rosario

Domingo, 14 de diciembre de 2014

SOCIEDAD › UN CATáLOGO RECOGE TODA LA INTENSA EXPERIENCIA DEL CENTRO CULTURAL EL OBRADOR.

La inagotable dinámica de sentidos

Ubicado en Espinillo y Maradona, en la zona de un asentamiento qom, esta experiencia multicultural apoyada por la Corporación Andina de fomento es una Fábrica de Bienes Culturales tangibles e intangibles. Una experiencia para conocer de cerca.

 Por Sonia Tessa

Cualquiera que haya pasado alguna vez por el Centro Cultural El Obrador sabe que es un torbellino de actividades donde se crean nuevos objetos, nuevos sentidos, nuevas pertenencias. En el mismo día, en un espacio compartido, allí están Ruperta Pérez y la diseñadora Marina Gryciuk tejiendo cestas, las mujeres de El Roperito convierten prendas en desuso en ropa nueva, la Fábrica de Juguetes le pone un toque distintivo a cada autómata que produce, el taller de hip-hop marca el ritmo de la tarde, y el taller de textiles crea la ropa "13". Toda enumeración es arbitraria y ésta aún más, porque muchas cosas quedarán afuera. Es que El Obrador es una usina inagotable en el extremo sudoeste de la ciudad, en la zona de uno de los asentamientos más antiguos y numerosos de la comunidad qom. El desafío de condensar tantas actividades en una publicación se convirtió en el catálogo institucional que acaba de publicarse, una delicia para leer y mirar "sólo la punta del iceberg" de una de las experiencias más innovadoras de la ciudad. Definido como "una fábrica de bienes culturales" (tangibles e intangibles), el Centro Cultural El Obrador se levanta en Espinillo y Maradona. "La zona es campo, sin ser el campo; la ciudad, sin ser del todo la ciudad. Algo así como los restos del campo, de la ciudad, de las vías del ferrocarril; entre los restos de ese patrimonio simbólico que infieren los nombres de las calles se abre un lugar en El Obrador, donde el lema es 'miramos donde otros dejaron de ver'", puede leerse en la página 21 de la publicación.

"Este catálogo busca transmitir qué es lo que hacemos, qué concepción de lo artesanal tenemos. La idea es develar la trayectoria que tienen las cosas que hacemos ahí en las personas y de las personas en las cosas. Hay un bolso tejido al modo de la cestería tradicional qom, pero hecho con colores por el pasar de Marina ahí. Contar cómo el objeto llegó a ser lo que es. Nos parece que eso es desandar la lógica del consumismo vigente, donde el objeto permanece aislado de las significaciones que tiene para la gente que lo hace, de la historia de las personas", relata Mariela Mangiaterra, coordinadora junto a Elsa Albornoz de la Fábrica de Juguetes, pero también la persona que hizo de nexo entre quienes realizaron el catálogo y los integrantes del Centro Cultural.

Hasta principios de 2006, el lugar era, justamente, el obrador de la construcción de cien viviendas del barrio 23 de febrero. Entre 2006 y 2008, a través del Presupuesto participativo, comenzaron a destinarse fondos para la fábrica cultural que está terminando su etapa fundacional para consolidarse como institución. "El catálogo surge dentro de un plan de prensa que pensamos para El Obrador cuando nos presentamos para este subsidio que la Corporación Andina de Fomento, que nos da una suma muy importante, y uno de los aspectos era la producción de un material gráfico para darnos visibilidad, tratando de ser fieles a los fundamentos del laburo ahí. Pero el catálogo no cuenta la totalidad de lo que es El Obrador, sino que está más vinculado a los proyectos productivos. La idea es justamente tener un material que los ponga a circular, transmitiendo el espíritu particular de este espacio. Pero quiero destacar que ocurren muchas otras cosas que no tienen que ver con la producción de objetos, que tienen más que ver con lo expresivo, hay docentes excelentes que están trabajando con hip hop, como Michael, y Valentina Rondinella, con el espacio de creación en plástica".

Eso puede leerse en el cátalogo. "El 16 de septiembre de 2009 dos de los poetas invitados al XVII Festival Internacional de Poesía de Rosario, el chileno Yanko González y Ariel Williams, llegaron al Centro Cultural El Obrador que por primera vez era una de las sedes barriales del Festival. Los recibió un salón lleno. Arsenio Borgez, maestro artesano y docente qom de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario ofició de maestro de ceremonias. En su lengua nativa leyó entonces un texto que González y Williams escucharon con curiosidad, conscientes de que el encuentro, la ocasión, los emparentaba, pero desorientados por esa melodía qom que salía de la boca de Arsenio quien, al terminar, dijo: 'Ahora lo voy a leer en español'. Y recitó: 'Que/ no/ quiere/ morir/ como/ un/ perro/ nadie/ quiere/ morir/ como/ un/ perro...'. Yanko González, autor del poema que Arsenio tradujo a qom, estaba aún más desorientado, pero feliz de una felicidad que lo acompañaría toda su estadía en Rosario".

El corolario de este párrafo dice que en el Obrador se producen objetos, pero no todos son tangibles como el ajuar que las madres fabrican en el Roperito. "El intercambio entre Arsenio Borgez y Yanko González pone en escena la inagotable dinámica de sentido del lugar. Allí se recibe, se habla en otra lengua, se abren espacios para el asombro y se produce algo que puede palparse, decirse, narrarse", expresa el texto con la misma espesura delicada que tienen todas las páginas.

El catálogo fue concebido, escrito y editado por Pablo Makovsky y Lara Pellegrini, con fotos de Isis Milanese, diseño gráfico y edición fotográfica de Lucila Chamorro, Patricia Codina, Milagros Gonda y Alum González. El Obrador era coordinado, entonces, por Marcela Valdata. En el staff, además de Mangiaterra, Rondinella, Pérez y Albornoz; están Valeria Aguiar, Leonardo Casal, Claudia Garay, Margarita Genes, Ana María Giménez, Alejandro Medina, Marta Moex, Ramón Ortigoza, Sabrina Romero y Víctor Romero.

"La yica, hecha de hilo vegetal teñido y tejido, es el fial de un largo proceso que reúne a Ruperta, a Roberta Catorí, a Ana Aguirre y a Lida Legorí, entre otras mujeres, alrededor de un trabajo minucioso, no apto 'para mujeres ansiosas', dice Ruperta y ríe", cuenta uno de los textos dedicado al trabajo en textiles. Mangiaterra amplía al contar cómo conciben la artesanía. "Retomamos lo que plantea Richard Sennett en El Artesano, él plantea que la artesanía no tiene nada que ver con el lugar común que tenemos instalado, como eso anacrónico, como lo tradicional. Dice que los artesanos paradigmáticos del mundo contemporáneo son los operadores de Linux, son gente que se apasionan y se empeñan para dominar una materia. En los espacios de producción trabajamos con esa idea de artesanía. Está conocer la tradición, pero sin recreación no hay tradición viva", apunta la coordinadora de la Fábrica de Juguetes.

Es inevitable volver una y otra vez al texto escrito, que les llevó a sus autores más de un año de ir al Centro Cultural a observar cómo se trabaja y a conversar con quienes allí producen. "El Obrador recupera materiales y los reutiliza. Si bien existen ya como objetos -son bidones de plástico, retazos de madera; son revistas viejas o ropa en desuso-, su morfología no es determinante. Por el contrario, dispara ideas nuevas y es fuente de inspiración: un retazo de madera que a primera vista es apenas una sobra, se convierte en la cola de un pez cuando se lo mira un poco más allá del uso para el que fue hecho. Un bidón de plástico puede ser una lámpara, un tacho de basura o un canasto para bicicletas y los botones de una camisa vieja pueden convertirse rápidamente en los ojitos de un muñeco de trapo cuando ingresan en la lógica del espacio", dice el texto escrito por Makovsky y Pellegrini.

Mangiaterra, que llegó a El Obrador a partir de la juegoteca, subraya que "lo que está muy presente es que nosotros trabajamos al modo que los chicos lo hacen. Es una lógica muy parecida. A nosotros, los materiales nos aparecen y con eso se empieza a experimentar, a mirar, a toquetear a hacerles dibujos. Ahí van apareciendo los objetos con los que concluye la etapa de experimentación, muy a la manera en que los chicos hacen los juguetes domésticos. Pero eso aparece en todos los espacios", subraya Mangiaterra. "Nosotros, como los niños, en ese objeto y material vemos otro objeto", completa.

Por eso, no hablan de reciclar (que conlleva un proceso químico para volver a usar ese objeto como materia prima) en El Obrador hablan de reutilizar materiales. "Con ojos primitivos, en El Obrador los objetos son, antes que una utilidad establecida, una potencia", dice el catálogo. Así se hacen tachos de basura, tejas para el techo, lámparas y alforjas con botellones de agua; y así se hacen juguetes con desechos de madera.

Desde el principio, el texto aclara que nada de eso sería posible sin el Club de Amigos. "El Obrador es parte de una red que día a día construye proyectos, realiza acciones y concibe realidades alternativas integrada por instituciones formales (centros de salud, escuelas) y no formales (grupos vecinales, huerteros, artesanos, entidades de pueblos originarios, microemprendedores) junto a los miembros de la comunidad en general", dice Mangiaterra.

Su entusiasmo es contagioso. "El catálogo muestra que todavía nos estamos preguntando y estamos aportando a la posibilidad de que existan otras economías que no se reduzcan al consumismo despiadado que es hegemónico, ni a la artesanía reducida a la estrategia de supervivencia callejera. Estamos apostando a algo que no es ni lo uno ni lo otro. Que todavía está en proceso. Creemos que se puede producir con esas características y generar un hecho económico. Estamos cabalgando esa experiencia", opina. Por eso, la Corporación Andina de Fomento, Banco de Desarrollo de América Latina, consideró que era un proyecto para promover.

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La actividad en El Obrador es incesante, con actividades expresivas y producción de objetos.
Imagen: Andrés Macera
 
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