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Viernes, 31 de julio de 2009

Nadie quiere abortar

Legalización del aborto para no arriesgar la vida de las mujeres.

 Por Veronica Diz *

Nadie quiere abortar. Y, mucho menos, en condiciones de clandestinidad. A la situación de someterse a una decisión dolorosa, se suma el riesgo a morirse en el intento, el miedo al daño irreparable, la imposibilidad de hacer cualquier reclamo por mala praxis, al temor que el embarazo continúe o que el aborto esté mal hecho y terminar maltratadas en un hospital. O el terror a ser denunciadas. Y también está la culpa, mucha culpa, de la que también hay.

Sin embargo, quienes luchamos por el derecho a interrumpir un embarazo en condiciones dignas, seguras y de gratuidad tenemos posiciones distintas en torno a cómo salir de la ilegalidad. Hay quienes están a favor de la despenalización y alegan que una ley limitaría nuestra libertad puesto que implicaría la imposición de plazos y de procedimientos. Aunque la realidad nos demuestra que la simple despenalización también ejerce poder sobre nosotras.

En Estados Unidos el aborto dejó de ser ilegal en 1973, a partir de un fallo de la Corte Suprema que estableció el derecho a la intimidad que consagra la constitución de ese país. Pero ese derecho se agota en la semana 24 después de la cual es necesaria la autorización del Estado para ejecutar la práctica. Más tarde, las mujeres pidieron que el Estado financie esa decisión, pero esta vez la Corte les negó ese derecho. Consecuentemente, el aborto en Estados Unidos no es ilegal pero no es ni libre ni gratuito.

Quienes bregamos por la legalización entendemos que sólo una ley nos garantizará que el aborto pueda ser practicado en los hospitales públicos y, al mismo tiempo, nos permitiría presionar a las obras sociales y prepagas a que lo practiquen a simple petición de la afiliada. Si se despenaliza el aborto –sin una ley que habilite la práctica en hospitales– la consecuencia lógica será el florecimiento de un próspero negocio de clínicas privadas.

Nadie duda de que sería un gran avance salir de la clandestinidad y convertir la práctica de la interrupción del embarazo en segura. Pero si sólo se despenaliza, miles de mujeres seguirían quedando afuera de la posibilidad de acceder a un aborto que no ponga en riesgo sus vidas. ¤

* Militante feminista

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