EL PAíS › PANORAMA POLITICO

CLIMAS

 Por J. M. Pasquini Durán

El cardenal Jorge Bergoglio es algo así como un Papa íntimo, doméstico, al que acuden peregrinos de la oposición buscando guía espiritual, también política –¿por qué no?– dada la afición del arzobispo por esta disciplina (algunos de manera más reservada que otros). Elisa Carrió pregona la devoción por estos diálogos, aunque ha dejado de exhibir efigies angelicales revoloteando sobre su busto o cruces de tamaño episcopal. Gabriela Michetti, vicejefa electa de la ciudad, adorna su pecho descubierto con una recatada cruz, confiesa su origen socialcristiano, es de misa dominical y también intercambia reflexiones con Monseñor. Un poco más sorpresivo fue el reciente contacto iniciado por Ricardo López Murphy, liberal de pensamiento y acción, con una libresca formación juvenil en fervorosos estudios del marxismo, pero con determinada vocación presidencial. Más tarde o más temprano, en persona o por delegación, es probable que se hagan presentes Roberto Lavagna y Ramón Puerta, en busca de la marca en la frente de óleo sacro por la que Perón decía reconocer a sus dirigentes, allá por la mitad del siglo XX. A lo mejor antes de que finalice el mandato de Néstor Kirchner, el presidente de la Asamblea Episcopal accede a este diálogo siempre demorado para que nadie diga que su vena pastoral sólo late por los adversarios del actual Presidente, quien, por su parte, anda pasando por una racha de desventuras que es para creer en los maleficios.

Sin el rigor de los vientos polares, por ejemplo, quizá no se hubieran puesto en evidencia flagrante las insuficiencias energéticas, con un abanico de repercusiones tan amplias que van desde los enjuagues ilícitos de la empresa Skanska hasta las restricciones a los grandes consumidores, que son aprovechadas por algunos empresarios para actuar a contramano de lo que puede desear un gobierno que está a punto de lanzar candidaturas para el próximo período, todo eso con la debida exageración de los que quieren encontrarle brechas abiertas a la nave oficial. Decaerán las inversiones, cesará el tercer turno fabril que ya funcionaba o estaba pensado para las plantas con mayor demanda de productos, otras llegarán a lo mejor a dar vacaciones forzadas masivas al personal en pleno invierno, sin contar los chicos que se negaban a entrar a escuelas sin calefacción hasta poco antes de las elecciones en la Capital, son algunos pronósticos y diagnósticos que se escuchan por estos días de intenso frío. El presidente Kirchner aprovechó su intervención en la cumbre del Mercosur en Paraguay para señalar las responsabilidades empresarias del sector: “Estas empresas van agotando poco a poco nuestra paciencia (...) No podemos quedar determinados por caprichos de empresas individuales. Tienen que estar al servicio de nuestras necesidades de lograr mayor integración. Como presidentes tenemos que demostrar que estamos en condiciones de superar la crisis”, reconociendo, de paso, la existencia de una “crisis”, no sólo de un déficit pasajero, que atribuyó a la creciente demanda por el auge económico y a la escasa inversión privada para aumentar la oferta y prevenir el aumento de la demanda. En cuanto a las empresas, ayer mismo el Gobierno frenó la intención de las petroleras de impedir el pago de combustibles con tarjetas de crédito.

El omnipresente ministro Julio De Vido, un pingüino infatigable que absorbía todas las tareas que le dispensaba el superior, pese a su esfuerzo para mantener perfil bajo de pronto se encontró en la picota mediática, absorbiendo los golpes destinados a sus subordinados de Transporte, de Obras Públicas y de Energía, buena parte justificados desde los ciudadanos, pero además cargando en la mochila personal con las suspicacias que desparramó Skanska, todavía sin agotar ahí el potencial de escándalo que ofrecen contratos multimillonarios. Una ráfaga de corrupción irrumpió con el frío polar en los comentarios públicos, como una resaca del pasado pecaminoso que no merece perdón en el catecismo laico de la presente gestión. Para colmo, esta semana alguien, ¿por casualidad?, encontró una importante suma de dinero rodando por el despacho de la ministra de Economía, Felisa Miceli, que la habría olvidado junto con la moraleja de la mujer del César, aquella que no sólo era honesta. Desprolijidades en tiempos tranquilos que se transforman en misiles durante las campañas electorales. Está probado por la experiencia en democracia que la corrupción, como valor aislado, no le resta votos a nadie, pero cuando se combina con perjuicios de otro tipo (en la economía familiar, los servicios deficientes, el desabastecimiento de elementos primarios, la especulación inflacionaria, etc.) funciona como ácido corrosivo sobre los prestigios gubernamentales.

Es el caso de la Capital, donde el triunfante macrismo amenaza al derrotado Telerman con hurgar en la contabilidad en busca de las desprolijidades si durante la transición no descarga varios miles de contratos temporales, presuntos “ñoquis” o, peor aún, “papas verdes”, porque no sirven ni siquiera para hacer ñoquis. Dicho en criollo: los vencedores quieren que el vencido haga la tarea sucia de licenciar en masa, así la posible reacción sindical de la dupla Genta/Datarmine, que controla el gremio municipal desde hace varias décadas, puede hacer barullo antes que asuma la nueva administración. Dado que la ciudadanía está casi siempre fastidiada con los trámites burocráticos y predispuesta, por lo tanto, a creer que los empleados públicos deberían ser disciplinados por la autoridad, la “racionalidad administrativa” de los años 90 –cuya consigna emblemática fue “ramal que para, ramal que cierra”– vuelve por sus fueros revestida de entusiasmo moralizante. Puede ser, claro está, que en la municipalidad, igual que en todos los niveles del Estado nacional, haya personal sobrante, pero habría que convenir también en que a la hora de producir ajustes presupuestarios esa racionalidad menemista siempre corta por lo más delgado. Existe evidencia suficiente, sin ir más lejos, para probar que los insuficientes servicios porteños en salud y educación no pueden atribuirse, con criterio simplificador, al costo salarial de los trabajadores de esas áreas ni a que “haya maestros siempre de licencia”, en una crítica directa contra el Estatuto del Docente, como aseguró el ingeniero Macri en su discurso triunfal del domingo pasado.

Era de esperar que las derrotas oficialistas en la Capital y en Tierra del Fuego descargaran una ola de inquietud y de rumores sobre el futuro inmediato, sobre todo porque se supone que no serán los últimos candidatos con aliento de la Casa Rosada que morderán el polvo. Mañana, domingo, las internas en Santa Fe adelantarán indicios sobre una elección que todos los pronósticos insisten en adjudicar a Hermes Binner, apoyado por el ARI y los radicales. En esa catarata rumorosa, hasta se llegó a decir que Daniel Scioli había sido tocado para presentar candidatura presidencial por algunos jefes peronistas del interior que no reconocen a los actuales candidatos, ni siquiera a Puerta o Lavagna, como oriundos del partido. Otros aseguran que los radicales K están presionados por sus antiguos correligionarios para volver al redil, pese a que los involucrados sólo parecen estar inquietos por su ubicación en las futuras listas de la “convergencia plural”. Lo cierto es que ningún encuestador logró datos hasta el momento que indiquen la posibilidad de una derrota del kichnerismo, aun si la senadora encabezara la fórmula. Entre los opositores aseguran que si la multiplicación de candidatos lograra dispersar el voto lo suficiente para evitar la polarización, tal vez podrían llegar al ballottage, en cuyo caso se alinearían detrás del más votado en el segundo puesto de la general. Por ahora, son juegos en la mesa de arena.

Fabiana Ríos, la flamante gobernadora fueguina, puso paños fríos a más de una imaginación opositora porque se encargó de asegurar ante la prensa nacional que Kirchner sigue siendo el favorito entre los patagónicos, porque lo consideran uno de los suyos y en esa medida el único capaz de recordar las necesidades de esa zona siempre postergada en las prioridades nacionales. A fin de no tener más sorpresas, Alicia Kirchner, nominada en principio para la gobernación de Santa Cruz, de jueves a lunes de cada semana está dedicada a recorrer la provincia, sin periodistas ni alharacas, en diálogo abierto con sus comprovincianos. El Presidente, por su parte, se apresuró a desmentir su falta de vocación para el diálogo abriendo las puertas de su despacho a Ríos y a Macri, a quienes les prometió el apoyo que le demandaban. Los dos interlocutores reconocieron la cordialidad del trato y la buena disposición para escuchar sus peticiones. En política, como en tantas otras prácticas, saber perder es casi más importante que saber ganar, pese a que, por supuesto, es una sabiduría que nadie puja por conseguir a propósito. En un sentido o en otro de aquí hasta octubre habrá mucho por aprender.

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