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Jueves, 13 de junio de 2013

TEATRO › DANIEL CUPARO, ANA FRENKEL Y CARLOS CASELLA HABLAN DE VACACIONES EN LA OSCURIDAD

“El amor te abre a una nueva realidad”

Con libro y dirección de Casella-Frenkel-Cúparo, el nuevo espectáculo de dos integrantes del grupo El Descueve (más uno de sus compañeros de ruta) propone una comedia absurda, plena de música y canciones, sobre ese misterio que es el amor.

 Por Carolina Prieto

Cada nuevo espectáculo de los integrantes del grupo El Descueve genera expectativa. Es que la compañía de bailarines formada por Carlos Casella, Ana Frenkel, Mayra Bonard, María Ucedo y Gabriela Barreiro sacudió de tal modo la escena local desde su creación, en 1989, que resulta imposible olvidar el tono de sus propuestas. Una mezcla explosiva de danza, música, canción, imágenes potentes y texto, a la que sumaron buenas dosis de erotismo, desenfado, humor y tensión, marcaron sus trabajos.

Hoy, los chicos ya no lo son tanto –van por la cuarta década–, pero siguen apostando al riesgo en trabajos en los que se cruzan varios de ellos. Así es como, por ejemplo, Frenkel dirigió a Ucedo en el unipersonal Brasil; Ucedo y Bonard crearon El juego del elástico (del que participó Daniel Cúparo); Frenkel y Casella hicieron Sucio junto a otros artistas. Y desde el jueves 6 de junio, Frenkel, Casella y Cúparo (que actuó en las últimas obras de El Descueve, Hermosura y Patito feo) vuelven a presentar una nueva aventura artística después de Corazón idiota. Se trata de Vacaciones en la oscuridad, una comedia protagonizada por los talentosos Diego Velázquez, Julieta Vallina y Victoria Almeida, centrada en un matrimonio en crisis que despierta del letargo cuando se conecta con una profesora de danza. Boris (Velázquez) es un hombre estructurado, experto en radares y se la pasa en una torre de control chequeando que todo funcione bien. Su mujer, Susan (Almeida), es una periodista con aires de intelectual. La metamorfosis comienza con las clases de Katia (Vallina), una mujer con un gran dominio de lo corporal pero que hace agua en el plano afectivo.

El espectáculo va los jueves a las 23.15, los viernes a las 24 y los sábados a la 0.30 en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza, con libro y dirección de Casella-Frenkel-Cúparo. En este caso, el trío se volcó hacia una historia que por momentos tiene episodios musicales y otros de danza, pero cuyo sostén es siempre el texto. Y lo hace con un tema tan universal y eterno como el amor, “algo que para nosotros sigue siendo un misterio”, confiesa Ana. “Siempre tuvimos ganas de trabajar juntos desde que terminamos Corazón idiota, que fue una obra bien musical creada especialmente para las actrices Griselda Siciliani y Carla Peterson. En este caso partimos desde otro lugar. Nos pusimos a pensar y a escribir un texto previo antes de convocar a los actores, que elegimos nosotros. Y las canciones son también nuestras. Nos involucramos de otra manera”, señala Frenkel a Página/12 en una charla en el departamento de Casella, entre mates y frutos secos.

–¿Además de las ganas de volver a trabajar juntos, cuál fue el punto de partida de este trabajo?

Daniel Cúparo: –Empezamos el proceso creativo como lo hacemos siempre, trayendo ideas, imágenes, situaciones. Hasta que apareció la anécdota de un amigo que un día juntó a las dos mujeres con las que andaba desde hace un año y medio para decirles la verdad, que quería a los dos y que no había una que estuviera por encima de la otra. Nos pareció que ése podía ser el inicio de algo. Hicimos más brainstorming y fuimos creando la trama.

Ana Frenkel: –Dani es el que más escribe de los tres, él es guionista de cine y de televisión, pero nosotros también aportamos. Sugerimos hacia dónde puede ir la acción o cómo resolver determinada situación.

–¿Por qué la pareja de la obra está en crisis?

D. C.: –No se explicita mucho. En un momento, Boris dice que el desgaste es inevitable. No es una pareja que está muerta, pero sí tiene problemas de comunicación. Están todo el tiempo enfrentándose, como si hubiera una energía que está mal canalizada y no les permite encontrarse.

A. F.: –Un poco como sucede siempre. Te juntás por amor, pero si no estás atento saltan las partes más neuróticas de cada uno. Para tratar de salir de esa situación, de generar un cambio, se les ocurre hacer algo que nunca habían hecho: tomar clases de danza. El es un tipo muy controlador y ella es una intelectual. El encuentro con Katia, la profesora, va a generar cambios en los tres. El amor es un tema que a nosotros nos intriga mucho.

Carlos Casella: –Creo que Boris se enamora también de lo que Katia provoca en él al descubrirse distinto. En definitiva el amor tiene que ver con eso, con lo que el otro genera en vos. El amor te abre a nuevas situaciones, te abre a una nueva realidad y eso es lo excitante. Te lleva a lugares nuevos y en ese sentido es incontrolable.

D. C.: –Katia llegó a conclusiones muy profundas sobre el movimiento y el cuerpo y a Susan le parecen un bochorno y larga las clases enseguida. Pero cuando ya ciega, decide retomar clases en forma particular, algo empieza a cambiar.

C. C.: –Se van dando cuenta de que se complementan y que pueden aprender una de la otra.

D. C.: –Con la ceguera a Susan se le despierta una sensibilidad especial y empieza a compartir con Katia un universo similar. Se le abre un mundo.

–¿De alguna manera el trío encuentra un modo de funcionar, de no sentir al otro como una pertenencia?

C. C.: –La obra deja abierta la posibilidad de nuevos contratos aunque no se sabe cómo seguirá la cosa.

–Definen el espectáculo como una comedia. ¿Cómo describen el tipo de humor?

C. C.: –Un humor que está siempre en la cornisa entre el melodrama, lo trágico y la exageración. Y en ciertos momentos la trama se vuelve coreográfica o se transforma en canción, abriendo paréntesis poéticos por fuera del tiempo. Porque sentimos que lo que le pasa al personaje en determinado momento puede expresarse mejor a través del cuerpo o de la música.

A. F.: –Además de actor, Diego Velázquez es un bailarín tremendo y a las chicas las fuimos entrenando. Son muy dúctiles, muy sensibles. ¿Cómo un actor no podría expresarse a través del cuerpo? Es un error separar las cosas así.

C. C.: –Las letras de las canciones son nuestras, salvo dos de Sandra Baylac. Y la música original es de Pedro Onetto. El espectáculo está muy apoyado en lo teatral, tiene inserts musicales pero el timón lo lleva lo teatral. Corazón idiota era mucho más un musical, un varieté.

–¿Cómo les resulta escribir y dirigir de a tres?

C. C.: –Con Ana venimos trabajando juntos desde los 19 años y con Dani lo hicimos varias veces en los últimos años. O sea que hay toda una experiencia de crear juntos, aunque ésta sea la segunda vez que nos reunimos los tres solos. Nos resulta cómodo. Los tres aportamos en las distintas áreas, más allá de que Dani sea el más autor. Pero no es que escribe y se desentiende de la puesta, estamos todos involucrados a pesar de repartirnos un poco ciertas cosas.

A. F.: –Es una elección trabajar juntos, nadie nos obliga, al contrario, nos divertimos mucho creando. Desde la época de El Descueve, hay algo de desafío: algo que te pica y que te lleva a hacer cosas nuevas, que nunca hiciste antes. Acá nos metimos con una obra que escribimos, con actores de texto que también bailan, también escribimos las canciones. Ya en El Descueve no había la sensación de un límite: todo lo contrario, nos movía la adrenalina de incursionar en zonas nuevas para nosotros, que veníamos de la danza.

D. C.: –Teníamos pendiente contar una historia en sentido tradicional, con un hilo argumental. Y en un futuro quizás se venga una película. Tenemos la fantasía de hacer una, puede ser una aventura.

C. C.: –No es fácil encontrar gente con la que te conocés mucho y con la que tenés confianza, porque en el trabajo creativo te exponés mucho y trabajás con mucha incertidumbre.

D. C.: –Y está bueno, cada vez que nos juntamos a trabajar después de un tiempo, ves al otro cambiado, como que creció y trajo cosas de otros proyectos. Nos encontramos desde otro lugar.

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“Empezamos el proceso creativo trayendo ideas, imágenes, situaciones”, dicen los autores.
Imagen: Bernardino Avila
 
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