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Domingo, 25 de abril de 2010

PERSONAJES > LADY GAGA, RADIOGRAFIA DE SU EXITO

Presa de la fama

 Por Natali Schejtman

Hay algo de nuevo y algo de prestado en el fenómeno que hoy es la llamada Lady Gaga. Y acaso por eso, la pregunta que zumba alrededor de cada nueva intervención de esta chica sospechosa, irreverente y excesiva es si es o no es. Lo que viene después de esta disyuntiva es de lo más amplio: original, hermafrodita, talentosa, novedosa, linda, ridícula, paródica, sexy, revolucionaria, la copia de Grace Jones, Madonna, Bowie. Y más, mucho más. Como si con ella estuviera un poco más permitido dudar de lo que hoy se vende como lo número uno. Porque acá viene la data que indica que Gaga rankea muy alto: premios de diverso tipo, un video convertido en el más visto de la historia de YouTube (Bad Romance), una seguidilla de temas número uno en los rankings del mundo... Además, está cerca de ser coronada como una de las personas más influyentes del mundo, si no la más, según la encuesta anual que realiza la revista Time (y que la tendrá en vilo hasta este jueves, cuando salgan los resultados definitivos). Madonna, en un lugar ya exagerado de ser la que bendice a alguna privilegiada entre las flamantes rubias del mercado, protagonizó un sketch con ella para Saturday Night Live. El detalle es que no llegó a besarla, como a Britney Spears, sino que la parodia fue una pelea (y un beso frustrado). Más allá de la información, a veces confusa, que rodea al personaje, hay una sensación Gaga indiscutible: todos hablan de ella.

Para dar las coordenadas, deberíamos decir que nació en Nueva York hace unos 24 años y se educó en un colegio católico privado. Histriónica, pasó por clases de actuación y una vez en la New York University (donde no completó el grado) armó la Stefani Germanotta Band (tal es su nombre). No es tan fácil dilucidar el origen de Lady Gaga, sobre todo hurgando en esos videos previos a la fama en la que ella, morocha y simplona, subía a un escenario pelado a tocar baladas con su piano. Una historia es que a partir de esa banda, llegó al productor Rob Fusari, que también fue el novio. Ahora él la demanda por 30 millones de dólares. En un muy buen perfil de la revista New York Magazine, Fusari da su versión sobre los inicios y menciona que le sugirió a Stefani que le pusiera un poco de batería a su estilo –¡dice que iba a ensayar con joggineta!–, así como la bautizó en honor a la canción de Queen. Herbert Vincent, el productor que la llevó a Interscope tiempo después, le recomendó que se tiñera de rubia así la dejaban de confundir con Amy Winehouse. Hoy, mientras diseñadores muy bien posicionados quieren envolverla en sus ropas, ella trabaja con estilistas famosos por su barniz de oro, además de la Haus Of Gaga, un equipo con algo de Factory y algo de agencia de publicidad.

Germanotta-Lady Gaga vivió algunas frustraciones y alegrías efímeras. Pasó por el burlesque y las drogas, tuvo vida social y practicó su veta de performer junto a Lady Starlight. Por esa época probablemente haya asentado las influencias del glam, Bowie, Queen, Elton John y también algo de la electroalemania que la emparenta con Miss. Kittin o Klaus Nomi. Ni hablar de su simpatía por las drag queens. Llegó al sello Interscope y les compuso temas a Britney Spears y Pussycat Dolls, entre otros, mientras seguía con lo suyo, hasta que Akon insistió en que la chica tenía aura propia. Resumiendo los vericuetos: pronto lanzaría su primer disco llamado The Fame (“sobre cómo cualquiera puede sentirse famoso”, dijo ella), atravesado por Warhol y una idea de la fama que no era muy nueva, pero sí personal: el tema “Paparazzi”, de hecho, juega con partir la palabra “papa...paparazzi”, una especie de desplazamiento del Edipo hacia quienes te apadrinan en el mundo de las vidrieras. El video de la canción es un mundo fascinante. En el tema que da nombre al disco, con poca sutileza (bastante menos que en el disco Infame, por ejemplo, de nuestros Babasónicos), dice cosas como que quiere vivir la vida de los ricos y famosos, tomar champagne, etc.. Mientras, llegaba la verdadera fama para Gaga, tan freak y tan popular. Su segundo disco, The Fame Monster es épicamente superior al primero: ahora sí su gracia, su grasa y su talento se potencian con esa mujer robótica, adolescente y cambiante.

El acento puesto en la performance, el desparpajo y la meticulosa forma que les da a cada una de sus apariciones –la lista es larga y bastante más pálida que un expeditivo chequeo en tu buscador amigo– se acompaña por escupitajos discursivos que dibujan, borran y cosquillean una especie de plan supremo. Así, ella gatea entre la artista iluminada que inyecta novedades al gran público y el lema de un hazlo tú mismo llevado al extremo y cruzado con el cualquiera-puede-ser-una-estrella digno de la era del reality y también de Warhol. En el camino, hay cosas que no se terminan de entender (¿es o no es?), pero también apuestas algo más riesgosas, como por ejemplo un video de 9 minutos que es una pequeña película tarantinesca para performar el gran tema “Telephone” junto a Beyoncé (y el mismo hecho de ponerse al lado de Beyoncé con toda seguridad).

A Gaga le encanta generarle fantasías a su público. Ése podría ser uno de los objetivos de un vestido hecho de burbujas o un sombrero-teléfono o unos anteojos de cigarrillos o un caballo con pelo violeta. Tal vez, su afán de definir el estilo y el brillo como pura prótesis pretende insistir en que todos estamos igualados en esa posibilidad de hacernos de nuevo. Aunque eso sería también inexacto: la chica canta muy bien, compone sus canciones, es “artista” y no minimiza su condición. Tratar de descifrar qué es Gaga y por qué se convirtió en todo esto es parte del juego que ella propone. Como dice en su website: “La cultura pop es arte. No te hace cool odiar la cultura pop. Yo la adopté y vos podés escucharlo en The Fame. Pero es una fama compartible. Quiero invitarlos a todos a la fiesta. Quiero que la gente se sienta parte de este estilo de vida”.

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