Viernes, 9 de agosto de 2013 | Hoy
PERFILES > PAOLA BARRIENTOS
Por Roxana Sandá
Le costó pero llegó. Caminó pesada hasta el gran escenario del Teatro Colón para recibir su Martín Fierro a la mejor actriz de reparto por Graduados. Pareció que el embarazo casi a término de Paola Barrientos era el que le imprimía ese paso cansino y hasta cierta mirada de disgusto, pero en segundos hizo saber de sus pocas ganas de fumarse el discurso de quien la antecedió, mister Jorge Lanata. El hombre había dedicado su estatuilla a algunos de los nombres que acusa cada domingo desde su envío televisivo. Barrientos, autodeclarada en la vereda “absolutamente opuesta” a la que se encuentra JL (como volvió a afirmarlo al día siguiente de la gala, invitada al programa Peligro Sin Codificar, que va por la pantalla de Telefe), dijo frente al micrófono y con lo que empezaba a convertirse en una sonrisa plácida: “Yo también se lo dedico a Cristina y a todos los que nombró Jorge”. Necesitaba ser irónica, le urgía desprenderse de la (como dicen lxs adolescentes) “mala vibra” que había quedado flotando en el aire gracias a la ecuación que “Jorge” –como ella lo refirió– había realizado a tontas y a locas, concluyendo que en una ceremonia de rating donde explota la térmica, es una pelotudez (¿hará falta aclarar que el insulto pertenece a su autor?) andar dedicando un premio como el Fierro a familiares y amistades. Alguien tenía que ponerle los puntos. “Mi poder discursivo es malo, pero mi diferencia de postura con este periodista es conocida”, les dijo a Claudio Villarroel y Bernarda Llorente en diálogo por Radio del Plata. “Nunca me interesó estar exponiendo demasiado, pero siento que fue como un límite donde se arruinó un poco el festejo, la alegría, el sentido de esta fiesta farandulera de la televisión”, les explicó Barrientos, con la sensación del sabor amargo corregido y aumentado por un gallinero teatral aplaudidor del cultor del fuck you. “Me hubiera gustado festejar distinto y no con esta sensación de ser rehén de una no sé si decir operación política, es demasiado. Un clima muy enrarecido que nos dejó a todos como rehenes de esta situación.” La extensión chiclosa de esa polución ambiental terminó de capitanearla la crítica de moda Matilda Blanco, con recorrida incansable por los canales de aire y presencia intensa en la señal del solcito. Ay, es que a Blanco le pareció feo, mal y otros etcéteras negativos que Barrientos se enfundara en minivestido negro de licra que se le subía hasta no se sabe dónde cada vez que caminaba, con esas botitas texanas en tono caramelo. Qué horrenda imprudencia. Y a qué deprimentes conclusiones se arriba sobre el periodismo y la crítica local cada vez que se escuchan diatribas estigmatizantes, sexistas, prejuiciosas sobre el andar de lxs otrxs, sobre sus cuerpos y sus formas, o acerca de la soberana gana de desdramatizar un embarazo y recrearlo en una estética personal. O de los ardores por soltar la lengua con libertad, ligera y segura. Paola Barrientos no es de andar respondiendo argumentaciones berretas por la vida; hay que saber leerla en cada papel que interpreta. Lo hizo en Las criadas, su último protagónico junto a Marilú Marini. La gran obra de Jean Genet en la que reinterpretó la falsedad, lo marginal y lo repudiable para denunciar lo que no se tolera. Como ocurrió en la noche del lunes.
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