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Martes, 26 de marzo de 2013

CONTRATAPA

¿Qué sucedió ayer?

 Por Manuel Quaranta

¿Qué se puede escribir acerca del 24 de marzo de 1976 que hasta el momento no se haya escrito? ¿Qué sucedió el 24 de marzo de 1976? ¿Qué se desencadenó? ¿Qué continuó? ¿Qué se acabó? ¿Sirve de algo, tiene algún valor que hoy, 37 años después, con la cantidad de textos que se han escrito sobre la cuestión escriba yo algo más que no será otra cosa que una mera repetición?

Nací el 24 de junio de 1979. Soy hijo de la dictadura. Lo que significa que mis padres decidieron, como se dice, traerme al mundo en un momento en el que el mundo era un lugar inhabitable, plagado de temor y sangre, al menos para algunos. Hoy, 33 años después de mi nacimiento me pregunto ¿por qué decidieron mis padres que yo ûsin ser yoû abriera por primera vez los ojos en el peor de los mundos posibles? La respuesta, probablemente, no la conozcan ni siquiera ellos, del mismo modo que ignoramos la mayor parte de las cosas; sin embargo existe algo que sé: hijo de la dictadura.

Es increíble, soy hijo de la dictadura y los primeros recuerdos que tengo son todos posteriores a los años de terror. Son del '83 o del '84, cuando el plan de exterminio se había terminado. Por lo tanto podría afirmar que soy hijo de lo que no sé. De lo que no conozco y nunca conoceré más que por lo que otros han dicho o escrito. Y si me dejo llevar por eso, entonces, mis padres son la ignorancia y el miedo, a quienes conocí sólo después de que desaparecieran. Me pregunto: ¿se mantendrán en mí las marcas de mis antepasados? La respuesta podría aparecer en el transcurso de este texto, aunque lo dudo.

Pienso: una de las fechas clave de la historia argentina reciente me permite reflexionar sobre mis orígenes, mis padres naturales, mis padres construidos, mis padres ignorados ¿Quiénes fueron o quiénes son mis padres? Preguntarse por los padres implica siempre un presente, porque los padres de uno nunca dejan de ser. Yo soy, en parte, mis padres. Su producto. A la vez yo soy, en parte, un traidor. No hay posibilidad de ser hijo sin traicionar a los padres. En este caso particular, traicionar al miedo y a la ignorancia.

¿Qué sucedió el 24 de marzo de 1976? ¿Qué sucedió el 24 de junio de 1979? ¿Qué sucedió ayer? Descubro a través de las preguntas que nunca voy a ser capaz de traicionar a la ignorancia. Ella está siempre allí, al pie del cañón, atenta a cualquier movimiento que hagamos para superarla. Una conclusión: es imposible ignorar la ignorancia. Ella está allí, parada, alerta. A lo sumo, podemos combatirla, sabiendo, en realidad, que la derrota es segura.

Pero con el miedo, quizás, alguna maniobra sea posible. ¿Escribir? ¿Ponerse a escribir podría ser un ejercicio para traicionar al miedo? Recuerdo, casi de memoria, el final de María Domecq de Juan Forn: "Es la manera que encontré para convertir en pasado, en relato, aquello que amenazaba ser un presente perpetuo para mí, el rito de pasaje que me permitió pasar de la enajenación y el miedo a esta vida actual".

Pregunto una vez más: ¿qué ocurrió el 24 de marzo de 1976? ¿Y los días y las semanas que le siguieron? ¿Y los años? ¿Qué sucede hoy, 37 años después? Lo sabemos y a la vez lo ignoramos. Ignoramos más de lo que sabemos. Por eso, a pesar de la derrota segura, es imprescindible seguir escribiendo, y quizás arriesgar alguna palabra, propia o ajena, que pueda aclarar, al menos, ciertos sentimientos que nacen sobre los perpetradores de la oscura masacre.

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