SOCIEDAD

Un año repartiendo salud en los pueblos olvidados

En su último viaje del año, el tren sanitario se detuvo en la localidad de Selva, en Santiago del Estero. Odontología, ginecología y educación sexual fueron las principales consultas a los médicos.

En el medio de todo. Ahí es donde está cada uno de los pueblos y parajes argentinos. No están en la nada, sino fuera de las noticias nacionales. Lugares del norte del país; unos, sede de la pobreza extrema; otros, deldesarrollo promisorio. Desde noviembre de 2003, algunos de ellos fueron visitados por el Tren Sanitario y de Desarrollo Social que se detuvo a festejar su primer aniversario en la localidad de Selva, Santiago del Estero, 320 kilómetros al sudeste de la capital provincial. El río Salado pasa a 40 kilómetros de allí y pareciera estar más lejos que el sol, que derrite hasta las sombras. Antes de los festejos, en un paraje aledaño, trabajadores sociales y médicos hallaron un caso estremecedor: el de un hombre en cuyo colchón había un nido con casi un centenar de vinchucas. Las había en todos los rincones del rancho. Debieron quemar algunas pertenencias y fumigar la vivienda entera. Ese hombre, por primera vez, se hizo un análisis para saber si tenía o no Chagas.
La centenaria estación de Selva dejó de funcionar como tal –como tantas— luego del plumazo de las privatizaciones. Se convirtió en escuela para chicos discapacitados, hasta que en 2000 un tornado destruyó parte de su estructura y la del pueblo entero. Quedaron sus galerías derruidas, pisos de maderas rotas, una campana de bronce oxidado con un badajo inválido, un reloj inglés muerto por el tiempo y una balanza para pesar las encomiendas que viajaban en el viejo tren “Estrella del Norte”. Pero durante los días que estuvo el ex tren Ramón Carrillo, el edificio agonizante volvió a llenarse de changos y changuitos atraídos por los médicos y el despliegue de la pantalla que durante la noche acercó la magia del nuevo cine argentino. La vieja boletería se convirtió en sala de oftalmología frente a la que 20 pacientes se amontonaban en silencio. Uno de ellos, Gustavo Rodríguez, de 27 años, relató: “Mi papá no me creía que no veía nada. En la escuela siempre me senté en la primera fila y pensaban que me gustaba estudiar, pero era porque no veía nada. Así que me decidí y vine”. Le diagnosticaron “menos ocho (-8) de miopía, una barbaridad”, dijo la oftalmóloga Velia Márquez.
Frente al único andén se estacionaron los cuatro vagones (dos de ellos son un minihospital), escoltados por dos ambulancias y un colectivo en el que se moviliza el personal dando asistencia primaria y poniendo en marcha emprendimientos productivos. “Está pensado agregarle dos coches más para ampliar las comodidades, sobre todo de aquellos que duermen en hoteles o casas”, contó Jorge Busquiazo, coordinador del equipo. Pero a esta ampliación se agregará la apertura de dos nuevos corredores (los dos actuales van desde Buenos Aires hasta Tucumán y otro a Bariloche): uno llegará hasta Mendoza (se estima que saldrá en febrero próximo) y el otro a Misiones.
Odontología es el área de mayor demanda. Con una mirada cansada luego de atender a 30 pacientes, Myrna Amadeo Videla dijo que “aquí la gente es sumisa. Los chicos no lloran cuando los anestesiamos. De casi 300, sólo a dos no pudimos atender porque lloraban”. Florencia Pettina, su colega, evaluó que “el tren sirve para hacer algunas cosas pero no es suficiente para solucionar todos los problemas”. Luego de revisar radiografías, la médica clínica María Paula Iriarte reveló que “en los parajes hay mucha desnutrición”. Y en su sala de ginecología, Mónica Castillo, debió ingeniárselas para que las pacientes superen la vergüenza. “Les hablo como mujer y de a poco se van distendiendo”, dijo con un guiño de ojos. En las consultas entrega preservativos, pastillas anticonceptivas y coloca un DIU a las pacientes que lo piden; también visita escuelas para dar charlas de educación sexual.
La iniciativa del tren estuvo a cargo de los ministerios de Desarrollo Social, Planificación Federal y Salud. Tuvo una inversión de 8.247.745 pesos. Un equipo de 50 profesionales de distintas especialidades recorrió 115 parajes y atendió a 61.228 personas; 47.897 fueron las prestaciones médicas; 5193 las pensiones entregadas y 8138 los casos de promoción social, unos 4 mil se concretaron en emprendimientos productivos. Luego de los festejos, con torta y velita incluidas, en Santiago, la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, evaluó ante este diario que durante este año “se creó un vínculo importante entre las comunidades y el equipo de trabajo, que articula proyectos con gobiernos provinciales y municipales; porque el tren pasa y hay una serie de actividades que hay que seguir para que se consoliden. Queremos que se fortalezcan sistemas de respuestas en los mismos lugares para que la gente no tenga que esperar el tren. Día a día se va cualificando las cosas, pero todavía falta mucho”.
Para el interventor santiagueño, Pablo Lanusse, la llegada del tren fue “muy importante para la política socio-sanitaria de la provincia porque colaboró tanto en la integración de la provincia con la Nación como en el hecho de dar respuestas concretas a la gente que estaba acostumbrada a la mera promesa electoral. De tal manera que muchos se sorprenden cuando les recetan anteojos y se los entregan (donan) a los 20 días”.
José Ignacio es empleado de mantenimiento, se considera “el último granito de arena”. Viaja con el tren desde mediados de los ‘90, cuando el proyecto quedó trunco. Para él, “el tren es una vida y su trabajo no tendría que cortarse jamás”.

Informe: Adrián Figueroa Díaz

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Los médicos itinerantes atendieron a 61 mil personas durante un año.
 
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