SOCIEDAD › SEBASTIAN BORDON, DIEZ AÑOS DESPUES

La muerte, las condenas y lo que sigue impune

Su asesinato mostró para todo el país la brutalidad de los policías mendocinos. Cinco de ellos fueron condenados, pero varios más quedaron sin castigo por encubrir el crimen. Los recuerdos y la lucha de la madre de Sebastián.

 Por Carlos Rodríguez

Miriam Medina intenta definir lo que sintió con la muerte de su hijo: “Tenía tristeza en el alma”, dice sin estar convencida de poder expresar un dolor inexplicable. Detrás de los anteojos, mientras mira la lluvia torrencial que cae sobre la autopista Gaona, rumbo a Moreno, sus ojos llenos de lágrimas gritan que el duelo es interminable. Miriam Medina es la madre de Sebastián Bordón, el chico de 18 años asesinado, hace diez años, por miembros de la Policía de Mendoza. “Le juré a mi hijo que uno por uno (se refiere a los autores del crimen) iban a pagar por lo que hicieron. No sé si cumplí del todo, pero seis de ellos fueron condenados con esta Justicia, en este país.” Se lamenta porque en el hecho participaron “catorce personas, entre policías y civiles, pero la causa por encubrimiento fue cajoneada y no hubo forma de quebrar la impunidad de algunos”. En el año 2000 fueron condenados cinco policías y una parapsicóloga, pero nunca se avanzó con la causa por el encubrimiento (ver aparte) de un crimen ocurrido en 1997, durante el menemato, con la impronta de la dictadura: tortura, desaparición y muerte.

La charla con Miriam comienza en un viaje a Moreno, donde la familia Bordón vivía al momento de ocurrido el hecho, en octubre de 1997, en una casita humilde “a la que accedimos después de 11 años de espera y a la que Sebastián sólo pudo disfrutar cuatro años”. A dos cuadras de la casa, en Volta y República Dominicana, del barrio Tres de Diciembre, funciona desde hace siete años La Casita de Sebastián, un jardín maternal y centro comunitario abierto por los padres del chico Bordón, Miriam y Luis, como una forma de homenajear al joven asesinado y de resguardar la vida de los pibes pobres, que abundan en el barrio (ver aparte).

El paseo por Moreno trae recuerdos. “El día que Sebastián se fue a Mendoza (el 26 de septiembre de 1997), yo estaba en esa granja, La Aurora, con mis alumnos de primer grado. Mi hijo se vino a despedir cuando se iba –comenta Miriam, que al poco tiempo dejó la docencia–. Cuando apareció el cuerpo (el 12 de octubre del mismo año), mis alumnos me escribieron una carta que decía: ‘Querida Miriam’ y nada más, estaba en blanco. No hay palabras frente a lo que pasó.”

Sebastián llegó a El Nihuil el 27 de septiembre, en viaje de egresados de las escuelas 4 y 13 de Moreno. Los chicos se instalaron en un centro turístico ubicado junto al embalse del río Atuel, a 50 kilómetros de San Rafael. El joven tuvo una crisis de angustia y no supo ser contenido por los docentes que acompañaban al contingente. Las profesoras Ana María Bava y Patricia Mabel Landalde, junto con Jacinto Araujo, director de la Escuela Media 4, se sacaron de encima a Sebastián y lo dejaron en el destacamento policial de El Nihuil, mientras su padre, Luis, viajaba desde Buenos Aires para buscarlo.

El 12 de octubre, luego de varios días de estar desaparecido, el cuerpo de Sebastián fue hallado en un barranco del río Atuel. En el juicio oral se dio por probado que el chico escapó del destacamento y que salieron a buscarlo en un patrullero los policías Daniel Gómez, Roberto Gualpa y Alejandro Cubillos. Ellos, cuando lo encontraron, le dieron una paliza feroz que lo dejó inconsciente. Las pericias demostraron que el joven agonizó durante varios días, en un lugar nunca precisado, hasta que murió de hambre y sed. Ninguna de las heridas sufridas era mortal.

Fue condenado por el crimen el comisario Hugo Trentini, que recibió una pena de 15 años. Gómez fue sentenciado a 12 años, mientras que a Gualpa y Cubillos les aplicaron diez. El cabo Esteban Merelo fue condenado a dos años y medio por encubrimiento y la parapsicóloga Amanda Ledesma a dos años, por igual delito. Fueron absueltos los comisarios Juan de Dios Atencio y Carlos Escobar, y el camionero Humberto Vega.

“Lo que hizo la policía, y sigue haciendo en todos los casos de gatillo fácil y de violencia, es sancionar el derecho a ser joven. A Sebastián le pasó lo peor: lo torturaron, lo hicieron desaparecer y después mintieron sobre las causas de la muerte. Salieron a desprestigiarlo, a decir versiones falsas para ocultar que hubo golpes, tortura, desaparición y muerte. Es lo que hicieron con los desaparecidos y nosotras hicimos lo mismo que las Madres de Plaza de Mayo. Salimos a defender a nuestros hijos y a buscar el castigo a los culpables”, afirma Miriam Medina.

“Dolores (se refiere a la mamá de Ezequiel Demonty, el chico asesinado por la Policía Federal) tiene una frase para responder a los que acusan a las víctimas: ‘Yo sé el hijo que he criado, no me importa lo que digan’. Nosotras aprendimos de las Madres de Plaza de Mayo y recibimos la ayuda de ellas. Hebe de Bonafini fue una de las primeras en acercarse y me ofreció la Plaza de Mayo para que yo hablara. Nora Cortiñas nos acompañó en el juicio oral. No tengo más que agradecimiento para ellas y para mis vecinos de Moreno. Con ellos hicimos la primera marcha frente a la Casa de Mendoza en Buenos Aires. Después hicimos una manifestación con cinco mil personas en Mendoza. Seguimos en la lucha por nuestros hijos y por los de todos. La lucha debe continuar, sin esperar a que alguien muera”.

“Hubo muchos culpables. Los docentes que dejaron a Sebastián en la comisaría jamás dieron la cara, nunca nos explicaron por qué hicieron lo que hicieron.” “Allá ellos con su conciencia”, dice mientras recuerda que fueron sancionados y separados del plantel docente de la provincia por pedido del ex secretario de Derechos Humanos bonaerense Jorge Taiana, que “fue muy claro cuando les dijo que ellos habían actuado mal, porque la vida se defiende con la vida”.

Miriam sostiene que en todos estos años “lo que hemos aprendido las madres es a salir a la calle, a ejercer el derecho que tenemos, junto con otras víctimas, de reclamar justicia. A no dejar que nos pisoteen, como intentó hacerlo (Juan Carlos) Blumberg, cuando salió a hablar mal de mi hijo”. Blumberg, en mayo de 2004, visitó en Mendoza a familiares del comisario Hugo Trentini, ante quienes aseguró que Sebastián Bordón “se drogaba, hizo una mala actuación, agredió a un policía”. En su momento, Miriam le respondió en Página/12: “No sé si el señor Blumberg se equivocó o no, lo único que puedo decir es que él hizo suyo el discurso de los asesinos, mientras nosotros, en Moreno, donde vivimos, estamos denunciando a los policías que no hicieron nada para salvar la vida de Axel” Blumberg. Hoy, Miriam recuerda que cuando Blumberg vino a pedirle disculpas, ella no lo perdonó. “Hay cosas que no se pueden perdonar”, ratifica.

A pesar de una difícil operación y de un tratamiento con quimioterapia, Miriam sigue: “Me sentí bien yendo al escrache que se le hizo a Videla, o cuando salí como una loca gritándoles a los jueces que dejaron en libertad a los policías que mataron a Andrea Viera. Yo no me callo más y no me importa lo que digan”. Su vida sigue, ahora en un departamento del barrio porteño de Flores, con sus hijos menores, Florencia y Damián, y los encuentros con la mayor, Daniela, y con su única nieta, Juliana Divina, de dos años y medio. “Ella me devuelve la vida, la alegría”, asegura.

Compartir: 

Twitter

Miriam Medina, la mamá de Sebastián, en el hogar que fundaron en Moreno en su homenaje.
Imagen: Gustavo Mujica
 
SOCIEDAD
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.