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Lunes, 6 de junio de 2016

FúTBOL › LA NECESIDAD DE UN TíTULO NO DEBE OCULTAR OTROS OBJETIVOS

Qué esperar de la Selección

Argentina parece obligada a ganar, gustar y golear para acallar los cuestionamientos nacidos con las finales perdidas en el Mundial de Brasil y en la Copa América de Chile, pero los rivales también juegan y entonces las metas deben ser menos soberbias.

 Por Juan José Panno

Ponemos la varilla muy alta. Queremos que la selección argentina juegue maravillosamente bien, gane, baile a sus rivales, deslumbre, reciba elogios de todo el mundo y se quede con la Copa América, para vengar los recientes fracasos. Y aun así, si sucediera todo eso, diremos que bueno sí, está bien, pero esta es una Copa América devaluada, en la que jugaban Panamá y Haití, diremos que Brasil fue sin Neymar, que nadie se la tomó muy en serio, que todos están pensando en las eliminatorias, etcétera.

Nuestro natural e histórico inconformismo respecto de la selección nacional se ha incrementado en los últimos tiempos con las declaraciones del Cholito Simeone al final de la Champions, respecto de aquello de que de los segundos nadie se acuerda. Lo decía de sí mismo, de su equipo (la vez anterior en otra derrota contar el Real Madrid había expresado todo lo contrario) pero apuntaba por elevación –conciente o inconcientemente– a los subcampeonatos obtenidos por el equipo nacional en la Copa del Mundo de Brasil y en la Copa América de Chile.

Tan alta ponemos la varilla que circula la idea de que si Argentina no gana la Copa América el ciclo de Gerardo Martino está concluido y hay quien ya empieza a pensar en un reemplazante desde ahora mismo; Simeone, por ejemplo.

Uno de los cuestionamientos que se le hace al entrenador actual es que no transmite fuego sagrado, que el equipo es un reflejo de su bajo perfil y sobre todo que no maneja el vestuario, que los jugadores no lo quieren. Algo parecido se decía de Sabella, en los primeros partidos del Mundial de Brasil. Eso que se le cuestionaba se diluyó un poco en el medio del campeonato y reapareció con fuerza después de la final perdida. No se valoró que se llegara a la final; se lamentó que no se la ganara. Eso en el Mundial en el que Brasil salió cuarto y fue goleada 7 a 1 por Alemania.

Tal vez convenga bajar un cambio las pretensiones. Entender que no hay obligación de ganar y que los otros también juegan. Desde ahí entonces se puede pensar en metas menos soberbias. Y esperar, por ejemplo:

a) Que el equipo juegue parecido a como lo hizo contra Colombia.

b) Que vaya de menor a mayor, igual que en las eliminatorias.

c) Que se encuentren variantes para cubrir las ausencias de Messi.

d) Que Higuaín mantenga el potencial ofensivo de su última temporada.

e) Que la línea de fondo (Mercado, Funes Mori, Otamendi, Rojo) consolide su funcionamiento agregando partidos en serio a su experiencia de juego conjunto.

f) Que los jugadores no se contagien de la extrema pasividad de Martino, pero mucho menos de la locura de los que sostienen la idea de ganar “como sea”.

g) Que Messi, cuando juegue, encuentre ese plus que le falta para ser, además del mejor del equipo (como lo es en 9 de cada 10 partidos) el indiscutible número 1.

h) Que se pueda disfrutar de los partidos sin esperar que le vaya mal al equipo para confirmar eso de que “ no le ganamos a nadie”.

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Messi es el as de espadas del equipo de Martino.
 
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