SOCIEDAD › EN MORON PROHIBEN LA VENTA DE COMBUSTIBLE A MENORES

Contra la adicción a la nafta

El Concejo Deliberante de Morón prohibió a las estaciones de servicio la venta de nafta en recipientes a menores de 16 años. Es para evitar que usen esa sustancia como estupefaciente.

 Por Pedro Lipcovich

Se prohibió la venta de nafta en recipientes, a menores de edad, en el municipio de Morón. La medida, que aprobó el Concejo Deliberante de ese municipio, procura paliar el uso de esa sustancia como estupefaciente, inhalado de manera similar a la ya conocida para el pegamento. Las víctimas de este abuso son en su mayoría chicos que viven en la calle: los efectos, además de daños hepáticos y neurológicos –estos últimos, reversibles con tratamiento adecuado–, son “aumentar todavía más el riesgo al que ya están expuestos: en el semáforo, entre los autos, pidiendo limosna y entorpecidos por la adicción”, explicó un investigador.

“Prohibido el expendio de nafta fraccionada a menores de 16 años de edad”: este letrero, “en lugar visible”, deberá estar presente en todas las estaciones de servicio de Morón, tal como lo establece la ordenanza que los concejales votaron en forma unánime.

La concejala Isabel García, autora de la iniciativa, comentó que “el punto de partida fue haberme acercado a unos chiquitos que estaban con unas botellitas que eran de Coca-Cola pero tenían otra cosa; les pregunté qué y era nafta”. Gustavo Hurtado, secretario de Salud de Morón, acordó con la ordenanza como “válida para generar conciencia, entre los expendedores de combustible, de no vender un producto que, adquirido de ese modo, sólo puede estar destinado a su consumo adictivo”.

Por supuesto, nadie supone que ese control alcance para resolver el problema. “Es una parte ínfima de la solución –observó Hugo Míguez, investigador del Conicet con sede en el Observatorio de la Subsecretaría de Adicciones bonaerense–: el problema de fondo es que la sociedad sepa y tolere que hay una cantidad de chicos de nueve, ocho, siete años, que viven en la calle.” Nélida Ortega –directora de Casa Puerto, dependiente del Gobierno porteño– explicó: “Escuchando a los chicos, uno entiende que estar a las cinco de la mañana durmiendo en la calle o en una plaza sin inhalar algo es insoportable; no lo hacen porque les guste, sino por lo mismo que los adultos en situación de calle se alcoholizan; y el pegamento o la nafta son, junto con el paco, lo más barato que pueden conseguir”.

El efecto buscado en la inhalación de nafta, solventes o pegamento, es “un estado de somnolencia, de semiinconsciencia”, señaló Ortega. Míguez comentó que “algunos chicos definen el efecto como ‘un calorcito y una sensación de panza llena’, como si, de la manera más precaria, consiguieran la vivencia del alimento y del afecto”.

Los efectos reales son “importantes daños hepáticos y neurológicos; estos últimos parecen ser transitorios –precisó Míguez–, pero lo más grave es que incrementa el riesgo de chicos que están ahí, pidiendo limosna entre los autos en los semáforos, intoxicados. Además, este consumo deja una ‘resaca’ de malestar, náuseas, cefalea y ansiedad, para paliar la cual el chico vuelve a consumir”. Llegada la adolescencia, “el consumo no suele interrumpirse: se integra en un repertorio más amplio de sustancias adictivas”.

Los chicos que han inhalado muchos años “parecen psicóticos o retardados, pero nunca se puede saber si es por la sustancia o por la falta de escolaridad, de estimulación familiar, de lugar en el mundo –observó Ortega–: cuando uno los lleva a un lugar y les da un tratamiento adecuado, pueden lograrse cambios sustanciales; no están perdidos”.

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El proyecto lo presentó una concejala después de ver a niños inhalando nafta en botellitas.
 
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