SOCIEDAD

Tractorcito Cabrera pidió perdón y dijo que quiere empezar de nuevo

Renombrado por sus robos de bancos y fugas, se presentó ayer en una muestra de pinturas de presos para pedir a la sociedad perdón por su pasado y sostener: “Tengo derecho a rehacer mi vida”.

 Por Carlos Rodríguez

“Quiero dejar de ser Tractorcito y empezar a ser Daniel Agustín Cabrera; espero que la Justicia me deje y espero que me lo permita la sociedad.” El acto fue inusual. En el salón José Luis Cabezas del Congreso Nacional, un preso famoso, Daniel Agustín Cabrera, conocido por su apodo de Tractorcito, pidió “perdón” por sus robos de bancos y sus fugas, la última del Departamento Central de Policía. Con su historia personal atrajo la atención de toda la prensa en el cierre de una exposición de pinturas realizadas por él y por otros detenidos. “Tengo 44 años y llevo cerca de 30 preso, contando los años que pasé en el reformatorio. Ahora me dieron 33 años de cárcel por robar bancos. Nunca maté a nadie. Apelamos para que me den cuando mucho 25, que es el máximo por homicidio. ¿Por qué más? Creo que ya pagué mi deuda y que tengo el derecho de rehacer mi vida.” En diálogo con Página/12, en medio de un despliegue de cámaras propio de un ídolo del rock, Cabrera se sonrió ante algunas preguntas de los periodistas presentes. “Es como si me fueran a condenar de nuevo, cuando ya estoy condenado”, comentó a este diario, con una sonrisa.

Acompañado por su segunda esposa, tres de sus hijos y su primer nieto, Cabrera recordó su infancia de “niño de la calle”, con una madre que lo quiso “a su manera” y un padrastro que lo golpeaba y lo dejaba horas atado a una silla. Antes de aprender a leer y a escribir, en el reformatorio, con la ayuda de la directora de una de esas “tumbas”, cuyo nombre no recuerda, cayó preso por un robo menor en la comisaría de Ingeniero Maschwitz, en los tiempos en los cuales Luis Abelardo Patti ya era un policía temido por los métodos que utilizaba. Hoy Cabrera sigue preso en la Unidad 1 de Ezeiza. “Las cárceles no sirven para nada. Ningún hombre ni ninguna mujer merecen estar en una cárcel ni pueden resocializarse en una cárcel, ni en Argentina ni en el mundo. No lo digo solamente yo, lo dicen personas que saben, como Elías Neumann o como el doctor (Raúl) Zaffaroni. Pero yo también lo puedo decir porque lo padecí y lo padezco.”

“Yo entiendo el dolor del señor (Juan Carlos) Blumberg, pero no creo que la inseguridad termine condenando a 50 años de cárcel a los que cometan un robo, ni aplicando la pena de muerte, que es contraria a lo que dice la Constitución. Para que no haya ladrones como era yo, no tiene que haber chicos de la calle. Tiene que haber educación, salud, trabajo.” Cabrera, que hizo la escuela primaria y la secundaria en la cárcel, ahora estudia derecho “como alumno libre”, es decir por su cuenta y riesgo, sin ayuda de nadie, porque en Ezeiza “no hay un lugar ni un espacio para los que queremos estudiar para ser mejores”.

Cuando fue preguntado sobre las leyes de “mano dura”, aseguró parafraseando a Gandhi que “es un error la ley del ojo por ojo porque si la aplicamos, nos vamos a quedar todos ciegos”. Ante cada consulta, respondió citando con precisión las leyes, haciendo mención a cada artículo o inciso del Código Penal, del Código Procesal y de la Constitución. “Desde que nació mi último hijo (Marco Antonio, que estuvo en su falda buena parte de la conferencia de prensa), he tomado la decisión de no volver a robar. Y no lo voy a hacer”. Y después preguntó, sin obtener respuesta de los periodistas presentes: “Cuando yo salga en libertad, ¿ustedes me van a ayudar a conseguir trabajo?”. Por eso, insistió en que “la sociedad tiene que recibir, tiene que abrir las puertas a los que ya pagamos nuestra deuda”.

Casi nadie recordó que era el cierre de una exposición de cuadros realizados por presos organizada por la asociación Artistas entre Rejas, que nuclea a detenidos de varias cárceles del país. Cabrera se despidió de este diario con algunas dudas: “Muchas personas nos van a ayudar, otras no. Y en eso va a incidir lo que diga la prensa. ¿Me perdonarán Canal 9 y Radio 10?” Y se fue, sin perder la sonrisa, en medio de una nube de custodios del Servicio Penitenciario Federal.

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Con sus brazos abiertos y la palabra “amor” en el medio, Tractorcito, en una imagen desusada.
 
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