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Viernes, 6 de agosto de 2010

SALUD

El costo del coraje

Cuando se habla de salud de las mujeres, la relación inmediata es con su aparato reproductivo. De hecho, hasta se ofrecen seguros para ellas para protegerse en casos de cáncer de mama o de útero. Sin embargo, una de cada tres muere por enfermedades cardiovasculares —mientras que una de cada cinco fallece por causas relacionadas con esos cánceres—. El corazón de las mujeres no se hiere sólo por amor, como indica el imaginario popular, también por enfermedades que se pueden asociar a la exigencia cotidiana de convertirse en super mujeres, a la falta de entrenamiento de profesionales de la salud para escuchar sus síntomas y al cuidado que ellas suelen prodigar a los demás en desmedro de su propia salud.

 Por Sonia Tessa

La palabra corazón está casi siempre asociada a los sentimientos cuando se habla de mujeres, pero si se trata de varones tiene que ver con la salud. Esa diferencia inscripta en el imaginario popular oculta que la enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte también para ellas. Los números son contundentes: una de cada tres muere por enfermedad cardiovascular, mientras una de cada cinco lo hace por los más temidos cánceres. Una encuesta a 600 mujeres del área metropolitana de Buenos Aires, realizada por el Programa Corazón y Mujer, reveló que más de la mitad de las consultadas cree que la primera causa de muerte es el cáncer de mama. “La falta de conciencia de que la enfermedad cardiovascular es un problema de salud importante de las mujeres se traduce en que tomen menos medidas preventivas”, expresó la cardióloga Florencia Rolandi, directora del Programa creado en conjunto por la Fundación Cardiológica Argentina y la Sociedad Argentina de Cardiología. “En general las mujeres son corajudas para enfrentar y prevenir las enfermedades, sólo que no conocen los riesgos. Por eso, no consultan por su corazón, pero sí acompañan a maridos, padres y hombres de la familia a ver cardiólogos”, agregó la especialista. Por eso, el año pasado, el programa lanzó la campaña “El corazón de una mujer puede romperse en serio”.

Ese “en serio” se ancla en el prejuicio que indica que el corazón de las mujeres sólo se rompe “por amor”. El prejuicio está presente en médicos y médicas, que difícilmente están lo suficientemente atentos a los síntomas de enfermedad cardiovascular en las mujeres. La cardióloga rosarina Lucía de Vincenti, integrante de la Sociedad de Cardiología de Rosario, apunta una visión crítica sobre el sistema de salud. “La cantidad de mujeres que ingresan con eventos cardiovasculares es igual que los hombres. Es un fenómeno de preocupación mundial porque el equipo de salud no está preparado para abordarlo”, apuntó la especialista, que trabaja en el hospital municipal Carrasco, de Rosario, y también atiende pacientes de PAMI. “Encima que hemos igualado en incidencia al hombre, tenemos peor pronóstico”, agregó. Esa desventaja se debe a la consulta tardía y a las dificultades de los profesionales de la salud para jerarquizar estos riesgos.

Por su parte, la psicoanalista Débora Tajer, autora del libro Heridos corazones, vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres, publicado el año pasado, consideró también que los médicos tienen responsabilidad en la demora en atender los eventos cardiovasculares de las mujeres. Porque las pacientes no saben los riesgos que corren. “El factor principal es el imaginario sobre la enfermedad, como se supone que es una enfermedad de varones, entonces las mujeres no nos sentimos vulnerables. Cualquier tipo al que le duele el pecho va al cardiólogo porque se pega un susto. La mujer no lo ve como peligro, por eso es imprescindible poner el eje en la prevención, en el armado de campañas que alerten sobre este peligro”, afirmó Tajer.

En la enfermedad cardiovascular, el factor subjetivo es esencial. Pero esa idea del hombre omnipotente y ambicioso que se infarta en medio de la carrera por el éxito no puede extenderse sin más a las mujeres. Si una mujer se enferma del corazón, es más probable que esté haciéndose cargo de todo lo que la rodea y todos los que quiere. Que crea que puede ocupar más de 24 horas al día en lograr que todo salga a la perfección, desde las tareas de sus hijos en la escuela hasta la cena íntima con su marido y, por supuesto, su trabajo. Así, no hay corazón que aguante.

LA MIRADA BIKINI

Las efectivas campañas de prevención no sólo deben perforar el imaginario colectivo, sino también el dominante en la comunidad médica. De Vincenti subraya que en el sistema de salud prevalece “una mirada bikini sobre las mujeres”, que se concentra sobre los órganos reproductivos. “Por eso las campañas están enfocadas en el cáncer de mama y de cuello de útero. Lo que no está mal, pero cada cuatro mujeres que mueren por enfermedad cardiovascular hay una que fallece por cáncer de mama”, indicó De Vincenti. Su pregunta, formulada ante autoridades sanitarias, es: “¿Qué es lo que hace que, siendo la principal causa de muerte, no haya políticas públicas?”. Y se indigna al indicar que “cuando se hacen campañas para prevención cardiovascular, a las mujeres se les reserva el papel de preguntar qué tienen que hacer para cuidar a los hombres”.

En ese sentido, es ilustrativa la publicidad televisiva de un producto que —según aseguran— combate el colesterol. Allí se ve a un hombre y una mujer de unos 50 años. El está preocupado por el colesterol, y le pregunta a ella qué debe hacer. Ella le responde: “Hacé como hago yo, cuidate en las comidas” y le recomienda el producto en cuestión. Más allá de su formulación explícita, el spot oculta que las mujeres también pueden sufrir problemas cardíacos, y ayuda, así, a reforzar el imaginario popular. La mujer estará allí para decirle cómo cuidarse a él, que tiene miedo de enfermarse del corazón.

ZONA DE RIESGO

¿Por qué los riesgos cardiovasculares también aumentaron para las mujeres? Una mirada extrema la plantea De Vincenti, relacionada con la expectativa de vida. “Antes las mujeres no se enfermaban del corazón porque morían antes de los 50 años”, apuntó, para abundar: “La inserción laboral de la mujer y el stress aumentaron los riesgos. Aquellas fortachonas que se ocupaban de amasar y lavar a mano se convirtieron en seres sedentarios, con otras actividades”, describió De Vincenti.

La especialista recordó que en una reunión de la Secretaría de Salud Pública de Rosario, dedicada a Salud y Mujer, le respondieron con la “protección hormonal” cuando ella planteó la necesidad de campañas de prevención urgentes. Para ella, esa protección ya no existe. “El stress, el ritmo de vida, atentan contra aquella protección, como así también los anticonceptivos y el hábito de fumar”, apuntó la especialista, cansada de ver cómo muchos de sus colegas desatienden a las mujeres con dolor de pecho. “A partir de los 30-35 años, si a una mujer le duele el pecho puede estar sufriendo un síndrome coronario agudo”, puntualizó.

En cambio, para Rolandi la protección hormonal existe, pero no alcanza. “Es importante saber que las enfermedades cardíacas se producen por la aterosclerosis, el depósito de grasa en las arterias. Y esto ocurre desde edades muy tempranas, aun cuando hay protección hormonal. En general, las mujeres que se enferman a los 60 tienen depósitos de grasas que datan de años y años. Es muy importante que las mujeres jóvenes tengan control de presión arterial y colesterol, porque esas arterias no serán las mismas unos años después”, indicó.

Y en ese sentido, apuntó a toda la comunidad médica. “El mensaje es que las medidas para prevenir enfermedades cardiovasculares puede tomarlas cualquier médico, sea ginecólogo o generalista. Lo importante es ver la presión arterial, colesterol y glucemia, así como los factores de riesgo como sedentarismo, tabaquismo o antecedentes familiares. Ese profesional verá entonces si puede seguirla él o deriva a la paciente”, consideró Rolandi, quien subrayó que “los médicos que ven a las mujeres suelen ser los ginecólogos o los generalistas. La comunidad médica es la primera que tiene que alertar sobre esto, sobre la importancia de conocer los números como presión arterial, perímetro de cintura, glicemia y colesterol”.

La obesidad, la dislipemia (alteración en los valores de colesterol y triglicéridos), el sedentarismo y el tabaquismo están en el tope de los factores de riesgo. “En la Argentina, una de cada 3 mujeres es hipertensa, el 40 por ciento tienen sobrepeso u obesidad. Y una de cada dos mayores de 60 años es hipertensa. Además, tanto la hipertensión arterial como el colesterol elevado son patologías que cursan de manera asintomática por muchos años, la única manera que tenemos es la prevención”, agregó Rolandi.

DESPUES DE HORA

Prevención es la palabra mágica, pero se parece demasiado poco a la realidad. “Estamos lejos de nuestro objetivo. La realidad del consultorio es que la cantidad de mujeres que consultan de manera preventiva es mucho menor que la del hombre, que llega porque quiere volver a jugar al fútbol, o porque un amigo se enfermó. En las mujeres la situación es mucho más grave, en general llegan cuando ya hubo un episodio”, apuntó Rolandi.

De Vincenti tiene claro que esa consulta tardía habilita una lectura de género. “El tema es el rol de la mujer en la sociedad, que tiene que ver con cuidar a los otros, más allá de que trabajes. Y cuando terminó de ocuparse de todos, recién ahí consultó por ella. Por eso generalmente viene tarde a la consulta”, aseveró. Rolandi matizó esta afirmación. Al contrario, consideró que “las mujeres retrasan la consulta, o no van al médico, pensando que tienen síntomas digestivos o de otro tipo. Y en el infarto, la celeridad está vinculada con la posibilidad de sobrevida. Pero esa demora se debe a que la mujer no sabe que puede estar teniendo algo grave”. La cardióloga ponderó la actitud de las mujeres hacia el cuidado de la salud, ajena y propia: “Las mujeres somos muy eficientes y con coraje, no le escapamos al médico, hacemos las cosas cuando estamos convencidas. El problema es seguir pensando que los problemas pueden tener un origen no cardíaco”.

Entonces, a modo de guía, cualquier mujer debe estar atenta a su corazón “si tiene molestias en el pecho, en los brazos, si tiene cualquier molestia que comienza en el esfuerzo y cede en el reposo. Si tiene fatiga progresiva, o fatiga y falta de aire ante actividades que antes hacía tranquila”. Con esos síntomas, directo al consultorio de cardiología. Una luz amarilla muy clara es que una mujer se fatigue por actividades que antes eran cotidianas. “Si una mujer te dice que hizo lo mismo de todos los días pero se agitó, hay que estudiarla”, aconsejó De Vincenti.

Muchas veces, tanto las pacientes como los profesionales confunden con malestares gástricos, musculares o problemas emocionales. “El equipo de salud no lo ubica como un Síndrome Coronario Agudo sino que prescribe analgésicos, se refiere al stress y a la neurosis, sobre todo en jóvenes”, indicó De Vincenti.

Por su parte, Rolandi hurgó en las causas de esa dificultad. “Las mujeres tienen síntomas más atípicos que los hombres, fundamentalmente porque los libros de medicina están basados en lo que les ocurría a los hombres”, afirmó la especialista, quien admitió que “las mujeres tienen síntomas más vagos, falta de aire, mareo y localización inespecífica del dolor. Pero si los médicos y las pacientes saben que las mujeres pueden sufrir enfermedad cardiovascular, esos síntomas pueden ser interpretados correctamente”.

En el estudio que realizó Tajer sobre la vulnerabilidad coronaria de mujeres, entrevistó a muchas que habían sufrido enfermedades del corazón. Y comprobó las dificultades en el diagnóstico. “De todas las que habían sufrido un infarto o angina de pecho, a ninguna el médico le había hecho el diagnóstico certero cuando fueron con síntomas. Les dijeron que era emocional, que tenían problemas digestivos o musculares. Esos son los confusores”, detalló Tajer. Y dijo que están tipificadas las manifestaciones de las enfermedades del corazón en las mujeres, pero el problema está en el imaginario. “De hecho, los protocolos están señalando que para el caso de mujeres cuando empiezan este tipo de problemas hay que observar varias horas, porque en las mujeres la enfermedad se da bastante tiempo después del primer aviso”, aclaró. El problema está en el ojo que los mira.

VULNERABLES

Así como las personas somos mucho más que un organismo vivo, el corazón —al que Woody Allen definió irónicamente como “un músculo elástico” en el final de su película Hannah y sus hermanas— sufre por cuestiones más intangibles que superar los 200 de colesterol. “El stress es un factor de riesgo cardiovascular. De hecho, está demostrado que en pacientes que tuvieron infarto, la reducción del stress se asocia con mayor sobrevida”, apuntó Rolandi, quien distinguió: “Lo importante es identificar cuándo aparece el riesgo. Hay un stress que es positivo, que tiene que ver con la energía para realizar actividades diarias, y hay otro de insatisfacción y depresión. Por eso es muy importante hacer consulta precoz, ya que está cada vez más comprobado que stress, depresión y ansiedad están asociados a la enfermedad cardiovascular”.

Desde su disciplina, Tajer ubica el término stress para darle una dimensión más amplia. “El stress es una categoría psicológica, creada por un psicólogo cognitivista, norteamericano —puntualiza la psicoanalista—. Es un síndrome de sobreadaptación, tiene que ver con cómo la gente responde a situaciones de mucha exigencia. Pero no necesariamente significa que esté corriendo una carrera o subiendo una montaña. Para una persona, puede ser una sobreexigencia que tu suegra te mire mal, o sentir que no vas a estar a la altura de las circunstancias. En ese sentido, el stress es la categoría más familiar a la medicina, pero expresa que son temas psicológicos.”

Tajer subraya que “en las enfermedades coronarias, el componente psicológico es muy alto”. Y también cuestiona que los médicos, si bien conocen esta influencia, “toman al stress de manera lineal, como sobrecarga laboral”.

Hechas estas aclaraciones, Tajer apuntó su propia mirada, producto de años de investigación. “En términos de lo psicológico, la enfermedad coronaria está muy ligada a la construcción de poder y a los modos de subjetivación para el poder. Por eso, los varones tienen más riesgos que las mujeres, al ser el género hegemónico. El costo que tienen los varones es que sufren más enfermedad coronaria porque entre ellos se fomenta la omnipotencia, el no compartir, el dominio de sí para el dominio de otros”, indicó Tajer, quien separó la paja del trigo: “En las mujeres también se dan estas cosas, pero a veces es difícil observarlo porque tienen los matices femeninos, que son diferentes. Una mujer que está haciendo las cosas de un modo que va a dar vulnerabilidad coronaria probablemente no sea ambiciosa, sino que se hace cargo de todo y de todos”. La omnipotencia femenina también existe, pero es distinta. En buena medida, la mujer es omnipotente para otros, o para cumplir con “todo”, una construcción que incluye sus propias necesidades y obligaciones, tanto como el mandato social de cuidar a los demás.

CHICAS SUPERPODEROSAS

Tajer usó la expresión “súper-mujer” para ubicar la vulnerabilidad coronaria de las mujeres. “Se trata de una mujer sobreadaptada, que le presta más atención a los requerimientos externos que a los internos y siempre está dispuesta para todos. Esas mujeres se cargan todo en la mochila, enfrentan todas las situaciones, se cuidan poco y se exponen mucho”, describió, y también puntualizó: “Las que tienen más vulnerabilidad coronaria, además de cargarse con todo, sienten que todo tiene que estar diez puntos”.

Tajer se basa en una investigación realizada en varones y mujeres de dos sectores sociales. En la clase media, la sobreexigencia estaba relacionada con la doble función, con la suma de las responsabilidades domésticas y la salida a lo público, la inserción laboral. “Las mujeres de sectores populares también son súper-mujeres. En la investigación se veía la sobrecarga por desempleo en los años ‘90, y por la crisis en 2001. Entonces, estas mujeres no sólo hacían los trabajos domésticos típicos, sino que si no podían comprar pan, lo amasaban; si no podían mandar a arreglar la ropa, la reparaban ellas; cuidaban a sus nietos porque sus hijas o hijos volvían a vivir a la casa”, expresó Tajer.

Y entre todas las vulnerables, las más vulnerables son aquellas mujeres que pertenecen a la “mediana edad”, ya que viven en su propio cuerpo la transición del modelo tradicional. “En psicología y género hablamos de transicionales, al diferenciar entre las mujeres tradicionales, las transicionales y las innovadoras”, afirmó Tajer, quien dijo que para muchas de esas mujeres, la sobrecarga es “el precio para salir a lo público, porque no hay redistribución de lo privado. Entonces, o te la bancás así o no salís a lo público”. Y allí aparece “la construcción subjetiva que hay que hacer para eso, hacerte cargo de todo, improvisar aunque no sabés lo que estás haciendo. Eso es omnipotencia, con un ropaje propio de las mujeres”.

Desmontar estas construcciones subjetivas es mucho más trabajoso, pero tan necesario como todo aquello que cualquier médico dirá en un consultorio: dieta saludable y actividad física, así como dejar de fumar, serán las prescripciones obligadas. Y podrían sumar nuevas exigencias. Por eso, Rolandi prefirió achicar el pánico. “Los cambios pequeños en las conductas tienen un muy alto impacto. Hay que intentar proponerse cada uno de esos cambios de manera gradual, pequeñas propuestas cada día, como dejar de fumar, iniciar un plan de actividad física o comer de manera más saludable. Pero hay que hacerlo uno a uno, de manera de poder sostenerlos”, afirmó. Lo demás será cuestión de desmontar ciertos modelos, de aprender a decir “no puedo” y encontrar brazos dispuestos a sostener esos límites. Un trabajo arduo, pero que realmente protege el corazón.

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