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Domingo, 23 de marzo de 2003

Nuestro hombre en camboya

A pesar de que desde el entorno de Andrés Calamaro insisten en que el grupo de canciones reunidas el año pasado bajo el título de Deep Camboya no es un disco sino simplemente eso, un grupo de canciones, es difícil no percibirlas como un álbum. Un disco-crónica de la temporada post-Salmón de Calamaro, sexto dedo de aquellos cinco que formaron parte de su último trabajo discográfico oficial.
Puestos on line por el site Deep Camboya en junio del año pasado, los 19 temas de aquel álbum-que-no-lo-es vuelven a estar disponibles a través del site “Camisetas para todos”, en versiones mínimamente remasterizadas por otro el site –calamaro.enmimente.com.ar–, un esfuerzo que los convierte en los más “disfrutables” del lote de inéditos. A comienzos de año, otro site ya desaparecido –www.calamaro.metropoliglobal.com– ofreció una nueva versión on line de Deep Camboya, esta vez incluyendo el arte de tapa para el CD pirata. A modo de comentario, ese arte incluía una entrevista firmada por Giuseppe Altamirano, compinche de Calamaro en la revista zaragozana Zona de Obras, publicada en la revista Inrockuptibles. Aquellas preguntas y respuestas funcionan como la mejor voz del Calamaro de Deep Camboya.
¿Sobre qué cosas que no te preguntaron te hubiese gustado hablar en las entrevistas promocionales de El Salmón?
–Para El Salmón hice muy pocas entrevistas, pero noté la importante ausencia de cuestiones musicales referidas al sistema de grabación, organizaciones químicas e instrumentalismos. Me hubiese gustado hablar de los Poetas de la Zurda, del primer movimiento literario no intelectual, de una nueva Latinoamérica frente a las interminables estafas imperialistas, de la vuelta de las ideologías, de mujeres, de grabaciones, de las trompetas del disco, de los días de 24 horas...
¿Extrañaste algo del exterior en esos días?
–No, porque los frutos de la realidad estaban en casa. Es decir: nunca faltaba nada.
Técnicamente, “exceso” quiere decir que se está pasando de una medida permitida. ¿No pensás que algunos excesos pueden ser realmente peligrosos? Hablemos de drogas...
–Tengo edad suficiente para saber que las drogas más peligrosas, de consecuencias más graves en la conducta, son las drogas de laboratorio, las legales de la familia Roche. Durante mucho tiempo me parecieron inofensivas, podía comerlas como caramelos, pero ya confesaron ser responsables de la mayoría de los trastornos de cualquier paranoico agresivo corriente. Son las causantes de lindezas como la ira, la irritabilidad, los intentos de suicido, la pérdida de la libido y la violencia.
¿Por qué pusiste las canciones nuevas en Internet?
–Ya lo dije: las canciones, en un mundo ideal, deberían ser para la gente, no para las compañías. Me interesa la piratería, los precios de los discos son muy altos.
¿Por qué resulta atípico que un artista llegue a componer más de cien canciones en un año?
–Es una cantidad razonable de páginas normal para cualquier periodista, novelista o ensayista. Equivale a las cartas que nunca escribimos. Lo normal es escribir cien canciones buenas, algunas de ellas muy buenas. Terminarlas y empezar de nuevo. Olvidando el fútbol y la TV, con una dedicación honesta, ética y bestial. Lo atípico es no llegar a hacer las diez canciones del contrato. No es atípico –creo– ser un músico de música y no un músico de contratos.

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