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Miércoles, 10 de junio de 2009

CONTRATAPA

El cabo se desintoxica

 Por Daniel Greco

Ayer lo vi en su alazán. Pura estampa gaucho. Puro jabón Gaucho. La Perdíz. Cañadenzo. Es realmente un converso. Con verso regular. Octosílabo. Alejandrino. Los ojos le brillan con un brillo singular. Como dos hemistiquipos. Como el Dos de Oro. Es que Savino se está desintoxicando. Sus ojitos ya no son fangosos, cenagosos, como dos fosas asépticas. Ahora son dos luciérnagas. Dos faros en la tempestad. Dos luceros en la Pampa. Dos Luteros de la Maffia. O qué. O cómo. Ahora está libre de alcohol. Libre de azúcar. Libre de aftosa. Es un "sugarfrí" de ahi. Un "Sugus" con galones de cabo. Un militar de carrera. Un Schumacher del secadal. Ya no muerde la banquina. Saborea los vadenes. Escancia los esteros. Es que desde que dejó el alcohol, Savino toma cualquier cosa. Consume litros de "Linare" y "Amargo Termo". Que, según el gaucho Tinievla, a la larga o a la corta, afecta la libido. Una tarde de ésas de calor yo probé y no me perjudicó en mi desempeño en el burlesque. Eso sí, me pegué un embole después que ni con unas grapas remonté.

Nosotros, que seguimos sanamente encadenados al alcohol, lo vemos como a un bicho raro. Siempre se ofrece a traernos en sulky de la bailanta, a altas horas, cuando nosotros ya estamos descabezados y él sigue fresco como una lechuga. Él parece un santo, un iluminado, llevando las riendas en el pescante, nimbado por las primeras luces del amanecer, mientras nosotros adentro, nos tambaleamos y nos desparramamos injustificadamente ante el más mínimo barquinazo del vehículo. Sin ir más lejos, la otra noche, Borravino se me cayó encima y me pegó un patadón en el peroné que enseguida se me formó un cardenal... que digo, un obispo. Borravino ni se dio cuenta que había pasado súbitamente de la posición de sentado a acostado y seguía entonando una chaya etílica, abrazado a su petaca.

Tiene una nueva pasión y un nuevo secuaz, Gomide, y la nueva pasión es el tereré. Nos convida a toda hora con su pócima helada, y lo acompañamos mientras podemos, hasta que súbitamente alguna catarata fecal nos ataca y nos recuerda que nuestros sistemas digestivos están ya dañados por los excesos, tales son los movimientos, los deslaves y los landslides que la infusión correntina produce en nuestros organismos ya sensibilizados por tantas noches de francachelas. Sin ir más lejos, conozco a un paisano compañero de juergas, el Pichi Gioia que, de un saque se clavó 24 empanadas salteñas y se mandó 10 porrones de cerveza y después, as usual, se bajó los pantalones.

Pero, como dijo un famoso bardo que ahora está en Córdoba: "los excesos son para los pendejos" o "los dos sexos son para los catalejos" o como ese tema de los Beatles, el famoso cuarteto de Liverpool, que decía "she said so" y a mí siempre me sonó con otras connotaciones....con anotaciones con porotos, como en el truco, claro, como el turco ése que privatizó todo. El de Yamal... "Yamal que para, Yamal que cieya". Ah no, eso lo dijo Facundo Quiroga, el que tuvo amenazado por un lustro al turquito ése.... que, a la final cerró nomás, y se puso una tienda por calle San Luis, entonces Facundo Quiroga le lustró los botines finalmente, como lo tenía amenazado. El turquito quedó tan impresionado que, al poco tiempo emprendió la marroquinería.

Bueno, pero, volviendo a Savino, el otro día se pasó. Tuvo "un traspié en la alabanza". Lo agarraron con la guardia baja y lo invitaron a una cervezada. El dijo que no, que había dejado el alcohol, pero le insistieron, lo envolvieron como para regalo, le remarcaron lo inofensivo del convite y ya, vencidas todas las defensas, se prendió al copetín.

No le digo lo que fue eso, amigazo. Se agarró un pedo tísico, flameante, mormoso. Se deformó totalmente con la bebida. Enseguida se remontó en "el entono a lo divino, con el santo gordo de Aquino", en el corrido chabacano y los cuentos verdes. Entre cuatro, a duras penas, lo volvimos al "Vigilancia" y lo dejamos en el lecho, testigo mudo y algarrobal de sus pasadas temulencias.

A un lado, fueron quedando las botellas vencidas de su incontrolable desliz: "Duff: cerveza sin alcohol".

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