Viernes, 21 de noviembre de 2008 | Hoy
LA ELEGIDA, DE ISABEL COIXET, BASADA EN UNA NOVELA DE PHILIP ROTH
Por Luciano Monteagudo
LA ELEGIDA
Elegy, EE.UU./España, 2008.
Dirección: Isabel Coixet.
Guión: Nicholas Meyer, basado en la novela El animal moribundo, de Philip Roth.
Fotografía: Jean-Claude Larrieu.
¿Penélope Cruz como la famosa maja de Goya? Por qué no. Así al menos –vestida y también desnuda, claro– se la imagina Ben Kingsley en La elegida, el nuevo melodrama de una especialista contemporánea del género: la catalana Isabel Coixet. Basada en la novela El animal moribundo (2001), de Philip Roth –no confundir con Elegía, otra novela de Roth cuya versión en castellano lleva el mismo título original del film–, la película de Coixet materializa a un personaje recurrente del autor norteamericano, el intelectual David Kepesh, para sumergirse en una reflexión sobre dos fuerzas eternamente antagónicas y asimismo inseparables: Eros y Tanatos.
Académico reconocido, crítico teatral y literario de prestigio, Kepesh (Kingsley) ha pasado largamente la barrera de los 60 años, pero no tiene ningún problema en seducir a sus ocasionales alumnas con sus disquisiciones acerca de Roland Barthes o la carta a Milena que guarda enmarcada en su casa y que lleva de puño y letra la firma auténtica de Franz Kafka. Cuando Consuela, una hermosa estudiante de origen cubano (Cruz), se le acerca, no pierde la oportunidad de sacar a relucir sus garras de cazador experimentado. Y lo primero que hace para ganarse sus favores es mostrarle el parecido que guarda con la Maja de Goya.
Pero lo que en un comienzo nace como un affaire puramente sexual se va transformando en Kepesh en una obsesión amorosa: ¿podrá vivir sin ella una vez que la chica se canse de jugar con él y se consiga un amante de su edad? ¿Y si Consuela en verdad también lo quiere? ¿Hay un futuro posible en esa pareja con más de treinta años de diferencia?
Más austera y medida que en La vida sin mí (2003) y La vida secreta de las palabras (2005), sus dos películas previas estrenadas en Argentina, Coixet sin embargo no termina de soltar el lastre de solemnidad que determina todo su cine. El guión –en este caso firmado por un resucitado, el novelista y cineasta Nicholas Meyer, que supo dirigir varias de las entregas de la versión cinematográfica de Viaje a las estrellas– sigue siempre pesando mucho más que la puesta en escena y sus personajes parecen estar hablando constantemente en letras mayúsculas.
Aun así, debe reconocérsele a Coixet haber sacado un buen partido de su elenco: de Penélope Cruz aprovechó básicamente su belleza; de la estupenda Patricia Clarkson (que interpreta a una amante veterana y despechada de Kepesh), su solidez dramática; y de Kingsley –a quien logró controlarle sus habituales excesos, que no son pocos–, su inteligencia. Eso basta hoy por hoy para convertir al protagonista de Gandhi en un actor respetable, capaz de darle cuerpo y sustancia a ese hombre imaginado por Roth, que es puro intelecto y que por eso mismo sabe que –como decía Pascal– el corazón tiene razones que la razón desconoce.
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