, no todas importan insumos y sólo algunas imprimen en el exterior. Pero por más esfuerzo que afirman hacer las editoriales, CAPLA confirmó que hubo un aumento promedio de un 10 a un 40 por ciento, aunque aclaró que no todos los libros de un fondo editorial aumentan de igual manera.
Otro de los recursos son las bibliotecas en el aula. En la escuela del Bajo Flores los chicos eligen dos bibliotecarios para que se encarguen de la administración de los libros. “Los chicos saben elegir muy bien. Es aprendizaje significativo, se vivencia la democracia, no sólo se enuncian los conceptos abstractos, sino que es un aprendizaje autónomo y autogestivo”, explica Altamirano.
A todo esto se suma una polémica con respecto al uso del manual. “Yo no creo en el manual porque es como si fuera la fuente única de verdad revelada. Elaboramos proyectos basados en la realidad concreta, tomamos información de distintas fuentes. Un gran tema que hay que trabajar es la creatividad para cambiar esta realidad y formar niños y niñas con espíritu crítico”, se entusiasma el maestro.
Con respecto a las editoriales, Aique tuvo que aumentar sus precios entre 17 y 25 pesos, incluso las novedades de este año. En tanto, Puerto de Palos también admitió que no tuvo otra opción que aplicar un aumento de un 16,5 por ciento en promedio. “Antes era tradicional que en los meses de febrero los docentes visitaran las librerías, pero ahora con la disminución de su capacidad adquisitiva esto se ha perdido. Además esteaño fue atípico porque hasta hace poco ni siquiera había precios ni libros”, cuenta el presidente de CAPLA.
“El Estado debería asumir el rol de garantizarles el derecho de estudiar a los chicos”, reclama el maestro de Bajo Flores. Pero también los organismos oficiales andan con problemas. Desde la Secretaría de Educación de la Ciudad de Buenos Aires se informó que no se distribuirán libros de textos a las escuelas, pero sí se entregará un kit de útiles para los chicos de primaria. Además el año pasado se entregaron libros con los clásicos de la literatura para las bibliotecas de las aulas de séptimo grado. Por su parte, el Ministerio de Educación de la Nación está entregando material didáctico remanente de años anteriores a las diez provincias con mayores problemas socio educacionales. Pero todo esto parece poco para compensar el deterioro socioeconómico. “Me pregunto si hoy los chicos tienen garantizado el derecho a estudiar. Si no tienen derecho a los materiales, ¿cómo se apropian de la palabra? El proyecto socioeconómico y político es el que genera estas condiciones de desigualdad”, sintetizó el maestro de una de las escuelas más pobres de la Capital Federal.

Informe: Gimena Fuertes.

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Algunos maestros se resignan a no pedir libros pero organizan “mangazos” para abastecer las bibliotecas.
 
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