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Domingo, 15 de abril de 2007

FAN

Mareados en la ducha

Un músico elige su canción favorita: Néstor Marconi y “Los mareados”, de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo.

 Por Nestor Marconi

Elijo “Los mareados” porque es el tango al que más orquestaciones le hice. No sé por qué. Es algo especial que me pasa con “Los mareados”, algo muy personal; no me ha ocurrido con otros tangos. De otros tangos pude haber hecho uno o dos arreglos o hasta tres, pero nunca más. A “Los mareados” le debo haber hecho como 15 orquestaciones distintas: para solos, para quintetos, para orquesta muy grande de 25 músicos. No sé por qué pero en todos los grupos que formé siempre hice un arreglo nuevo; es un tango que me ha acompañado durante toda mi vida.

Es extraño: “Los mareados” ni siquiera es de las letras de Cadícamo que más me gustan. Yo creo que todo lo que me pasó a mí con “Los mareados” fue por la melodía. Es un tango que tiene una melodía que, a pesar de ser muy simple (o tal vez por eso), es una invitación constante para renovar la orquestación. Es una melodía tan simple y hermosa que da espacio para hacerle de todo; tan perfecta que siempre invita a hacer algo más. No bien se termina un arreglo se puede empezar otro, y los resultados son siempre diferentes.

El primer arreglo que hice de “Los mareados” fue allá por 1968. Fue mi primer arreglo, o al menos el primer arreglo serio que hice.

Ese primer arreglo lo tocamos en Caño 14, un café concert muy popular de esa época, que quedaba en Talcahuano y Marcelo T. de Alvear. Era un lugar muy grande, por donde pasaron Aníbal Troilo, Roberto Goyeneche, Rubén Juárez, todo el ballet de Juan Carlos Copes, Franchini. Eramos un cuarteto con bandoneón, guitarra, contrabajo y piano. Era un arreglo novedoso y para la gente de Caño 14, que eran los llamados “tradicionalistas del tango”, fue un poco raro.

El año pasado fui invitado a un festival de tango que se hizo en Japón, y me encontré a un japonés, muy jovencito –no debía tener más de 15 años–, que tocó un arreglo de “Los mareados”. Me gustó mucho, algunas cosas me resultaron incluso un poco familiares, después me contó que era un arreglo mío que yo había hecho hacia 1970.

En una época tuve un trío con el que nos gustaba mucho improvisar. Y eso le gusta mucho a la gente. Eramos mucho de presentar un tango y después quedarnos un montón de tiempo improvisando. Estábamos en un lugar por Boedo, y también ahí tocábamos “Los mareados”. Recuerdo que una noche después de terminar todo el repertorio, alguien pidió que la tocáramos otra vez. Lo hicimos pero con un desafío: “Cuando llegue la parte del trío –decidimos–, vamos a hacer un solo cada uno, y vamos a seguir hasta que ustedes se cansen de escucharnos”. Y no vale repetir. Estuvimos horas tocando. La gente no se movió. Hasta que alguien de nosotros aflojó y dijo basta, no tocamos más.

El último arreglo lo hice para el trío que todavía tengo: lo hicimos hace poquito en el Tasso, un lugar menos tradicional al que va mucha gente joven. Por suerte no hay esa cosa de impostación tan ortodoxa: el tango superó esa barrera.

Siempre pensé en “Los mareados” más como un tema instrumental que un tema cantado. La parte que más me gusta, el momento fundamental, es la tercera parte, la última, una parte cantabile con mucha orquesta. Siento que va para una gran orquesta, pero que también tiene que ir un solo de bandoneón sí o sí. Ese momento es el que yo más disfruto. Es el tema que siempre tarareo en la ducha.

Ayer sábado 14, Néstor Marconi estrenó junto a la Camerata Bariloche su obra (dedicada a la Camerata en su cuadragésimo aniversario) Cameratangos, en Pilar Golf . El próximo sábado, 21 de abril, debutará como director de la Orquesta Escuela en la Biblioteca Nacional.

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