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Sábado, 3 de septiembre de 2011

MUSICA

Entre cantantes domésticos

Los primeros recuerdos de Maza con la música se remontan a “el mp3 de papá”, dice, y el relato avanza hacia una casa de Montevideo, una madre “cantante doméstica” (“porque siempre cantó adentro de casa”), un padre que trabajaba en un frigorífico y podía conmoverse con una canción al punto de largarse a llorar: “Papá se había comprado un estéreo combinado automático, lo último de lo último. Así que se armaba las pilitas de simples, y así podía sonar uno del Trío Matamoros, atrás otro de Chico Buarque, después Los Olimareños, algún payador, y ahí podía aparecer Nat King Cole”. El recuerdo es fotográfico: “Volvía del trabajo y se cortaba unos pepinos de la quinta, les ponía sal y los pinchaba con escarbadientes. Y ahí estaba el tipo horas, con el platito y un vaso de vino, sentado frente al contador de agua (el medidor), escuchando música...”.

La madre de Maza, María Suárez Pereira, dejó de ser “cantante doméstica” cuando grabó un bolero en el último disco de su hijo y también participó en las presentaciones. “La música siempre estuvo, era inevitable –concluye el bajista–. Mis primos tocaban la guitarra, yo algo tenía que tocar. Armamos un grupo en el barrio, pero todos tocábamos la guitarra y alguien tenía que tocar bajo. Hicimos un sorteo y perdí yo. Al principio tocaba en una guitarra, con las cuerdas de arriba. Después mi mamá me compró uno en 36 cuotas y ahí empezó el asunto del bajo. Hasta que un día me enamoré y no toqué más que el bajo. Siento que somos uno, el bajo y yo: somos una unidad sellada.”

“En casa también había un ‘cantante doméstico’, mi viejo”, cuenta por su parte Astudillo. De hecho, tenía un grupo, tocaba el bombo, también bailaba. Le gustaba mucho el folklore argentino, Falú–Dávalos, Leguizamón–Castilla... Así que mi infancia lógicamente tuvo esa marca, y pronto en eventos familiares empezamos a hacer cosas juntos, además de que en el colegio yo siempre estaba arriba del escenario: en los actos, en la iglesia, siempre cantando. Pero en casa la música no era considerada una profesión, así que estudié y me recibí de psicóloga. Me llevó muchos años y mucho estudio entender el canto como una profesión, con todo el esfuerzo que implica ejercerla. Al final de la carrera de psicología tuve la suerte de dar con una buena analista que me dijo: ‘Nena, esto no da para más’. Mi deseo era claramente ser cantante. Y acá estoy.”

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