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Domingo, 26 de mayo de 2013

Otro palo

A fines de los ’80, Don Cornelio y la Zona representaba la oscuridad del rock argentino, con intensas canciones pop como “Ella vendrá” o “Tazas de té chino” de aquel legendario primer disco. Poco después, su líder Palo Pandolfo eligió otro camino que, de alguna manera, sería como empezar de cero. Formó Los Visitantes, el grupo que, antes que todos, supo unir el rock con el tango y el folklore, se apropió de ritmos latinoamericanos, marcó el rock argentino de los ’90 y hoy es influencia fundamental de la nueva escena neo folk, desde Pablo Dacal a Lisandro Aristimuño. Entre pionero y artista de culto, ahora Pandolfo acaba de lanzar Esto es un abrazo, su nuevo disco, escrito con una enorme carga de misticismo, tocado por una banda que, no casualmente, se llama La Hermandad. Satisfecho con el lugar que ocupa en la música popular argentina, Palo Pandolfo habla de los años de excesos y mala suerte, de su presente luminoso y de por qué ahora sólo quiere escribir sobre el amor.

 Por Mariano del Mazo

Palo Pandolfo brilló como un rayo, murió, se elevó, se arrastró, resucitó, volvió a brillar y, ahora, dice, navega una religiosidad que combina “espíritu y carne”. Hay pocos personajes del rock argentino tan enrevesados y fascinantes, tan incorruptibles de alguna manera. Su obra de más de 25 años tiene una espesura que lo ubica en un limbo lírico y musical bastante particular: el sitio que ocupa no tiene que ver con ocasionales cimas y repliegues en relación con el medio y la industria, sino con una densidad y un peso específico que atravesó prácticamente todas las líneas estéticas de nuestro rock, del pop al punk rock, del tango al folk, del tecno a la música latinoamericana. Hoy Palo prefiere no hablar del influjo que proyecta su figura y sus canciones (hablará de todos modos...), sino de los mantras que recorren Esto es un abrazo, su nuevo disco, con la banda La Hermandad, para concluir en lo que dice que siente y que es una de las frases del tema “El leñador”: Soy un títere en la luz.

“Recién venía en el auto escuchando una entrevista en la radio a Juanse. Hablaba de su conversión al catolicismo. Cantaba ‘Ceremonia’, pero desde otro punto de vista... Y está bueno. Pero lo mío es diferente, no es nuevo. Siempre estuve cerca de lo místico. Siempre hablé de lo mismo, son tres o cuatro ideas. Si la escuchás bien, ‘Ella vendrá’ va por ahí: es una visión de la esperanza.” Las maneras de Palo Pandolfo: las palabras son las de un evangelista o un yogui (Hermandad, Abrazo, Mantras...), pero el envoltorio es un discurso pasional, una risa de hiena, una actitud gestual temeraria interrumpida fugazmente por la ternura. Hoy está en una etapa de felicidad familiar que, dice, naturalmente volcó al disco. “Casa nueva, mudanza, mis niños que crecen, la banda alucinante que formé... Sí, es verdad, este es un disco hipermístico. Pero básicamente está marcado por el nacimiento y crecimiento de mis dos hijos, Vito y Francesca. Todo tiene un único sentido: el dibujo de Vero, mi mujer, en la tapa; el sobre interno que está hecho de una tinta china que agarré para copiar unos escritos míos. Es todo medio chamánico. Si algo le faltaba al disco era ¡poesía en tinta china! Bueno, no es uno más: siento Esto es un abrazo como un resarcimiento histórico, energético, ético y estético de mi obra. Pude complementar aquí los dos discos de Don Cornelio, las dos caras, el yin y el yang; es un círculo que se cierra. Me lo dijo Alejandro Varela, de S-Music, el tipo que pone la guita y que ya me había editado en Los Visitantes: es un disco síntesis. Otra cita: escuchaba la otra vez de Diego Frenkel algo que comparto. Decía: ‘Yo hago discos porque es la manera que tengo de pensar’. Coincido.”

¿Qué piensa Palo a través de su obra? El debut de Don Cornelio (1987) quedó para lo posteridad como un disco de perfectas canciones pop en contraste con el piromaníaco Patria o Muerte (1988). Sin embargo, ya en aquel álbum producido por Andrés Calamaro que pintaba para discutir el podio ochentista con hits irreprochables como “Ella vendrá”, “Tazas de té chino”, “El rosario en el muro”, desde un sitio equidistante entre Soda Stereo y Sumo, se advertía la oscuridad de techos aplastantes, relaciones incestuosas y suicidios, bajo la apariencia inocua de una vitrola a go-go. Patria o Muerte fue la visualización de ese mar de fondo, un derrape notable y tortuoso que en su radicalización enterró para siempre el futuro de Don Cornelio e inauguró la consolidación de Palo como poeta maldito y más. Patria o Muerte fue el ataúd de ese gran estribillo que fueron los ochenta y Palo quedó dando vueltas en su laberinto: no siguió el consejo de los árabes, que opinaban que de los laberintos se sale por arriba; Palo eligió salir por abajo, por el infierno.

LA ANTENA EXTRAORDINARIA

La consigna setentista tan demodé en años alfonsinistas planteaba una disyuntiva en la vida de un egresado del Huergo de Caballito, que todavía no había cumplido los 25 años. Eligió, de algún modo, la Patria: despellejó las influencias sajonas, colgó el traje de Ian Curtis criollo y comenzó la reconstrucción de la nada, para definir una matriz artística que tatuó a decenas de rockers y neo tangueros. Patria o Muerte daba lugar a otro eslogan, más amplio: nacional y popular. De líder de la banda revelación y gran esperanza de la crítica especializada pasó a vender sandwiches con un carrito surcando la avenida Cabildo en un refresh de su origen proletario, y de ahí a comenzar de cero con Los Visitantes. Con una antena extraordinaria para adelantarse a tendencias –y para marcarlas–, sentó las bases para la boda del rock con el folklore –y más extensivamente la latinidad– y el tango. Cuando MTV no había patentado el unplugged, él ya hacía legendarias sesiones acústicas y hippies en el boliche La Luna en Palermo al frente de su propio reverso, Los Locales; cuando Divididos todavía no se había apropiado de “El arriero”, él ya tapizaba su cancionística de huaynos y carnavalitos; cuando el tango empezaba a asomar en las milongas de jóvenes, sacó el formidable Espiritango (1994)... En fin, cuando Manu Chao no se había vuelto fórmula, ya indagaba las posibilidades festivas de los ritmos latinoamericanos.

Pero el revisionismo no es algo que interese a Palo, pese a su idea en cuanto a que Esto es un abrazo funciona como un “resarcimiento histórico, energético, ético y estético”. Hay algo spinetteano en su discurso, en sus poderosas convicciones y también en algunos inexpugnables meandros que perforan la intención de una charla lineal. La entrevista se desarrolla dentro de esos parámetros. “Puedo ponerme en plan ególatra y decirte que es cierto, que todos a los que les fue bien en los ’90 iban a ver a Don Cornelio. Todos: Babasónicos, La Renga, Los Piojos. Me lo dijeron ellos, Chizzo, Dárgelos... ¡Hasta los Redonditos venían, y se llevaron al batero, Claudio, para cambiar el sonido de Oktubre!”

–Sin embargo, se advierte más la influencia en grupos y solistas que hoy merodean el tango y el folk... Los que en 2007 hicieron el disco tributo Hey Donco!: Pablo Dacal, Valle de muñecas, Michael Mike, Mataplantas, El Horreo.

–Sí, cierto folk, lo que yo llamo la nueva vanguardia. Que ellos me tomen como referente me llena de alegría. Son mis amigos, mis hermanos, es una tribu mía casi. Dicho esto, debo hacer una aclaración: hacer prensa para un disco es... ¡un ejercicio de la vanidad que roza el mal gusto! Sigo: la otra vez escuchaba Onda Vaga en vivo, desde bambalinas, y no podía creer el swing que tienen: groovean de la nada. Pablo Dacal es la estrella de todo esto, él organizó la movida del Teatro Coliseo con todos los cantautores grossos; Alfonso Barbieri, un capo. A Lucio Mantel lo adoro, es una de las pocas personas a la que necesito decirle “te quiero”. Tomi Lebrero, Coiffeur, Lisandro Aristimuño, Estelares, Falsos profetas... Los Falsos Profetas hace quince años tocaban “Playas oscuras”, ahora me invitaron a su disco.

–Vos antes aparecías más relacionado con el tango...

–Y sigo, pero el neo folk me interesa particularmente. En los Estados Unidos, de Wilco para abajo, sigue siendo medio vanguardia, con un público universitario. Yo a principios del 2000, con el disco A través de los sueños y temas como “Todos somos el enviado”, “Caminos”, “Virgen”, hice puro neo folk. Unió un arco. Pero el tango lo tengo vivo. Planeo con Yuri Venturín, director de la Orquesta Típica Fernández Fierro, hacer un disco netamente tanguero y, digamos, bonaerense. Con Yuri venimos escribiendo algunos temas para la Fierro, como “Azucena alcoba”, “Niebla dura” y “Sierpe”. Le quiero sumar un tema llamado “Milonguita” y otras canciones milongueras más algún que otros tangos, valses, milongas y candombes del repertorio histórico. Tengo que definir si antes saco el segundo de La Hermandad. Pero tango, folk, rock, tecno... todo me interesa. Yo hago canciones. Y no me siento el padre de los pibes, ni nada. La otra vez Alfonso Barbieri me presentó como “el tío” de todos ellos. Me gusta pensarme como el hermano mayor. La escena actual de todos esos cantautores es formidable. Yo no inventé nada, ya estaba todo en Los Beatles, en “You’ve Got to Hide your Love Away”.

–Es raro escucharte citar a Los Beatles.

–Soy del ’64, año de la Beatlemanía. Los escucho desde que tengo tres años. Esa diversidad de estilo me marcó. Ahora si me corrés, te digo que soy más punkie que beatle.

MODELO ’64

Soy. La primera persona singular del verbo ser es una de las más conjugadas por Palo. “¿Qué venís a hacer aquí / qué venís a llevarte de mí?”, preguntaba en “Soy el visitante”, el último tema del último disco de Don Cornelio que planteaba ásperamente el nombre del paso siguiente. “Crisálida de fuego / amo el agua, en ella juego / Soy el Sol, soy el Sol, soy el Sol”, canta en el tema que abre Esto es un abrazo. Quién es Palo Pandolfo supone una respuesta compleja. Entre aquel que se incendiaba en vivo en Medio Mundo Varieté desafinando desesperadamente, por caso, “Bajaremos” (“Bajaremos, incontenibles, hasta donde el diablo pueda olernos /Pudriremos profundos olores, pestilentes”, cuando las telas hindúes cubrían “cuerpos muertos” antes que pálidas pieles hippies) y éste que en sintonía con el último disco de Caetano Veloso refiere al poder de un abrazo, media un océano tempestuoso. A través de su obra, y de la lucidez lacerante de esa obra, se vislumbran los pelos cortos de la Buenos Aires cocainómana de los ’80, la híper, el menemismo, la desocupación, parejas, hijos, la Alianza, más hijos... Un modelo clase ‘64 que diseñó paso a paso un cancionero honesto y sincero, cero especulación, y que no quiso o no pudo evitar el autoboicot. Aquel que señalaba en los suplementos juveniles que el escopetazo de Kurt Cobain que fue el último gesto rockero se disolvió en la paz familiar luego, dice, de “ocho fundamentales años de yoga”. “Aquí estoy. Dicen que soy de culto. Lo único que quiero es cultivar el perfil bajo. No reniego de mi historia. Tuve discos con bastante mala suerte, como Desequilibrio de Los Visitantes, de 1998; su nombre explica todo. Es que entiendo que toda la cultura, la vida en sociedad, la economía y hasta la moral argentina empezó a descender a partir de ese año, 1998. Hasta el infierno del corralito de Cavallo en la Alianza.

–Y el tuyo propio...

–He tenido épocas de locura, excesos alcohólicos y químicos entre fin de los ’80 y mediados de los ’90. Tuve picos de paranoia en posición fetal... Pero siempre ejercí la plegaria como restablecimiento de mi energía psico-física. Creo que un ángel me cuida. Si bien es cierto que el sitio de Internet astros.com a partir del día y hora de mi nacimiento sentencia que “Esta combinación es inarmónica”, si me voy a China debo decir que el dragón de madera siempre cae parado.

Se ríe Palo. Desde que le regalaron un libro de Ludovica Squirru no deja de citar el horóscopo chino (“¡Patria o Muerte, que es de 1988, es dragón de tierra como el Che Guevara! ¿Te das cuenta? Patria o Muerte...”) Y completa, redondea, con esa dicción que es otra de sus marcas de estilo. Habla de su insaciable curiosidad, que lo lleva a estar horas pegado a Internet escuchando música nueva y vieja. “Tengo un amplio rango: empecé de chico por Joy Division, pero también con Ella Fitzgerald, Fiorentino, Angel Vargas... Hago estudios por YouTube, me meto a fondo. Es mi historia, loco. Me mata Cannibal Corpse, los death metal, que los conocí escuchando el programa Heavy Rock & Pop en el ’90: me gusta ese rock primitivo, vikingo. Y Billie Holiday hasta llegar a Nirvana con ese bajo, ese doblez de guitarras, ese sonido descarnado. Y de repente Korn, una banda increíble. Y Adam & The Ants y Kraftwerk. Escuchar toda la obra de Kraftwerk te cambia la vida.”

La promoción de su disco queda arrumbada cuando Palo se pone a hablar de música. Maneja información a borbotones y se refiere con la misma enfática admiración a José Larralde, al barítono alemán Dietrich Fischer-Diesckau y a Pity Alvarez (“la esperanza blanca del rock criollo. Le creo y me preocupa. La va llevando...”). Pero detiene la marcha cuando aparecen, inevitablemente, Charly García y Luis Alberto Spinetta. La idea que maneja es al menos inquietante: “Charly es Cristo y Spinetta es Dios. Spinetta ascendió al Cielo, es un pensamiento que habita nuestra alma. Charly está aquí, entre nosotros, crucificado. Como en esa foto genial de Andy Cherniasky”.

DISCO NUEVA VIDA NUEVA

Toma su propio disco, Esto es un abrazo, y va recorriendo la lista de temas. “Estuvimos hablando mucho de folk, pero para mí La Hermandad es una banda contemporánea y de rock”, dice. La producción artística fue de Charlie Desidney y de Goy Ogalde y la banda la completan Mariano Mieres (guitarras), Carlos Fernández (batería), Santiago Capriglione (bajo) y Gerardo Farez (teclados). Como invitados destacan Leo García, Boom Boom Kid y Alfonso Barbieri. Es cierto que el disco tiene algo de síntesis, pero la trayectoria de Palo tiene una onda expansiva tan pronunciada que resulta complejo ponerlo en comparación con su obra pasada.

Hay algunos ritmos folklóricos, un touch reggaetonero, rock a lo Pescado Rabioso. “El leñador” es una marcha calesitera que se vuelve irresistible en la combinación música y alegoría de la voluntad y la virilidad (“Llevando mi hacha, subiendo la montaña / Madera y acero es todo lo que llevo / Caminos estrechos, pega el sol en el pecho / Atada a mi espalda la leña llega a casa... Soy un títere en la luz”); “Madre computadora” sugiere un halo de Don Cornelio; “Más que humanos” tiene una cotidianidad casi prosaica, una melodía adhesiva muy Andrés Calamaro y un recitado que evoca a Leonardo Favio: si hay un hit posible ése es “Más que humanos”; “En sintonía”, un gran mantra lennoniano; Los Beatles siguen presentes en otro de los grandes momentos del álbum: “La misma suerte”... Esto es un abrazo es un disco que pide escucha atenta. Sobresale cierta espontaneidad, una frescura desaprensiva y lúdica que, dice, Palo, empezó a desarrollar en ese extraordinario disco que fue Ritual criollo (2010). “Ahí el tema clave es el que abre el álbum, ‘Oficio de cantor’. Puse play rec y salió todo de una, como si ya hubiera sido compuesta. Puro subconsciente, sin filtro. ‘Ay, oficio de cantor, que sabe abrazar /placer, también dolor / pues cantar es un gesto de valor / para comunicar locura y esplendor / siempre la pasión / y el amor que viene y va.’ Cuando la escuché no lo podía creer. En mi clásico absolutismo, me dije: ‘Hay que componer así’. Y así está concebido Esto es un abrazo. Grabo y desgrabo como un periodista, con la guitarra y emitiendo sonidos cuasi onomatopéyicos. Después decodifico esos sonidos. Y me agarra la obsesión por lo musical.”

–Delegaste la producción artística...

–Sí. Es que es gente maravillosa. Charlie (Desidney) se puso la camiseta mal; Goy (Ogalde) también. Son muchachos de batalla. Laburamos mucho. El batero, Carlos Fernández, es un dios; Mariano Mieres, que viene de la Fuerza suave, también... La música popular siempre es algo colectivo. Por eso son tan intensas las relaciones internas en las bandas. Este es un grupo que busca fiesta, éxtasis. Ahora estamos ensayando para el concierto que vamos a hacer el 22 de junio en Niceto. Quiero meter “Visores”, que es casi un out take de Don Cornelio. También hacemos “Tazas de té chino” y “Ella vendrá”. Goy me dijo algo extraño: “Este disco es para vos el comienzo de una vida normal”.

–¿Qué pensás que quiso decir?

–Mirá, no sé. La vida me regaló una mujer, dos hijos, demasiada beldad. Estoy disfrutando a tope. Ser artista de culto me parece cool. Pero soy un trabajador. No quiero terminar borracho, solo y pobre. Por ser un tipo de izquierda me llevo bastante bien con el negocio. Vivo de mi obra, de mis proyectos... Eso es oro. Al mismo tiempo, me siento reconocido. Soy el leñador de mi canción: el hacha es mi guitarra. Muchos quieren que vuelva a armar Don Cornelio... Y no da. No quiero revolver mierda del pasado. Deberíamos componer un disco nuevo, y no da. Quiero la verdad: para mí una canción tiene que ver con el amor. Y el amor está en La Hermandad.

Se mueve en su sillón como un muñeco poseso. Ríe. Sentencia. Promete más discos. Se para y dice, sin un atisbo de inmodestia, más bien con un entusiasmo niño: “Muchachos: no esperen a que se lo cuenten dentro de 20 años. La Hermandad la rompe. La leyenda está viva hoy”. Títere en la luz, Palo Pandolfo proyecta un aura que ilumina y quema. Puede llegar a incomodar. Pero atrapa como un abrazo.

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