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Jueves, 5 de abril de 2012

PSICOLOGíA › LAS INSTITUCIONES QUE ATIENDEN A LA INFANCIA

Expulsivas más allá de la nueva ley

 Por María Soledad Crisci y Laura Codina

Este espacio de formación e intercambio abierto del Instituto de la Familia se inicia este año bajo el nombre de Infancias en instituciones y refleja algo de lo que comenzamos a producir en conjunto.

Una línea de intercambio se abre en función de las filiaciones que hacen a las configuraciones del niño o niña y a la constitución subjetiva. ¿Es hijo/a?, ¿es alumno/a?, ¿es paciente?, ¿es interno/a?, ¿es sordo/a?, ¿es discapacitado/a? Figuras que parecen intentar capturar un lugar para tal o cual niño/a, a la vez que no logran darle un alojamiento real que lo sostenga y termina desestimando su condición humana como tal.

Muchas "desafiliaciones", en muchas ocasiones repitiendo el desalojo en una institución tras otra, constituyen la historia deshilvanada de muchos de los niños que vemos vagar de un lugar a otro y con los cuales parece "que no se sabe ya qué hacer". Como no aparece quien "relate" --porque no es 'la madre esperada' la que tiene, porque no es 'el padre' o familiar consanguíneo el que esté en disponibilidad-﷓ pareciera que este niño/a en cuestión no mereciera ese otro, borrando la asimetría adulto﷓niño y exigiéndole a éste que tome ambos personajes, privándolo de las condiciones para su desarrollo y emergencia como sujeto hablante. Entonces ¿qué implicaría verdaderamente "oír" a un niño?, tal como lo predican las "nuevas" leyes de infancia.

Los niños, pues, "en" las instituciones --entrando/saliendo/por dentro/por fuera de ellas-- ponen en cuestión lo soportado y lo rechazado por las mismas. Veíamos como una suerte de repetición el hecho de que la institución no soporta algo de lo propio de cada niño, de "lo agresivo", de lo real, de lo diferente. Las instituciones se hacen carne entonces de "la institución sociedad", respondiendo a un mandato no explicitado que clama que "los diferentes" deben estar encerrados, por fuera de nuestra vista, por fuera de lo que genera "horror", sancionándolo como "error" para capturarlo de uno u otro modo. No sin estas marcas, se constituye el transitar de los niños y sus historias, reiterando en repeticiones en lo real --consumos desmesurados de sustancias, cortes al propio cuerpo, vías destructivas de cuerpos que no terminan de bordearse-﷓ sin ocasión de que "lo horroroso" pueda ser simbolizado, relatado, reconstruido en otros registros.

Desde el psicoanálisis, en nuestro caso, ¿qué podríamos estar propiciando para las producciones intra y extra muros en este enclave de infancias en instituciones?

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