¿No será función de los psicoanalistas advertir sobre el modo en que las exigencias superyoicas impelen al sujeto en la vía del progreso y esto se consuma con la idea de acumulación, acumulación sin pérdida, tanto de bienes, como de de capital e incluso de saber? Si la política, lo social, el deporte y hasta el ocio quedan sometidos a los intereses del mercado ¿Por qué no apostar a lograr cierto reconocimiento de las distintas subjetividades que puedan hacerle frente al aparato burocrático y reaccionario que se instala una y otra vez en nuestros países del cono sur?

Nuestra práctica opuesta estructuralmente al capitalismo -y por ende a su corrupción estructural- insiste en habilitar las vías posibles para instalar una pregunta por el sujeto. Como decía Jacques Prevert: "Vivimos, amamos, morimos. Y no sabemos qué es la vida, qué es el amor y qué es la muerte".

Pero hoy asistimos a un modo salvaje de corromper la existencia humana, donde estas preguntas que hacen al itinerario personal de cada viviente tienen respuestas creadas de antemano para condicionar, determinar y sancionar sobre la vida, el sexo y la muerte.

Estamos ante un momento crucial, la sociedad occidental, experimenta la posibilidad de medir, administrar, controlar e incidir en los procesos vitales. Probablemente, ya no nos incomode ni nos resulte alarmante el mantenimiento de "instituciones de encierro punitivo" que tuvieron su anclaje político y social en la "década infame". Tampoco la imposición del modelo neoliberal, para que cuerpos y mentes hayan sido debidamente disciplinados para someterlos a niveles de eficacia de mercado y productividad. Michel Foucault nos alertó lo suficiente al respecto, en tanto las redes del poder se articulan con un saber muy específico: el que se obtiene a partir de la observación puntillosa, el seguimiento pormenorizado a través de diversos mecanismos utilizados para calificar, medir, clasificar y jerarquizar (podría remitirme a la última encuesta docente, repudiada y resistida por todos los gremios ligados a la educación). Y si inicialmente los cuerpos fueron entendidos como máquinas (a las que había que instruir, disciplinar y corregir), ahora estamos arrojados a un tiempo donde pasaron a ser considerados "cuerpos‑especie" regulados en términos fisio‑neuro‑endocrinológicos (natalidad, longevidad, salud, asunción de la sexualidad, medicalización de todo y a todos). Desde esta perspectiva tendríamos que resistir de alguna manera al estremecedor modelo de las "sociedades de control", donde las redes del poder ya no se encuentran regidas desde lo disciplinario exclusivamente (esto caerá como último recurso), sino por instancias más sutiles como la seducción, el engaño, el hedonismo, el consumo precipitado y por supuesto las biotecnologías.

Efectivamente, estamos obligados a replantear el problema de la técnica,  que ya no se resuelve con pensarla como un medio eficaz de conseguir ciertos fines, menos aún, en dejarla confinada a una mera instrumentalidad. Ya que anhelamos capacitarnos y formarnos (y nuestra formación es necesariamente siempre inacabada) para habilitar las condiciones para una práctica de la verdad.

Propongo reencontrarnos con la idea griega de poiesis (producir, fabricar, poetizar), como modo de hacer presente lo oculto y abrir nuevos espacios al descubrimiento y a la revelación. Heidegger también tomará partido por la técnica y retomando de los griegos el concepto de Técne se ocupará de la Aletheia (desocultamiento), término luminoso con que los griegos nombraban a la verdad. Y será a través de la Técne del diálogo que la propuesta de Sócrates se hará memorable y transitará 25 siglos, sin haber dejado otro texto que la transmisión oral del arte ubicado en el saber preguntar y dialogar. Efectivamente, la traducción del griego al Latín, transformará a técne en Ars (arte) y quedará insolublemente unido a la poética y a la poesía (Virgilio, Horacio y Ovidio, entre otros romanos celebres, sacaron lustre a ese ars)   

El problema es que la técnica moderna al nutrirse de ideales neoliberales sostenidos en el manejo, el control y la seguridad; ya no se ocupa de la poiesis, si no por instalar un modo violento sostenido en la provocación, y no solamente por lo costoso e irracional que resulta hoy el ataque a la naturaleza y a los recursos naturales del mundo, si no por que también ataca el núcleo de la condición humana, al poner directamente en peligro todo acceso a la verdad.

El éxito se engalana con todos los favores mediáticos para desconocer éste peligro, la provocación se resuelve en explotación, y la explotación no discrimina, explota a la naturaleza y hace de cada humano un provocador explotado. Haciendo coexistir las promesas de felicidad y de alegría, bajo el cielo del mercado, que no es más que el cielo raso del principio del placer en un acuerdo ilusorio con un goce parasitario. Donde las ofertas del "todo bien" se materializan en una exigencia de goce (poder, usufructo), promoviendo la desesperación por procurarlo a cualquier precio. La obligación de ser feliz y de llenarse de alegría, incluso con promesas revolucionarias al respecto es tan agotadora como banal. En ese sentido, el amo moderno se vale tanto del progreso tecnológico como de las variantes terapéuticas que proliferan por doquier con propuestas de armonía y bienestar, donde se escucha el eco de un Eros desproporcionado y desarticulado que reza: todos juntos podemos, todos pensamos lo mismo y queremos lo mismo.

Este hombre explotado y alienado se contenta con la tonta ilusión de dominio, bien alimentada (los vampiros nos prefieren gorditos) por el auge del mundo virtual tecnológico que nos hace creer que podemos estar al mismo tiempo en todas partes, mientras que en verdad no conseguimos estar presentes en ninguna.

En una entrevista realizada a Jacques Lacan, por la revista Panorama de Roma, el 21 de diciembre de 1974, encontramos en el maestro una notable y franca disposición, para confirmar sus conceptos fundamentales, y apuntar a un modo de posicionarse ante lo político y la época:

Panorama: --¿Qué es lo que no anda en el hombre hoy en día?

Lacan: --Hay una gran fatiga de vivir, como resultado de la carrera hacia el progreso. Se espera del psicoanálisis que descubra hasta dónde se puede llegar arrastrando esa fatiga, ese malestar de la vida.

¿Qué nos trae hoy nuestra clínica? Nuestros pacientes ya no vienen con el culo a dos manos por la presencia de las ratas (como el magnífico caso de Freud), parecen más bien venir con la cabeza llena de ratas, es decir tomados por el discurso capitalista.

Me gustaría hacerle un homenaje al genial cantautor brasilero Cazuza, a quién los medios de comunicación salvajes e imperiales de Brasil lo dieron públicamente por muerto antes de tiempo, mientras que el querido músico pasaba sus últimos años agonizando de Sida, pero componiendo y cantando. Para ellos hizo ésta canción, que más allá de la tremenda irritación de Cazuza para la sociedad mediática que tanto criticó su estilo de vida, su enfermedad, sus vicios, incluso su orientación sexual, plantea una verdadera crítica a la explotación de la imagen y a la exacerbación del consumo en los medios de comunicación.

 

El tiempo no para.

Y tu cabeza está llena de ratas,

te compraste las acciones de esta farsa,

 

La farsa (luego del trágico proceso militar) necesita del aparato y cada sujeto alienado tendrá que repetir lo que se le hace pensar y decir, para transformarse él mismo en un verdadero aparato que tiene respuestas para todo.

Pienso,  ¿por qué tendría que ser fácil: pensar, elegir, vivir, soñar, amar? Sobre todo, cuando nuestra experiencia no dicta que cada vez que los objetos pierden su aparente utilidad y solo pueden ser contabilizados, el sujeto asoma, capta que su mundo se desordena y pide entrar en la cuenta, ser tenido en cuenta y apropiarse de su historia. De manera que se colocan frente a algo que ya no puede totalizarse ni globalizarse.

En estos tiempos no dejo de escuchar las presiones a las que se vive sometido, las concesiones que se deben realizar, y el modo en que se le impone, la exigencia insaciable de hacer todo lo que esté a su alcance para eliminar lo que puede faltar, es decir su deseo. Y sobre todo, a lo que muchos definen como vivir "apurado". Apurado por el imperativo de "puedes porque debes, y todo lo que puedes debes hacerlo hoy", donde apurado es también prepoteado, coaccionado y también sometido ¿No les parece que vivir apurado y presionado, resulta también, una forma de violencia?

Me gustaría afirmar y compartir que el deseo se escabulle de cualquier afán de dominio, al tiempo que funda a nuestro sujeto como radicalmente inasimilable a la demanda social, cultural y del mercado.

Para concluir, ante la promesa, que no es más que demanda de felicidad a ultranza y ante el mandato de gozar todo el tiempo y sin tiempo, considero rigurosamente lógico, retomar El malestar en la cultura como nombre y como concepto de Sigmund Freud, que nos permita reinventar cada vez nuestra práctica y transmitir en acto la función y eficacia de un límite real, al afán desmedido de poder y de dominio.

Y si ya no contamos con aquellos Dioses victoriosos del Olimpo griego que castigaban la Hibris (exceso, desmesura), al menos contamos con un discurso que apunta a la verdad subjetiva y con la experiencia suficiente de no retroceder ante el difícil nudo de la verdad y su filo cortante.

*Psicoanalista. Miembro de la Escuela Sigmund Freud, Rosario. Director de teatro y dramaturgo.