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Domingo, 1 de noviembre de 2015

EXHIBICIONES > FORENSIC ARCHITECTURE

EL ARTE DE LA GUERRA

Hasta fin de mes, Fundación Proa presenta la exhibición Forensis, del equipo multidisciplinario Forensic Architecture, especializado en revelar las circunstancias políticas y sociales de los conflictos contemporáneos, especialmente los bélicos. Desde la relación que tienen las prácticas del ejército israelí con Deleuze y Guattari hasta la modalidad futurista de los ataques con drones, Forensic Architecture, cuyo investigador principal es el israelí Eyal Weizman, muestra imágenes de dominio público satelitales, en 3D, en video y fotografías profesionales o anónimas subidas a la web para definir un mapa de los campos de batalla mundiales.

 Por Leopoldo Estol

Soldados que hacen un boquete y atraviesan hogares trasladándose como si la ciudad se tratara de un queso gruyere. Drones que se toman el trabajo de llevar sus misiles hasta la cama de sus futuras víctimas y estrategas militares que estudian la obra de Deleuze y Guattari para luego aplicarla en el campo de batalla. La guerra siempre se trató de destruir al otro pero lo que queda claro después de escuchar por dos horas a Eyal Weizman es que lo que en algún momento identificamos como guerra ha cambiado mucho sus formas.

Algunos conocieron a Eyal Weizman –morocho de 45 años despeinado con prolijidad– a través del capítulo que le dedicó Arquitectura rebelde, una serie documental producida por Al Jazeera que exploraba los lindes de la práctica arquitéctonica, y en especial a quienes van más allá de la creación de icónicos edificios o de la desaforada construcción de casas. Otros dieron con este arquitecto nacido en Haifa (Israel) que estudió y reside en Londres, gracias a un texto que puso en circulación en el 2007 con un título intrigante: “Caminar atravesando muros”. Hace pocos días visitó el país y dio una conferencia y aunque pronto siguió su viaje, todavía se puede visitar la muestra que da cuenta de los singulares proyectos que realiza junto a Arquitectura Forense, una suerte de agencia que desembarcó en la planta alta de la Fundación Proa con la curaduría de Rosario Güiraldes y Anselm Franke. Proyecciones, fotos, mapas y textos se conjugan sobre paredes cuidadosamente pintadas de negro. Todo sirve para narrar la labor colectiva que coordina Eyal en la Universidad de Goldsmiths donde interactúan arquitectos, directores de cine, artistas y curadores en pos de llevar justicia allá donde parecerían abandonarse todos los protocolos del diálogo.

DOS FUERZAS VIVAS

Fue un astuto teórico y militar prusiano, quien desde muy joven se vinculó a la guerra a través de los combates contra la avanzada napoleónica, Carl von Clausewitz, a quien se le atribuye la siguiente cita: “La guerra no es la acción de una fuerza viva sobre una masa inerte sino que es siempre la colisión de dos fuerzas vivas”. Quizás eso ayude a explicar la forma en la que los estrategas israelíes entran a zonas densamente pobladas de Palestina, no utilizando las esperables calles sino justamente, cercenando el espacio privado de cada familia. ¿Y cómo sería eso? En un accionar con claros ecos situacionistas se borra el límite entre lo privado y lo público. En el material que expone AF se puede ver a soldados realizando agujeros en las medianeras de las casas e irrumpiendo en la cotidianidad de las familias, por ejemplo, ¡en el medio de una cena! Pero a diferencia de la deriva que proponían los situacionistas en su búsqueda de abordar la ciudad de maneras nuevas, es más que evidente que a los soldados no les interesa que emerja un deseo oculto o llegar a una autoconciencia mayor sino procurar un dominio territorial exitoso.

Estrategias de guerra como ésta se deben a las nuevas adquisiciones en las bibliotecas militares israelíes. Weizman ha logrado entrevistar a algunos como es el caso del brigadier general retirado Shimon Naveh que fue influenciado por autores como Deleuze y Guatari. “Entidades rivales informes”, “Maniobra fractal: asaltos súbitos”, “Velocidad vs. ritmo”: evidentemente la inteligencia israelí ha logrado extrapolar algunos términos caros a las ciencias sociales y hacer con ellos algo horrendo. No hay tiempo para lamentos, el activismo de AF llega hasta los mismos edificos y los registra como entidades dinámicas. En pos de esclarecer los desmanes producidos por la guerra, la reconstrucción y documentación de estos conflictos lleva una investigación detallada puede demorar años pero que puede encontrar respuesta a cómo armar el puzzle en los 3 primeros milímetros de la fachada de un edificio, un sensor fabuloso –como nos cuenta Weizman– que registra la humedad, la polución y datos sobre el impacto de una explosión.

ROBOTS ASESINOS

La posibilidad de que un robot mate a una persona ya no es la excepción del T-800 que Arnold Schwarzenegger interpretaba en Terminator. AF fue convocado por una comisión de derechos húmanos de la ONU para brindar más datos sobre algunos acontecimientos en Oriente Medio. Y lo que la agencia descubrió dejó a todos helados: descubrieron que muchos de los edificios atacados por drones tenían una especie de firma, un pequeño agujero en el techo. La razón, pudieron ver al chequear los sitios web de fabricantes de armas, era que los misiles arrojados por el drone están equipados con un fusible de retardo. Los pocos milisegundos entre el impacto y la detonación permiten al misil penetrar a través del techo e ingresar en la habitación de abajo arrojando sus cientos de partículas asesinas. Pero, lo que Arquitectura Forense señala es que esta extraña modalidad prolifera porque a simple vista desde la calle no se percibe que la casa ha sido bombardeada.

Éso es algo que en la muestra pone de manifiesto con un aventurado compromiso y sin pensarlo dos veces: visto desde arriba ese diminuto agujero es el único rastro visible que deja el drone. ¿Es posible hacer justicia cuando las pruebas son tan sutiles? Pero este agujero también pone en evidencia una segunda cuestión que es central a la geopolítica y los derechos civiles, y éso es el umbral de detectabilidad, es decir, el pequeño margen que tenemos como sociedad para darnos cuenta de que ha sucedido un crimen.

Lo que este peculiar e innovador colectivo nos permite dimensionar son los bordes algo difusos sobre los que se paran los Estados todopoderosos para birlar convenciones y tratados sin asumir que han violado un cese al fuego o una tregua como puede ocurrir en las idas y vueltas habituales de Medio Oriente. Es sabido que los satélites pueden mirar más allá de lo que las imágenes muestran. Pero identificar el agujero que produce un drone puede ser menor a un pixel.

Entonces, podríamos pensar que ¡la resolución de las imagenes se vuelve cómplice de los crímenes! En los papeles esa ausencia de detalles se explica en la necesidad de Google y otras empresas de evitar juicios de individuos que encuentren su intimidad invadida. La resolución entonces no es solo fruto de la óptica del lente y de la capacidad de almacenar información del satelite sino también, para usar un término que popularizó Le Corbusier, de un “modulor” diseñado de acuerdo a las medidas del cuerpo humano. AF nos enfrenta a muchos problemas que parecen delinear un horizonte donde las ONG pueden decidir e intervenir en el curso de guerras.

Weizman aprovechó su visita a la Argentina para remarcar la alta estima que siente por Luis Moreno Ocampo, quien sentó una nueva juriprudencia al permitir mostrar diapositivas en un juicio, como también por el Equipo Argentino de Antropología Forense, reconocido internacionalmente por sus investigaciones sobre los de-saparecidos que recientemente fuera invitado a involucrarse en las acciones que buscan el esclarecimiento de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. En esa genealogía que busca justicia se abre un mapa que nos incluye y que necesita que se corra la voz. A riesgo de que una vez más la guerra se avecine sobre nosotros y sintamos esa mezla amarga hecha de la resignación e impotencia que da no tener herramientas para combatirla.

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Forensis se puede visitar de martes a domingo, de 11 a 19, en Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca. Lunes cerrado. Hasta el 23 de noviembre.
 
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