SOCIEDAD › UN DESFILE DE TURISTAS POR EL CAMPAMENTO DE LELEQUE

Los que ayudan y los otros

 Por Sebastián Ochoa

Lo único que se escucha es el murmullo del agua, la propia respiración y el viento. Hasta que el rugido mecánico se acerca, suena kilómetros antes de pasar, pasa y ruge todavía unos kilómetros más. La hiperturística ruta 40 y sus rápidos habitantes recuerdan que ningún lugar es demasiado lejos. Micros de dos pisos, camiones, camionetas, autos. Kawel winka, le dicen los mapuches: “Caballo del blanco”. Al desfilar ante la bandera los informados aturden con bocinazos festivos a 130 kilómetros por hora: el kawel winka se comunica. Al otro lado del alambrado, algún mapuche saluda con el brazo, aunque aburre responder a ese compromiso que termina con un dedo en un botón. Algunos jinetes estacionan y se arriman a preguntar de qué se trata. Muchos, con ánimo entrador, meten la pata hasta el fondo.

–¿Esto es lo que les donó Benetton? –encabeza el ranking de convencidos por la correcta campaña de prensa –según la comunidad– encarada por la multinacional para lavar las vidrieras de sus tiendas. El desalojo de la familia mapuche en 2002 tuvo su contraparte en manifestaciones ante las puertas de las empresas que Benetton tiene en 120 países. En gran medida la confusión viene del año pasado, cuando Benetton quiso “donar” 7200 hectáreas al gobierno de Chubut. La provincia rechazó el regalo porque las tierras eran pésimas, no podían dar sustento ni a pocas familias.

–¿Esto les donó el gobierno provincial? –está segunda en el ranking. Ni en sus mejores sueños los mapuches serían tan inocentes de esperar que el Estado o una empresa devuelvan lo conseguido con violencia y dinero. “Es una recuperación”, empieza a explicar paciente el que se acercó a la tranquera. “No es una toma ni una ocupación. Retornamos a nuestra tierra milenaria para vivir según nuestra cultura”, aclara.

–¿Y qué podemos hacer? –preguntan los turistas.

–Difundan lo que pasa acá. A los grandes medios no les importa contarlo.

Los viajeros suben a sus autos con algo de satisfacción moral. Antes de que la Justicia prohibiera construir, los turistas se convertían en albañiles por un día. En la ruka comunitaria pegaron ladrillos gentes en todos los idiomas. Ahora sólo pueden compartir unos mates y dejar donaciones.

–¿Esto es un camping? ¿Cuánto cobran?

–Es una recuperación de tierras que Benetton había usurpado.

–Ah, sí, hay que sacarles todo a los Benetton –dice el rey de los desubicados y vuelve con su familia a la 4x4. En ciertos casos, el mejor turista es el que pasa de largo.

Un tipo se acerca a agradecer a los mapuches por su lucha y les lleva “la imagen de un argentino que dio su vida por el pueblo, el Che Guevara”. Un chico de Furilofche le dice: “Somos mapuches, no somos chilenos ni argentinos. Esta es una reivindicación contra un rico y la mierda del Estado argentino. No somos revolucionarios, nada más queremos volver a la mapu y vivir en forma natural. Desde nuestra cultura vemos todos los días qué hacer para cambiar nuestra parte. El Che era un chabón recopado, pero acá no vamos a tener nada de eso.”

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