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Domingo, 6 de marzo de 2011

CINE 1 > FASE 7, CIENCIA FICCIóN ARGENTINA

Encerrados afuera

Inspirado en la paranoia, la ridiculez, el miedo e incluso la violencia que acompañaron al brote de gripe A en el invierno de 2009, el debutante Nicolás Goldbart escribió y dirigió una película sobre cuarentena y apocalipsis que homenajea a John Carpenter en un edificio de Buenos Aires.

 Por Mariano Kairuz

El que se encuentre con el afiche de Fase 7 que actualmente exhiben los multicines se sentirá invitado a ver una película de aventuras argentina, lo que no pasa todos los días. Su diseño gráfico clásico (incluso un poco retro, podría decirse) sugiere la posible inclusión de algún elemento fantástico. Pero en rigor, en la película lo “fantástico” se mantiene en el terreno de la sugestión, porque lo que sostiene su puesta en escena de suspenso es el miedo a una cosa bien real, y bastante cotidiana: lo desconocido.

Y como suele pasar en varias de las mejores películas de terror –y para decirlo con el tono solemne y un poco moralizante, pero hipnótico con que Rod Serling cerraba cada episodio de La dimensión desconocida–, lo único verdaderamente desconocido somos nosotros mismos.

El argumento de Fase 7, la ópera prima de Nicolás Goldbart (36 años, experto montajista que se curtió trabajando junto a varios directores del nuevo cine argentino, entre ellos Pablo Trapero en sus primeras películas), fue inspirado en aquello que monopolizó la atención de buena parte del mundo durante el invierno de 2009: la pandemia de gripe A y sus lisérgicas derivaciones. “Fue un momento terriblemente ridículo –dice Goldbart–. En plena psicosis uno se podía reír de eso, si tomaba un poco de distancia. Estábamos yendo a la cancha y a votar al cuarto oscuro con barbijo. Yo eventualmente conseguí mirarlo todo con humor, pero como soy normalmente un neurótico obsesivo, me pasó lo que le pasaba a todo el que lo viviera de adentro: una angustia terrible. Nunca compré tanto alcohol en gel como en esa época, y, teniendo una nena que en ese entonces era muy chiquita, andaba súper paranoico. Las cosas se pusieron muy absurdas. Creo que lo más terrible que llegué a ver fue cuando los habitantes de un pueblo apedrearon un colectivo que venía de Chile porque supuestamente en él viajaba un infectado. El pueblo se convirtió en una suerte de turba de linchamiento, como si, además, se pudiera combatir una amenaza de este tipo de esta manera. Era una situación en la que no había otra lógica que el miedo.”

Fanático de directores de género como John Carpenter –el referente más obvio de la película– Golbart planeó inicialmente limitar su historia a una pareja encerrada en un departamento, mientras afuera el mundo se venía abajo. Ese guión inicial tenía, cuenta el director, una estructura más teatral, en la que la información sobre lo que ocurría en el exterior pasaba exclusivamente por la pantalla de un televisor y por distintos personajes que iban entrando y saliendo de escena. Pero la producción creció y la historia se amplió a un flamante edificio a medias habitado. En uno de los departamentos viven, en cuarentena, Coco (Daniel Hendler) y Pipi (Jazmín Stuart). Ella está muy embarazada, visiblemente incómoda y molesta, y no tiene mucha paciencia para las chiquilinadas de él, pero ninguno de los dos parece en principio tomar verdadera conciencia del peligro que los acecha. Mientras tanto, entre sus vecinos se van formando facciones enfrentadas acerca de cómo debe afrontarse la situación y el panorama se va poniendo progresivamente violento. En particular entre dos de estos vecinos, interpretados por Yayo (el humorista que se hizo conocido en los programas de Tinelli) y Federico Luppi, que se vuelven temibles conforme crecen la incertidumbre y la paranoia general. “Lo que más me interesaba era tomar esa idea básica que define a varias películas de John Carpenter, en las que en un principio el mal parece estar afuera pero en realidad lo que está adentro es igual de peligroso –dice el director–. Lo más interesante de las películas sobre el apocalipsis es cuando muestran qué pasa con la gente cuando tantas de las cosas que damos por sentadas empiezan a desaparecer. La pareja protagónica de Fase 7 está acostumbrada a una vida de comodidades, y les pasa lo que les pasa a muchos, que creen que las tragedias que ven por televisión siempre pasan en otro lado, le ocurren a otros. Hasta que le tocan a uno. Entonces ocurren cosas como las que vivimos acá, nosotros que no pasamos ni por el miedo a la bomba atómica o a la guerra bacteriológica, hace dos años. Situaciones en las que se derrumban las normas sociales.” O, en otras palabras, cuando de pronto nos encontramos tratando de matar bacterias a piedrazos.

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