"Ni el pormenor simbólico/ de reemplazar un tres por un dos/ ni esa metáfora baldía/ que convoca un lapso que muere y otro que surge/ ni el cumplimiento de un proceso astronómico/ aturden y socavan/ la altiplanicie de esta noche/ y nos obligan a esperar/ las doce irreparables campanadas.

La causa verdadera/ es la sospecha general y borrosa/ del enigma del Tiempo; es el asombro ante el milagro/ de que a despecho de infinitos azares/ de que a despecho de que somos/ las gotas del río de Heráclito, perdure algo en nosotros: inmóvil. (Final de año, Jorge Luis Borges. Fervor de Buenos Aires 1923).

Este breve poema de Borges me inspira también unas pocas palabras para continuar con su pregunta, no la única, por supuesto. Y para contribuir al brindis de las fiestas de fin de año. -Qué puede ser eso único, o mejor, inmóvil, aunque lo queramos móvil, que perdura en nosotros a pesar de todas las contingencias y ante todas las evidencias de ser como bien destaca el mismo Borges, tan sólo gotas cotidianas del eterno río de Heráclito?

Esa poesía simbólica, conceptuosa, pero bella al fin y doblemente bella, intelectualmente y gramaticalmente o poemáticamente (no sé si esta palabra existe pero la uso y la invento), nos incita además a un trabajo de elucubración, de despejamiento, de búsqueda de una respuesta: Qué es eso inmóvil, que nos hace únicos, detrás de todas las apariencias?

Los ciclos de la vida se van cumpliendo, pasa un año detrás del otro y nos reunimos para festejar ese paso de un espacio de tiempo que muere y otro que nace, metáfora baldía nos dice, en la altiplanicie de la vida, en esa meseta interminable de las generaciones para recibir una nueva vida, el milagro del amor.

-Qué es ese agujero recubierto de palabras y de imágenes con el que venimos al mundo y que ocupamos en él? -Se los dejo como una adivinanza!